Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

1 may 2017

Mes de mayo en el recuerdo

MES DE MARÍA

Parroquia de Villa del Río. Años de la posguerra 

El colmo de los colmos en el mes de mayo era la celebración del Mes de María. Debo recordar, sobre todo de cara a los más jóvenes, que en el altar mayor de nuestra parroquia, había una preciosa imagen de la Inmaculada, cuya fotografía, ofrecida en la página Web de Villa del Río, me ha parecido un gran hallazgo
Todos los días había oraciones específicas para este mes, dedicadas a la Virgen, más, como era costumbre diaria, el rezo del  Santo rosario, pero los jueves y sábados se hacía el ofrecimiento de las flores que consistía en que un grupo de niñas, ataviadas de blanco, con ramo de flores, más canastilla de pétalos, más largos velos de tul blancos también, en lugar preferente del presbiterio, llegado un momento del acto religioso, y con el coro entonando el  célebre, Venir y vamos todos con flores a María, de dos en dos se acercaban al altar y arrojaban los pétalos a la Virgen, depositando el ramo de flores en el suelo.
Horas antes del acto, a lo largo de la tarde, lo usual era que estas niñas, de puerta en puerta, pidieran “para el culto de María”, y era muy frecuente escuchar, más bien de mala manera: En la iglesia. Y es que llegaba un momento en la iglesia, en tanto se entonaba la Letanía, que el grupo de niñas se dispersaba con sendos cepillos pidiendo, igualmente, para el culto de María.
Por supuesto, no sé cuantos años fui una de esas niñas que con enorme entusiasmo ofrecía las flores a María, y recuerdo que, ingenuamente,  pensaba: la Virgen me lo tendrá que tener en cuenta y, por cierto, una anécdota que a mis hermanos y a mí nos hace reír siempre que la recordamos, Por indicación de mis padres, y dada mi gran timidez, más mi sosería, acompañada de un velo  hasta los ojos y que no era de tul sino de organdí por lo que se me quedaba rizado, mis hermanos Rafael y Benito, me acompañaban al acto de pedir por las casas. Llamaban a las puertas y,  cuando alguien contestaba, me daban un empujón y salían corriendo, de forma que me tenía que enfrentar,  y sin saber qué decir, con personas malhumoradas que me tachaban de no tener educación siendo hija de quien era.

Pero aquel olor a celinda, sobre todo, y a azucenas, que tanto cariño y esmero yo preparaba en el jardín de casa, se quedó como impregnado en mi vida para siempre, y es por eso que a lo largo de todos los años, mayo resucita, con aquellos olores y aquel, Venir y vamos todos..., la historia de mi vida en el pueblo,  mi querido pueblo, y en mis años de niña

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