MES DE
MARÍA
Parroquia de Villa del Río. Años de la posguerra
El colmo de
los colmos en el mes de mayo era la celebración del Mes de María. Debo
recordar, sobre todo de cara a los más jóvenes, que en el altar mayor de
nuestra parroquia, había una preciosa imagen de la Inmaculada, cuya fotografía,
ofrecida en la página Web de Villa del Río, me ha parecido un gran hallazgo
Todos los
días había oraciones específicas para este mes, dedicadas a la Virgen, más,
como era costumbre diaria, el rezo del
Santo rosario, pero los jueves y sábados se hacía el ofrecimiento de las
flores que consistía en que un grupo de niñas, ataviadas de blanco, con ramo de
flores, más canastilla de pétalos, más largos velos de tul blancos también, en
lugar preferente del presbiterio, llegado un momento del acto religioso, y con
el coro entonando el célebre, Venir y
vamos todos con flores a María, de dos en dos se acercaban al altar y arrojaban
los pétalos a la Virgen, depositando el ramo de flores en el suelo.
Horas antes
del acto, a lo largo de la tarde, lo usual era que estas niñas, de puerta en
puerta, pidieran “para el culto de María”, y era muy frecuente escuchar, más
bien de mala manera: En la iglesia. Y
es que llegaba un momento en la iglesia, en tanto se entonaba la Letanía, que
el grupo de niñas se dispersaba con sendos cepillos pidiendo, igualmente, para
el culto de María.
Por
supuesto, no sé cuantos años fui una de esas niñas que con enorme entusiasmo
ofrecía las flores a María, y recuerdo que, ingenuamente, pensaba: la Virgen me lo tendrá que tener en
cuenta y, por cierto, una anécdota que a mis hermanos y a mí nos hace reír
siempre que la recordamos, Por indicación de mis padres, y dada mi gran
timidez, más mi sosería, acompañada de un velo
hasta los ojos y que no era de tul sino de organdí por lo que se me
quedaba rizado, mis hermanos Rafael y Benito, me acompañaban al acto de pedir
por las casas. Llamaban a las puertas y,
cuando alguien contestaba, me daban un empujón y salían corriendo, de
forma que me tenía que enfrentar, y sin
saber qué decir, con personas malhumoradas que me tachaban de no tener
educación siendo hija de quien era.
Pero aquel
olor a celinda, sobre todo, y a azucenas, que tanto cariño y esmero yo
preparaba en el jardín de casa, se quedó como impregnado en mi vida para
siempre, y es por eso que a lo largo de todos los años, mayo resucita, con
aquellos olores y aquel, Venir y vamos todos..., la historia de mi vida en el
pueblo, mi querido pueblo, y en mis años
de niña
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