Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

17 nov 2020

Cuerpo y mente

DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN CUERPO Y MENTE ISABEL AGÜERA Hay cuestiones que son sumamente complejas y en las que yo no puedo entrar por razones obvias: no soy nada más que alguien que va entendiendo por experiencia lo que nos sucede a los seres humanos, y de la manera más sencilla entro a contarlo -no a explicarlo- porque en tiempos jóvenes pocas veces nos detenemos a pensar en cuestiones que vayan más allá de nuestros problemas actuales y de vivir lo mejor posible, pero el tiempo, los años son los grandes chivatos que poco a poco nos van dictando que no solo somos un cuerpo que trabaja, que se relaciona, que va y viene a dónde quiere y cuando quiere, que vive como le gusta sin que nadie le limite sus posibilidades, solo, eso sí, las posible enfermedades que sufrimos y hasta toleramos como algo pasajero, cuando en realidad lo son, pero llega un día que ese soporte físico que es nuestro cuerpo, por razones variopintas, pero sobre todo por los años, empieza a dar señales de averías a las que, al principio no prestamos demasiado atención, autoengañándonos, achacándolas a algún pequeño exceso: comidas, caminatas, estrés, etc. Y puede que todo eso influya pero la realidad es que las «ruedas de nuestro coche» se están gastando o están gastadas, y aquí viene el drama de una tremenda dualidad: no solo somos cuerpo físico, somos también mente, alma, espíritu como queramos llamarle, y sucede que si nuestra mente sigue funcionando normalmente, aunque con algún pequeño bache, nuestro glorioso cuerpo físico nos va cortando alas a gran velocidad, llegando el momento que piensas, quieres, proyectas, recuerdas, deseas seguir tu vida como siempre, pero no puedes: te falla el soporte físico que se te va deteriorando de tal manera que difícilmente te sostienes de pie, pasando de una total libertad a una absoluta y costosa dependencia. ¿Qué hacer? Para empezar no cruzarnos de brazos y en inútiles lamentaciones agobiando a los que nos rodean. Hay que esforzarse porque son muchas las cotidianas cosas que, con pequeños esfuerzos, podemos hacer sin caer en esa penosa, pero cómoda dependencia. Por otra parte aceptar que, a pesar de todo, estamos vivos y con nuestra mente sana, tenemos una gran herramienta para relacionarnos, crear y hacer felices a los demás. Puede que cueste, pero no obstante queda camino y hay que andarlo, vivirlo. * Maestra y escritora

4 nov 2020

Libros para no leer

MINIPEDAGOGÍA ISABEL AGÜERA En una ocasión me llegó al aula un lote de libros regalo, no recuerdo si del Ayuntamiento o de la Consejería de Educación, para lectura de alumnos de cuarto de EGB. Abrí el paquete, un tanto extrañada pues no son usuales tales regalos, y me encontré treinta libros, cuadrados, de tamaño pequeño con letra muy menuda e interlineado sencillo. Comprendí rápidamente que no eran libros para niños. Además, el tema eran historias de monumentos de Córdoba que para nada iban a ser de interés para aquellos niños. De ninguna manera podía pedir a los alumnos que los leyeran de forma comprensiva. No se trataba solo de los temas, eran palabras, renglones, tipo de letra, ilustraciones etc. etc. que hasta para mí venían a ser como un paisaje de agua negra y estancada en una pequeña laguna. No obstante, estaba previsto, como objetivo, una especie de evaluación acerca del contenido. Y se me ocurrió una estrategia: los niños, observadores de todo habían visto llegar el paquete, habían visto que se trataba de libros, que yo los hojeaba, etc. Les faltó tiempo para llegar a la mesa y exclamar: -¡qué montón de libros! ¿Son para nosotros? -Ya veremos –contesté intencionadamente- pero, por ahora, se quedan ahí. Volved a vuestro trabajo. Durante bastantes días, los libros permanecieron, encima de mi mesa e incesantemente llegaban preguntado: ¿puedo coger uno? ¿De qué tratan, maestra? ¿Los podemos leer? Una y otra vez yo le repetía: no; se han equivocado. Estos libros son para niños de más edad. Tendré que devolverlos. Mis intencionadas palabras eran acicate para sus deseos de tenerlos entre las manos. Y al fin llegó un día que le dije: -bueno, os voy a dejar que los veáis e incluso, si queréis os los podéis llevar a casa con la condición de que copiéis algo, aunque sea muy breve, que os guste. Y la estrategia resultó tan explosiva que los libros fueron leídos y hasta estudiados.

3 nov 2020

Cumpables

DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN CULPABLES DE LA PANDEMIA ISABEL AGÜERA Hace tiempo decidí no ver, no oír, no leer más noticias sobre el covid porque lo paso mal, muy mal sin poder hacer nada. No obstante, es imposible callar los comentarios que aquí y allá se suceden en opiniones que bien son críticas a lo que se hace, bien son posibles soluciones que aliviarían este gran dolor que padecemos todos por los enfermos y fallecidos y que aliviaría este miedo que sentimos con solo pisar la calle. Sinceramente me indigna que ante una pandemia mundial en la que están implicados científicos, médicos, laboratorios a tope, etcétera, cualquiera de nosotros pensemos que se podía hacer como solución aquello que, en definitiva, personalmente nos beneficia, culpabilizando de malos gestores a médicos, gobiernos, Comunidades, etc. Puede que yo sea una ingenua, pero creo que la solución no está en manos de nadie y que las medidas que se toman van en línea, por una parte, para salvar en algo la economía y, por otra, la principal, evitar contagios. ¿Pero cómo evitar que la gente, mucha, haga caso omiso de las medidas a seguir? Haría falta en la puerta de cada casa un coche de la policía y en la cocina de cada restaurante un vigilante que mantuviera a raya todo lo que allí se cuece. Es verdad que harían falta más médicos, pero por muchos más que hubiera, ninguno tendría en sus manos el remedio. Hay una buena recomendación que nos cuesta seguir y de la que pasamos olímpicamente y lo vemos todos los días: mascarillas, confinamiento voluntario, limpieza de manos y geles para todo. Hay quién dice que todo es mentira, que nos están engañando, etc. Pero esta que escribe puede asegurar, por haberlo pasado, que no se trata de un catarro normal ni nada parecido, sino de un mal desconocido que te sitúa al borde de la muerte. Por otra parte pienso: ¿el mundo entero se ha puesto de acuerdo para engañarnos? ¿No hay entre tantos millones de profesionales quién se opusiera a una patraña de tales dimensiones? Y no puedo pasar por alto una escena que, por casualidad, vi en la tele y que me llegó al alma. Se trataba de un anciano en una residencia que pedía, con toda la fuerza que mantenía, el ver a sus hijos. Decía: es que ya no los voy a ver más. Me voy a morir aquí sin ver a mis hijos; necesito verlos. Desgarradora escena porque hace falta muy poca sensibilidad para no empatizar con lo que aquel anciano pedía: ver a sus hijos. Y digo yo: ¿no se podría poner una mampara transparente, algo que estos pobres ancianos puedan ver a sus hijos? No es humano dejarlos morir sin ver al menos la cara de los suyos.