Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

20 jul 2021

La lección de las abejas

                                                                Mi Preciosa  cordobesa
 

A la sombra de un almendro en flor, observaba cómo las abejas, que se  contaban por centenares, sumidas en su éxtasis de pétalos y  néctares, de flor en flor, para nada se ocupaban de mi presencia.

¡Te van a picar! –exclamó alguien.

Pero, ¡qué va! Lo suyo era un vaivén de primavera,

y un temblor de vida,

y, un deseo, un placer, un deber con días contados.


Ellas  se bebían el néctar de las florecillas, y yo me adormecía arrullada por tan apacible y sabrosa sinfonía.


¿Cómo me iban a dañar si yo no les estorbaba?

¿Cómo si no tenían tiempo que perder?

¿Cómo si yo les podía resultar amarga para su miel?

 Y allí, bajo aquel almendro, cuajado de abejas caí en la cuenta de que también era primavera para mi ambrosía_ 

Sí, todos los seres humanos tienen a punto algo de néctar que de uno a otro, debo descubrir, beber y digerir mieles.


Tampoco yo tengo tiempo para las abejas. El reloj no cesa de marcar horas.


Revista Literaria


 


 

El discapacitado

 En su rostro, pálido y deforme se dibujaba una sonrisa. Una sonrisa que brotaba de la tristeza infinita de su alma, como brotan las gotas del rocío en la noche y amanecen cristalinas sobre los campos marchitos. Sus manos largas y puntiagudas se agitaban en un temblor sin retorno. Sus pies, que colgaban secos de unas piernas muertas, eran enormes zapatos que se aposentaban  sobre el plateado peldaño de una silla de ruedas grande y ligera que, al deslizarse, hacía un ruido macizo. Su cabeza, mata de pelo negro, retorciendo agitadamente el cuello, era la expresión viva de una alegría nueva, aquella mañana primera de escuela.

Un autobús blanco, impecable, con una cruz roja en las puertas, era la gran sorpresa de aquel día soleado de octubre. Los niños y niñas del colegio lo rodeamos. Las puertas del autobús se abrieron. Una plataforma, como si fuera un ascensor de juguete, descendió automáticamente, transformándose en una divertida rampa.  Por allí bajaron al inválido, con aquella sonrisa triste eclipsada en su rostro.

Lo conocí entonces. Era su primer día de colegio. Desde entonces, cada mañana y cada tarde, esperaba feliz al autobús que transportaba a Manuel, y esperaba, con impaciencia, la hora del recreo para empujar su carro de ruedas por entre los muchos alumnos que jugaban alegres en las pistas.

Hoy, después de muchos años transcurridos, pienso, de nuevo  en aquel niño inválido, en aquel amigo de mi infancia, que un día faltó al colegio y ya no regresó más 

Se ha ido al cielo -me dijeron-. Yo, al recordarlo, siempre me pregunto: ¿Por qué mi amigo tuvo que nacer inválido?  ¿Por qué tuvo que morirse tan pronto?

Y en mis sueños, lo veo, en  un carro de estrellas que empujan ángeles de esa escuela divina donde Dios nos aguarda a todos, y lo veo alado y celeste, escribiendo su nombre en la infinita pancarta del universo.

¡Espérame, amigo inválido! ¡Volveremos a estar juntos! Te lo prometo, pero entretanto ayúdame a caminar sin dejar espinas a mi paso. Como tú sólo quiero “andar sobre  blandas ruedas” para no herir, para no golpear la tierra que piso.

 


19 jul 2021

Mis contacto y yo nos divertimos

P

Avatares de algunos de mis contactos de Facebook

16 jul 2021

Un día cualquiera


 
Siete de la mañana. Nada más salir a la calle, un fresco indescriptible, con olor a tierra mojada, me soliviantan mis pasos hacia la playa que se hacen más ligeros e ilusionados. A dos pasos, los empleados de la limpieza me saludan: ¡no se vaya lejos que el cielo está chungo -me dicen entre contenedores y camiones,

Sí, está muy nublado; me encanta. Unas gaviotas me sobrevuelan. Unos pasos más y estoy en el espigón, mi destino de cada amanecer. Frente a mí, el puerto. A mi derecha un faro pequeñito. A mi izquierda, la sierra cuajada de casitas. Por detrás, unos dos kilómetros, Torre del Mar. Un cielo, en filigrana de nubes, luce ante mi vista en una maravillosa gama de tonos rosados, negros, grises... Me siento de cara al puerto, hacia el este, como cada día, en espera de que apunte el sol. El fresco se acentúa, las nubes, perezosas, "espurrean" unas gotas que me llegan y recibo como besos del cielo. ¡Qué emoción siento! ¡Qué paz, qué felicidad, qué delicia... ! Respiró hondo una y otra vez como si quisiera tragarme cada instante que me parece divino.  Ocho menos cuarto. El sol comienza su lucha con las nubes; es su hora de salida y encuentra la puerta cerrada. Un brillo dorado llega al mar que se torna metálico plateado. Mi cámara me pide más y más. No obstante siento miedo de moverme como si un leve aleteo de mis manos pudiera deshacer el encanto de aquellos momentos. 

Estática, como elemento más de paisaje, una oración me brota sigilosa: déjame, Dios, un día más. Quiero ser testigo, mañana, de esta hora de otra dimensión, de esta hora que quisiera eternizar y repartir por el mundo para que, a coro, repitiéramos: detrás de cada amanecer hay un Dios.  

Ocho y media. Por fin, el sol logra espantar a las nubes, un leve movientomde gente que corre, que hace genuflexiones, que pasea en bicicleta... Es hora de recoger mis bártulos, y me voy, pero una fuerza nueva me acompaña.  Ahora que os lo cuento, amigos, no sé si fue un sueño o realidad, pero en cualquier caso, por casi dos horas viví lo que pido y deseo sea mi cielo para siempre.

Ami nieto Gonzalo

 
Parece, mi querido Gonzalo, que te veo y te oigo, cuando de mi mano empezabas a dar tus primeros pasos y encontrábamos alguna dificultad. Yo te quería ayudar, pero tú te soltabas y repetías: yo “tolito”. Por eso, solito, si bien tu madre ha sido tu gran apoyo, al no divisar futuro alguno y tras tu brillante carrera de Filología Inglesa, lanzado a una autentica maratón de clases particulares, hoy, al fin, vas a ver hecho realidad tu ilusionado sueño: abrir una Academia de Inglés, una preciosa y bien acondicionada academia donde podrás ejercer esta profesión que llevas en los genes y en el alma: ser profesor, maestro que sin duda lo eres y sin duda sabrás cómo llegar a todos y cada uno de tus posibles alumnos.
Ayer me diste una lección tan grande... Sí, cuando llegaste a verme unos minutos. Al quitarte el casco chorreabas sudor -eran las dos de la tarde-, te pregunté: 
-¿De dónde vienes con el calor que hace? 
Y con esa sonrisa perenne que te caracteriza, contestaste: 
-Vengo de echar propaganda en los buzones. Muchas casas no abren, pero es lo que hay. 
¡Qué pena sentí y qué nudo se atravesó en mi garganta! Y ya no eras tu solo, sino tantos jóvenes que por nada, con los rigores del tiempo, se afanan en esa ignorada tarea de echar propaganda casa por casa y buzón por buzón. No abrimos, porque son normas de la comunidad, pero a veces, hasta sacamos los peores humos por su pertinaz empeño. ¡Qué profunda reflexión me provocaste!
Pero tú, mi cariñoso, inteligente, servicial, mi querido nieto te has labrado tu porvenir, a pesar de los “portazos” que a tus pocos años ya te ha propiciado la vida. 
¡Qué ejemplo de trabajo, constancia, e ilusión, que la cara se te iluminaba cuando medio en broma, medio en serio, hablábamos de una academia!. Días y horas empeñado en ganar algo para tu soñado proyecto. Al fin, hoy abres las puertas y quiero que recibas como primer aplauso el que, desde aquí, te da esta abuela que te vio nacer y crecer. Sí, esta abuela que quiere felicitarte, convencida de que tu esfuerzo será recompensado porque los sueños, y de ello puedo darte fe, cuando se persiguen con esfuerzo, honestidad y sin decaer, se convierten en realidad.
Un abrazo, mi vida, y en él incluyo a tus posibles alumnos que, sin duda, los considero ya algo también mío. Te quiero mucho.
 ¡Tú sí que eres un gran diamante! -DIAMOND





13 jul 2021


 

Sr. Presidente del Gobierno

 Diario Córdoba / Opinión

Sr. Presidente  del Gobierno

Isabel Agüera Espejo-Saavedra

13·07·21 | 06:01

Es imposible que una ciudadana de a pie sin ningún tipo de prerrogativas pueda ni tan siquiera aproximarse a usted, cuando un saco de interrogantes pesa sobre mis espaldas. No obstante, esta columna me sirve en bandeja alguna de las que me resultan más acuciantes y que usted no leerá, pero puede que a alguien de su gobierno le hagan tilín. 

Estoy al corriente de la revalorización de las pensiones y, bueno, algo es algo o casi nada, pero ¿no se han planteado nunca lo poco o nada que solucionan unos euros más o menos? Porque el jubilado, solo en muchas ocasiones, tiene que seguir pagando impuestos, luz, comunidad y, lo que es peor de todo, medicamentos que son muchos los que precisan y muy pocos los recetables que no alcanza a poder adquirir. 

Un simple espray para sinusitis le cuesta treinta euros, unas gotas para los ojos, otros tantos y no digamos el gasto de otras necesidades que no me parecen procedentes citar aquí, pero que suponen un auténtico suplicio para el mayor al no poder adquirirlas. Estos mayores, señor presidente, usted lo sabe bien, son los que levantaron a España tras aquella cruel guerra civil, trabajando, yo he sido testigo, de sol a sol en esta nuestra cálida Andalucía, y rascando aceitunas en tierras heladas en los inviernos, careciendo de todo y criando cuadrillas de hijos que, sin hablarles mucho de valores, son los honrados trabajadores de hoy día, muchos ya jubilados también. 

Hace falta empatía, señor presidente, en todos los gobiernos, y tratar de cobrar eso que llaman pensión máxima, o mejor, la mínima y que prueben en sus propias carnes estos duros rigores de los jubilados que se tienen que seguir refrescando con el abanico de siempre o el agua del botijo y sufriendo carencias de todo tipo porque aún con esa revalorización tan sonada, no les llega ni al segundo día del mes. Rebájele o quítele tantos impuestos y, de cajón, medicamentos, gratis.