Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

31 ene 2013

Silencio, hijos, silencio



Silencio, hijos, callad de vez en cuando, silencio, sobre todo en el alma. Hay que escuchar el rumor del viento en las madrugadas y el paso de las hadas buenas tripulando y portando lo mejor de nuestras acciones, en los crepúsculos.

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No puedo transmitiros mi fe, no puedo ni tan siquiera pediros que la tengáis, pero sí puedo en este amanecer invernal, cargado de niebla, aseguraros que siempre de mi nada brotó un halo, que no me pertenecía, que me creó de nuevo, que me colocó de cara al sol con una luminosa urgencia:¡Anda! ¡Levántate!
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No salgáis a buscar felicidad, a mendigarla, a comprarla… Salid, sí, con las manos vacías a encontrarla. Seguro que volvéis con la luz de la paz y la felicidad luciendo en vuestra frente.
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No viváis, hijos, preocupados por el mañana, porque sólo vivimos momentos sumergidos en el tenue agridulce que, en definitiva, es la vida, pero la vida fluye como los ríos y nadie puede bañarse dos veces en la misma agua. Y un momento es la salida del sol, y el ocaso, y un momento, la sonrisa de un niño y el perfume de una rosa, y un momento, el repique de campanas, el paso de un coche fúnebre, un pájaro que canta, un ser humano que llora… Hasta el momento postrero nos queda tiempo para esbozar una sonrisa, para verter una lágrima, para escribir una palabra sobre el blanco tapiz de la vida.
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No dejéis pasar ni un día en blanco en la corta historia de vuestra biografía. La vida es la pancarta que portaremos en el viaje definitivo y en ella debe lucir esplendorosa, como resumen de nuestra existencia, la palabra AMOR.
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Si tan sólo disponemos del momento presente, ¿por qué no vivirlo con la exquisitez de lo único y trascendente? Vividlo sin pensar en el siguiente. ¡Quién sabe si será tiempo en el reloj de la vida!
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No existe un ser humano cualquiera, de igual forma que no existe un día igual a otro. Hay que llevar a mano el rótulo de ESPECIAL para ir colocándolo a todos, a todo en el transcurso de nuestro caminar y así vivirlo.


24 ene 2013

Carta de des-amor

Solo por una noche vale la pena vivir... el amor, porque...
el amor no es moneda de cambio, ni es materia de olvido.
Si se ama, solo la muerte podrá entregarnos
 al lado oscuro  de los recuerdos.


  A un amigo, que nuca lo fue

¡Doce años, doce! En una incesante caída de días en este almanaque de olvidos, recipiente, no obstante, donde mis rosas siguen frescas, alimentadas por mieles de amor y esperanza.
Días, hojas que el viento, arranca, pisotea y se empeña en arrojar sin piedad a este río imparable en crecidas que es mi alma. Pero esta noche, ¡qué noche! ¡Qué bello sueño en mis pupilas dormidas que, seductoras, sostenían en vilo tu mirada, fragor de mares huracanados, mientras mis manos pequeñitas acariciaban las tuyas prisioneras de tantas promesas rotas!
Sigilosamente, iba a ti; ¡para estar contigo! Sí, quería que siguiéramos juntos, huellas de agua y cielo en la paz silenciosa del universo, trono de música, rumor de nubes, delirante torbellino de solemnes campanas.
Quería decirte las palabras más profundas, sinceras, las más tiernas y bellas. Quería decirte que sigue vivo tu rostro en aquellas fotografías casi robadas en un instante que se me caen de las manos, hoy.
Y quería decirte que guardo tus palabras sostenidas en el centro de un calmado lago de silencios, hoy.
Y quería decirte que los recuerdos se me hacen tan vivos, tan cálidos que me acuno en ellos y se tornan música nostálgica, hoy.
Pero, ¿y tu voz? Quería decirte que en mi pueblo hay una sonora fuente, cuyo eco jamás deja de cantar el rumor vivo de las entrañas de la tierra, y hay campanas cuya voz doblan a muerte o repican a fiesta, y hay lluvia en los otoños, voz que torna y hace florecer acequias, y correr ríos y arroyos. ¡Cuántas voces, amor, siguen vivas en mí! Pero, ¿y la tuya?
Quería decirte que la estoy perdiendo, casi la he perdido, casi se me ha muerto en el silencio oscuro de mi mente.
Quería decirte… No, no te dije nada, porque de pronto, en la carroza blanca de mis sueños, llegaste: ¡Bailemos, bailemos! –repetías-. ¡Anda, bailemos tú y yo!
Como en un suspiro, mi cuerpo, rayo de luz fugaz, llegó a la pista, música etérea, de tu ardiente mirada. ¡Cómo se estremecía mi débil tallo al soplo sutil de tu viento que, conteniendo su furia, tan sólo era caricia en mi árido paisaje! Sí, mi cuerpo, y mi alma se perdían en tu regazo, poseídos, como beso errante, arrojado al inmenso mar, en un tumulto de olas, gaviotas,lunas, nubes...
¡Bailemos, bailemos! Sí, en un deliro de notas que surcaban veloces el azul del cielo, el azul del mar... ¡Bailemos...!
Pero tu corcel de sueños, volvía a ser calabaza de frías realidades. ¡No te vayas, amor! –te suplicaba-. ¡Tan sólo por esta noche quédate!
Y si me duermo, y si te vas, deja un beso engarzado en mis cabellos, aquel beso que sólo fue deseo en mis labios, en mi alma, beso que se esfumó sin huella.
Y esa gota de tiempo adolescente que me corre todavía por el alma te recordará  siempre en el adiós de pájaros viajeros, y en el húmedo albero del jardín en los inviernos, y en noches de estrellas y lunas…
¡No, no  dejes que despierte, no te vayas. Por esta noche, sólo, quédate!
Y si te vas, eso, deja un beso en mi almohada que regaré cada noche con el recuerdo de un sueño.
¡Pero esta noche, solo, quédate! ¡Bailemos!



15 ene 2013

Stop al Estrés: Mi visita al cementerio


Visita al cementerio

Pues, sí, lejos de los días oficiales en los que riadas de gente, con cargamentos de flores, rinden culto a los muertos, de vez en cuando, me doy una vuelta por el cementerio y, nada: beso una lápida con el nombre del que fue mi compañero y vuelta al trajín de la calle, de la casa, de la familia, de la sociedad…

Pero hoy, nada más pisar el Campo Santo, una tremenda relajación me inundó. Como si un baño de azahares me hubiese corrido por todo el cuerpo, noté una agradable sensación de bienestar. Me detuve, bajo un manto de cipreses y me senté en un banco a reflexionar: ¿Era la proximidad al mundo de los muertos? ¿Era un hálito sobrecogedor del lugar?

No, ¡qué va!, la provisionalidad que somos, el final, que en un imprevisto nos puede llegar, y que siempre tengo presente, me llevó, una vez más a descubrirlo, sin interferencias, en el silencio, la paz que manaba de aquel lugar. Silencio acentuado por el alborozado piar de pájaros por entre los cipreses que a un soplo de viento desprendían minúsculas virutillas que caían en mis manos. Alguien, al cruzarme, exclamó: ¡Vaya gusto, niña! ¿Por qué no eliges otro árbol más alegre?

Una sonrisa por respuesta. ¿Cómo explicarle que los cipreses tienen la voz que un día no tendré oídos para escuchar? ¿Cómo explicar que mis cipreses tienen el color y el olor que un día no podré percibir? ¿Cómo explicar que mis cipreses serán la única sombra amiga que me cobije, cuando para todos sea olvido?

Hoy, en mi visita al cementerio, he querido acostumbrarme a su sombra, a su olor, al sonido del viento al encaramarse en la cúspide de sus ramas, porque, ¿Cómo entender tan variopinto el significado de tan maravillosas sinfonías después, si no los conozco ahora? ¿Cómo entender el lenguaje del más allá si no empiezo a escucharlo en el más acá?

Al regresar a mi casa, las prisas, el estrés, al menos ese día, quedó aparcado sin fecha. Me senté en este ordenador y elegí para hacer lo que más me apetecía: crear algo.

Y esta es la prueba. No vale nada, pero vale mucho: mi relajación por un día, al menos




12 ene 2013

A mis hijos: Somos lo mejor que tenemos




El hombre cultiva mil rosas y no encuentra en ellas lo que busca, y lo podría encontrar en una sola rosa. Saint-Exupery


Queridos hijos:

No cerréis los ojos al fabuloso escenario del mundo. Si os decidís a abrirlos, tendréis la sensación de que habéis eliminado una enorme cortina que os impedía ver la luz del sol, el auténtico color de las cosas, el exiguo valor de tantos afanes, de tanta fastuosidad innecesaria que, como mínimo, os provocan ansiedad, angustia, depresión....
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En vuestra voluntad está el querer y en vuestro corazón la ilusión y el amor.
Ingredientes para vivir en paz, sin miedos, sin ataduras y siempre remontando nubes de polvo propias tan sólo del camino.

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Hace ya muchos años me decidí a ser, en lo posible, mi mejor amiga, mi propio médico, psiquiatra... psicólogo. Me decidí, en definitiva, a ser adulta.
Y aprendí algo importante y transcendente para mi futuro más inmediato: en soledad se busca mejor la verdad, sin que ello conlleve despreciar la compañía, aunque no debemos poner en ella todas nuestras expectativas.
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Buscar en soledad la verdad es caer en la cuenta de que el hombre es un ser solitario que necesita la presencia de los demás para creerse acompañado, comprendido y amado. A veces esta ciega creencia nos puede hacer caer en la frustracción más absoluta. ¿Acaso somo snosotros para los demás comprensión, compañía, amor...?
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Pero no ha lugar a tal en un mundo duro de oído a la calidez de la palabra, porque son demasiados los ruidos interiores y ellos nos ahogan en una especie de indiferencia absoluta hacia el otro que se nos aleja frustrado, maltratado... abandonado.
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Somos, hijos, lo mejor que tenemos. No debemos, pues, ignorarlo ni desaprovecharlo de cara a nosotros mismos y de cara a lo que podamos aportar a los demás.


Que así os lo creáis será fuente de felicidad ya que os privara de inútiles dependencias.




















1 ene 2013

Un cuadro que me mira




Sí, un cuadro, este, un cuadro herencia de abuelos y padres. Siempre presidió el mejor sitio en la casa de mi infancia. Y desde que falleció mi madre, y por expreso deseo suyo, aquí está, por encima de mi escritorio. Me mira, siempre me mira. Años y años mirándome. También mis ojos, a diario, buscan su mirada.
Y no es un sentimiento religioso lo que me guía, no. Podía ser una fotografía de mi padre, de mi madre, de un marginado, de un niño… Podía ser la mirada de cualquier ser humano… Pero en este cuadro que me mira, la imagen, la fotografía, el icono… hay un algo que me transmite serenidad. Es como si en mis peores momentos, su mirada fija en la mía, me repitiera: No pasa nada.

Y esta madrugada, cuando el mundo eclosionaba con estruendos festivos, su mirada me decía: No te preocupes por los años. El tiempo es un reloj parado. Tú si tienes cuerda; no dejes que se te detenga.

Y yo, como sumergida en un mar de miradas calmas azules, blancas, rosas…escribía:

Ante el orgulloso, mejor rendirse. Será la única forma de que pueda entender la grandeza del orgullo.
Dale siempre al otro oportunidad de quedar bien, aunque tengas que adelantarte improvisando una falsa pero mejor interpretación.

Si sabes, no lo digas porque te arrinconarán. Si no sabes, proclámalo y te lloverán amigos, maestros, propuestas.

Si acaso crees que te olvidan, piensa, porque tal vez ese olvido sea una excelente memoria.

Cuando hablamos de la gente, pensamos en los demás, y los demás, cuando se refieren a la gente, piensan en nosotros. Algo, mucho, casi todo tenemos en común.

Hay que coleccionar momentos. Cuando los sumemos comprobaremos que el total puede ser la única felicidad posible.

Dónde pongamos nuestros pasos, procuremos crear o mejorar caminos. Dónde pongamos nuestras manos, sembremos una cadena de manos. Dónde pongamos nuestras palabras, tratemos de que sean semilla de frondoso árbol. Dónde pongamos nuestros ojos, robemos lágrimas ajenas. Dónde pongamos nuestro corazón… ¡Ah! Dónde pongamos nuestro corazón estaremos nosotros marcando la hora definitiva, la mejor, siempre.


       Y tú Gioconda, que también me miras, no me transmites nada. ¿Es indiferencia tu mirada? ¿Es desprecio? ¿Es superioridad? ¿Es ironía? No sé qué es, pero tu mirada está, para mí, vacía. No te quejes.  Solo eres una pintura de pincel, un cuadro; nada de mirada.
Ahí te quedas, esta noche, mañana siempre fría, indiferente, ¿enigmática dicen? ¡Anda, anda! Descruza tus manos y pinta "mejor cuadro"
 No me sirves.  Adiós.