Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

24 dic 2019

Mi Navidad eres tú

Después de tantos años vividos, esta madrugada, como un nuevo aldabonazo, ha llegado a mí la Navidad: ¡una macetita de regalo en manos de un asiduo de la cafetería y de la hora! A las seis de la mañana de cada día mi compromiso presencial con el amanecer, con el índice de recuerdos en el que los nombres de familiares y amigos desfilan en la caricia de música que solo yo escucho pero que me habla de la fragilidad humana de todos, me habla de pobres y enfermos que a esas horas, y a todas, sufren, música que me habla del misterio de la vida, que me habla, sobre todo del amor que nos debemos unos a otros, pero hoy, cuando este compañero de hora y silencios, me llegó con tan importante obsequio, por mi cabeza la Navidad en persona llegaba a mí. Sinceramente no tengo palabras para expresar mi emoción y agradecimiento, pero sí mi reflexión y compromiso con días que materializamos comiendo, bebiendo, gastando y quejándonos de la crisis que, no obstante, se esconde en fiestas, porque, un día y otro día, al final es un día. Así que mi mensaje de Navidad es a un tiempo tan pequeño y tan grande como mi macetita de este amanecer, porque regalar Navidad puede ser algo tan sencillo como una visita, a ese solitario y triste mayor, una sonrisa al que sufre, una palabra, un silencio, un beso, un gesto, una mirada... Nos sentimos a veces tan olvidados... Regalar Navidad, en definitiva, es regalar ilusión entonando un singular villancico sin dejar de mirar a los ojos del mundo: mi Navidad eres tú, pequeño que tienes frío y hambre, mi Navidad eres tú, pobre mayor que no tienes para pagar tus medicinas, mi Navidad eres tú, mendigo de noche y días en la calle, Mi Navidad eres tú, pobre enfermo que, en la cama de un hospital, sueñas con vivir bajo un cielo de soles y estrellas, mi Navidad eres tú, viajero de pateras que sin papeles deambulas y huyes. Mi Navidad será una cena de familia y en ella, quisiera una silla para ti y  una mesa para el mundo, porque mi Navidad pertenece al universo de seres humanos que, por igual, deberíamos tener, paz y justicia como mínimo.
Y mi Navidad, sois vosotros, amigos de este  Blogs, desde hace años y en torno a la lectura, estáis ahí, día a día, silenciosos,pero no importa. Sed felices, os deseo, valorando tan grandes y aparentes cosas como una cena en familia. A los mayores les pido que hagan un paréntesis de recuerdos, de enfermedades, etc, porque nos toca hacer  de esta noche, una Nochebuena de recuerdos festivos. Así lo hicieron nuestros padres y tendrían sus grandes problemas pero nos transmitieron alegría y paz. Así que, ¡arriba todos y vamos juntos a cantar la marimorena!






20 dic 2019

El camino que lleva a Belén

                                  

Siempre, desde muy niña, me han llamado la atención los seres humanos que, estando en la fiesta, ni han sido invitados ni participan de ella. Sí, están ahí sencillamente como podía estar un manido y viejo bodegón, colgado en la mugrienta pared de una taberna cualquiera. Y mis ojos sabían descubrirlos y mi alma sentirlos en la impotencia de una precoz intuición: no era justo. Pero la fiesta sigue y en ella los solitarios espectadores, desde el anonimato más absoluto, rozan nuestra piel sin que tan siquiera  sean visibles a nuestras miradas ávidas de  salir en la foto, miradas que lo quieren abarcar todo, gozar todo, pero oteando sólo desde la superficie, y evitando así complicaciones de honduras. 
Las fiestas de Navidad ya están, un año más, en nuestros hogares, en nuestras vidas, en nuestros bolsillos. Y en ellas, casi como absurdo simulacro, el Nacimiento de Dios. Y yo, amigos, en este amanecer frío, con días aún para la gran fiesta, os invito a una reflexión que nos reconduzca al único camino que los seres humanos deberíamos no perder, o retomar en cualquier caso.
 Sí, el camino que lleva a Belén, al encuentro con la verdad, con la solidaridad, con la justicia, con el amor. Porque allí está Dios, en ese pobre solitario que no invitamos a nuestras celebraciones, en el emigrante que mendiga por nuestras calles  o flota muerto sobre las aguas de nuestros mares, como esas oleadas de peces que a veces arriban a nuestras playas. Y Dios está en esos niños que se mueren en indigencia y abandono, y en tantos ancianos que tan sólo son rumiantes de recuerdos silenciados, y en tantas mujeres maltratadas, muertas que cada día son noticia en nuestros medios de comunicación, y en otros mundos donde la gente muere en locas guerras… No, no hay silencios en la gran boca de Dios. Hay, eso sí, oídos sordos de los hombres que buscamos y queremos un Dios, justo a nuestra medida.
Y en estos días especialmente sólo le pido a Dios que las desgracias no me sea jamás indiferente y que en este "Camino que lleva a Belén"  pueda ir acompañada, de la mano, de tantos pobres, marginados y solitarios caminante  como andan, invisibles, por él.