-¿Cómo te llamas? -preguntaba a un alumno nuevo.
-Mi nombre es muy feo -contestó algo avergonzado-; me llamo Carmelo.
-¿Y por qué dices que es feo?
-Porque mi madre dice que Carmelo es nombre de viejo, y que es más chulo Ismael, pero como mi padre se llama Carmelo...
-¡Nombre de viejo! -exclamé- Pues, a mi Carmelo, más bien me parece nombre de niño y nombre bien bonito porque es casi lo mismo que “Caramelo”.
El chavalillo se quedó unos instantes en silencio y, al final, exclamó:
-¡Es verdad! ¡Si sólo le falta una a!
-Mi nombre es muy feo -contestó algo avergonzado-; me llamo Carmelo.
-¿Y por qué dices que es feo?
-Porque mi madre dice que Carmelo es nombre de viejo, y que es más chulo Ismael, pero como mi padre se llama Carmelo...
-¡Nombre de viejo! -exclamé- Pues, a mi Carmelo, más bien me parece nombre de niño y nombre bien bonito porque es casi lo mismo que “Caramelo”.
El chavalillo se quedó unos instantes en silencio y, al final, exclamó:
-¡Es verdad! ¡Si sólo le falta una a!
Emocionada, contemplando el destello de felicidad que brilló en su mirada, me dije:
Todos tendríamos que estar preparados para encontrar la "a" que falta para que tantos seres humano spuedan sentirse felices.
Todos tendríamos que estar preparados para encontrar la "a" que falta para que tantos seres humano spuedan sentirse felices.
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