Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

24 jun 2019

La cuarta edad

DIARIO CÓTDOBA / OPINIÓN
 ISABEL   AGÜERA

Un amigo, gran  médico, me hablaba de algo que yo no había oído: una cuarta edad. Gracias a las mejoras en los estilos de vida y a la atención sanitaria es más frecuente que grupos de personas enmarcadas en la ancianidad, la tercera edad, se encuentren en plenitud de facultades mentales  y muy aceptables, físicas y, si bien es normal que sientan algún tipo de dolencia, lo cual no las convierte en desahucios de la sociedad. 
Son muchos los mayores que se encuentran bien para casi todo y no obstante son objeto de discriminación para demasiadas cosas. Desde mi punto de vista hay grandes diferencias entre ser mayor y ser viejo: mayor es quien tiene años; viejo quien perdió la jovialidad. 
El mayor vive cada día como único, con proyectos, con ilusión; para el viejo todos los días son iguales y su agenda está en blanco. 
El mayor camina, trabaja, se relaciona, se comunica: el viejo la mayor parte del tiempo lo pasa renegando de todo. En mi particular oración pido que los años no me hagan indiferente, insensible a mi realidad presente, porque quiero seguir construyendo, colaborando, soñando… 
Hay un pensamiento de Marañón que viene a resumir todo lo dicho: "Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a "morir". 
Ánimo, pues a esa cuarta edad. Hay que seguir regando la parcela por pequeña que sea, hay que seguir aprendiendo, enseñando, repartiendo esperanza, alegría, ilusión, optimismo… 
Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar un día y mañana, otro, para soñar, para mirarse al espejo y exclamar: ¡sigo vivo!  
Jamás un hombre es demasiado viejo para dejar de enamorarse, para dejar de amar. Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven".


21 jun 2019

Mensaje a padres


Dicen, mi niño

RECOMENDAS PARA EL VERANO
 Hoy, en Andalucía, se le dan vacaciones a los niños. De ahí este escrito, tal vez repetido, pero siempre bueno de recordar

Dicen, mi niño, que eres listo, pero que estudias poco, que atiendes menos, que suspendes exámenes, que juegas en clase, que hablas, te ríes, que no te concentras, que reniegas de las tareas, que te cansas rápido de estudiar, que eres hiperactivo, que no sueltas el móvil, que eres desordenado, que eres desobediente... 
Dicen que es tiempo de ir a clase de música, baile, deportes, inglés, etcétera.
Dicen que es tiempo de catequesis, tiempo de confesiones y comuniones, tiempo de madrugar, tiempo de correr que llegas tarde, tiempo de ser el mejor...
Dicen que no sabes la tablas, los verbos, los ríos, los límites de España..., que no sabes nada.
¡Qué pena me das, mi niño! ¿Alguien te habló alguna vez de la felicidad? ¿Alguien alguna vez se interesó por conocer tus gustos, intereses, aficiones...? ¿Alguien alguna vez se preocupó de enseñarte a pensar, a opinar, a escuchar, a mirar y ver el mundo más allá de ese círculo de obligaciones y responsabilidades que tanto pesan sobre tus débiles espaldas e incluso sobre las mías?
¿Alguien, alguna vez, te habló de libertad, solidaridad, amor...?
Tú, mi niño, tal y como yo te veo, eres un micro universo, cuajado de estrellas que los mayores vamos apagando en la torpe creencia de que las vamos encendiendo.
Tú, mi niño,   eres como una pequeña planta que hay que regar, abonar, podar, limpiar de las malas hierbas, cuidar cada día y proteger de las intemperies y con paciencia esperar el fruto.
¡Qué fracaso el de padres, maestros, Administración que hacen de ti un montón de estadísticas, de exigencias en papeles! ¡Qué fracaso el de  todos que olvidados de tus pocos años, contribuimos a ellos en lugar de rebelarnos y luchar por tachar de tu vida las palabras que tan mal te definen!
Mi niño precioso. ¡Qué antorcha de luz y esperanza veo en la transparente inocencia de tus lindos ojos! No juegas, apenas ríes, haces ruido pero no hablas; te quejas de todo, y yo digo que con razón. Te veo corriendo hacia el futuro sin más armas que un móvil que puedes perder y en el que no está escrito ese mañana que te aguarda.
Esta maestra que tanto trabajó, y tanto  lucho por hacer de ti un futuro creativo, ilusionante, preparado, capacitado para la improvisación y adaptación a nuestros tiempos y a nuestro mundo,  te dice, hoy: no te  encierres en las posibilidades de un móvil o un ordenador, vive, mi niño, sueña, sé feliz y no permitas nunca que las manos de  malos alfareros te modelen a su gusto. 
No lo veré, pero llegará un día que emergerá la luz del juicio sensato que devuelva a los niños su condición de niños y sean ellos los verdaderos y auténticos protagonistas de la educación y no papeles y exigencias de todos que, por exceso o por defecto, se olvidan de que eres un niño.












19 jun 2019

Evaluación final




DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN
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Nos aproximamos al final de curso y tanto en profesores alumnos y padres la palabra evaluación se erige en trabajo para los unos y preocupación e interrogantes para los otros. Conviene recordar que el objetivo principal de la evaluación es el de describir e interpretar, no medir ni clasificar. Por otra parte, hay que fijar más la atención en el esfuerzo, en la calidad de las actividades llevadas a cabo, que en la cantidad de resultados obtenidos. Si bien el tema es muy extenso, me limitaré a un solo aspecto de la evaluación que, a pesar de su capital importancia, poco o nada es tenido en cuenta por maestros y padres.
Me refiero a que los seres humanos no somos sumandos, luego nadie debería colocarnos el signo del igual, cosa que ocurre cuando, sin ningún tipo de escrúpulo, evaluamos matemáticamente, comparamos y hasta anatematizamos, sin valorar para nada el esfuerzo, la capacidad o la actitud de cada alumno. De esta manera, la evaluación, algo tan complejo, de tanta responsabilidad, queda reducida a comprobar, medir, contar en cuantas áreas se apunta al prestigioso sobresaliente o al desgraciado suspenso.
Cuando a un alumno se le coloca el progresa adecuadamente, habría que entender que, de acuerdo con sus conocimientos previos, con su capacidad y esfuerzo, va superando los objetivos que deberían ser metas al alcance de todos los alumnos. Es decir, va progresando según él y no según el más aventajado o el criterio más rígido de su profesor.
Por favor, que maestros y padres valoren el esfuerzo, y dejen de comparar. Pero, sobre todo, que se atienda a la diversidad y se les dé oportunidad a todos y cada uno para alcanzar su propia cima que nunca tendría que ser comparada con la de otro.
En cierta ocasión, un pequeño de siete años, lloraba y repetía: «No quiero ir al colegio; a todo me ponen mal». ¡Cuánta indignación y pena sentí! ¿Qué clase de maestros somos si cometemos tales atropellos? De ahí que un alumno que no ve jamás recompensado su esfuerzo, será un eterno fracasado. Hasta el próximo curso.
Mañana seguimos con el Virutas que está interesante y divertido.

Me gusta verme rodeada de niños, niños que hoy son todos mayores de edad. Y digo esto porque no soy partidaria de sacar fotos de niños con su edad actual.

15 jun 2019

Mi querido nieto Javier



Delante de mí, querido nieto, tengo tu foto de joven guapo, cariñoso, decidido, valiente... que desde hace años tienes un sueño: subir un día a los escenarios como gran profesional del cine y teatro. Para ello, empezaste, contra muchas voluntades, a estudiar Arte Dramático, aquí, en Córdoba, pero pronto comprendiste que tenías que dar un gran salto para conocer otros mundos, otras gentes, para lograr apertura, autonomía, para afianzar tu personalidad en tiempos tan complicados para abrirse cualquier camino de futuro.
Mirando tu foto, recuerdo una anécdota de tu infancia que nuca he podido olvidar. Fue un día de verano que llegué a tu piso mareada. Me dejé caer en un sillón, mientras tu madre, me preparaba un ligero desayuno. Allí, en medio del salón estabas tú, con casi dos añitos, sentado en una manta y rodeado de cochecitos. Te quedaste mirándome y en unos minutos te oí decir: toma abuela las pilas de mi coche y te las pones tú. 
Jamás, lindo mío, hubiera encontrado mejor remedio para todos los males del mundo: generosidad y amor. ¡Cómo te abracé! Nunca, nunca podre olvidar aquel gesto de un niño que hoy, tras veintidós años después, vuela lejos tras un sueño que esta abuela materializó en sus teatros con niños y mayores por los pueblos de nuestra Andalucía.
 Los sueños, vida mía, son como telones que hay que ir recorriendo con el riesgo de encontrar la nada o la satisfacción de encontrar una mano, pero siempre hay que seguir. Mi sueño, un día, lo sabes: ser maestra y ser escritora. ¡Cuántos escollos, tropiezos, envidias, desengaños, esfuerzos, etc!. pero al final, si no te rindes, un día te alzarás con la antorcha del gran triunfo personal que es lo único que te valdrá, porque el aplauso más verdadero y auténtico será el que te des a ti mismo.
Por eso, vuela alto, que nada ni nadie te contamine, te desvíe, te haga descender... ¡Tu estrella!, no la pierdas de vista que ella te guiará hasta el final y si en algún momento te sientes desfallecer, piensa que la abuela conserva aquellas mágicas pilas de tu cochecito que me hicieron casi resucitar y que esté dónde esté, cuenta con ellas que te las llevaré.

Te quiero muchísimo y mi mayor deseo es que aterrices y sigas siendo el joven austero, complaciente, reflexivo que has sido siempre. Un beso que te dure toda la espesa y larga andadura que te espera y que te renovaré cada día, mi lindo y querido Javier

12 jun 2019

Recuerdos: uso de razón


Hoy os traigo, amigos,  un relato de mi vida que me marcó junto con otro que dejaré para otro día. 
No sé si fue entonces, cuando comencé a vivir o a morir. Mi madre, con gran solemnidad, me dijo un día: hoy cumples siete años. Ya tienes uso de razón Ya eres una mujercita. Por las galerías salió a la baranda Luisa que con grandes carcajadas  exclamo:
Y  ya mismo pones el huevo. Mi madre la miró y le indicó que se callara. Hacía mucho frío. Era domingo. Yo, como siempre que podía, y las máquinas de escribir estaban libres, me refugiaba allí  en mi deseo de aprender a escribir en ellas. Mi madre se alejó. Yo, ni palabra, pero algo se me solivianto en los adentros: qué o quién era aquella señora que me visitaba a los siete años y, pensando que se trataría de una luz que se encendía en el corazón, me miraba y descubrí que me latía pero nada de luz, pero eso sí, con el dedo y sobre las nobles maderas de un noble mostrador garabateé un siete y miré a mi alrededor. Descubrí un gran almanaque colgado de la pared, con un 24 de enero en rojo, y un bodegón torcido, y unos mapas  raros  que nada tenían que ver con los del colegio  y límites de España ¿Sería aquello cosa de la señora razón? ¡Cuántas veces a lo muy largo ya de mi vida he recordado aquel momento en que fue acreditado mi uso de razón! ¡Y cuántos "perigallos" hemos dicho y creído! Porque, ¿hay edad para que la luz de la razón se encienda en nuestro modo de vivir y actuar? Con frecuencia decimos: sé esto o aquello desde que tengo uso de razón. Creo que eso quiere decir desde que fui consciente de mi primer pensamiento, pero si es así, yo comencé a funcionar con tal uso a los tres años porque, sí, algo recuerdo de aquella tierna infancia.
No obstante, muchos, muchos años que mi  ganado  uso de razón, además un perigallo que no me servís para nada, porque si  haca uso de él: bailar, enamorarme, ir al cine, etc. mil  de voces se alzaban para decirme: ¡no, por ahí, no, ese no es tu camino! ¿Y cual, si mi  uso razón me había convertido en una mujercita? –según mi madre-. Por lo visto obedecer a las monjas, al cura, decir, no, a mi novio Manolo,  nada de bailes, nada de cines si no eran blancas las pelis, mucha acción católica, hija de María, montañas nevadas, cara al   sol, y eso: esperar a ver por dónde ponía el huevo anunciado por Luisa, y me pasaba  ratos mirando a las gallinas a ver cómo lo ponían.
Por supuesto no culpo a nadie. Fueron los tiempos, las costumbres, los miedos, las represiones tras aquella tremenda guerra. Hoy estoy convencida  de que los mayores también iban o venían  por ese camino

 Y visto lo visto, al día de hoy, pues, ¡que seguimos casi igual: somos libres, pero no hables que te puedes encontrar en una boda sin convidar, no opines que te tachan de las lista de posibles ventajas, y nada de ser objetivos, lógicos, inteligentes... Por eso, mejor,   el tiempo loco que tenemos y cuatro tonterías... ¡Ah!  y  apalabrados   que va muy bien para  no pensar y mantener la mente agilizada... ¿Y para qué? –me pregunto yo- Y me contesto yo:   para que nadie me engañe, ni me asuste más. Haré lo que quiera que, por cierto es alejarme de todo lo que no me guste, dejar de preocuparme los y las trepadoras que tanto abundan y a vivir en paz con mis escritos, mis amigos de Facebook, mi familia y la buena gente de mi pueblo y del mundo. ¡Pobres niños que he visto hoy sin hogar, trabajando,  durmiendo, tirados en la calle!

Y seguir queriendo y recordando a mis exalumnas de todos los tiempos