Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

24 ene 2011

A propósito de la luna llena


Atardeceres de mi pueblo en primavera. Calles largas de sol, poseídas ya por generosa floración de geranios y gitanillas, por algarabía de chiquillos en horas de ocio, por piar de pájaros que sobrevuelan tejados y árboles y, como los trigos, las cigüeñas, las amapolas, llegaban también, cada año, con la primavera, los gitanos.

Y llegaban con sus canastillas de mimbre y enjugaderas, con sus cacharros de hojalata, cargados de churumbeles que, medio en cueros, corrían por las calles graciosos y agradecidos a la caridad de la gente.

Y recuerdo una tarde, casi única en mi vida: El sol en anaranjado crepúsculo declinabsa dorando las piedras del viejo puente romano. El cemnterio, alargadoen cipreses, ondeaba en sombra porel río.
Las calles, las plazoletas... empezaban a ser silencio negro, misterio, miedo, secuelas trágicas en aquellos años de la posguerra. Los religiosos toques de Ángelus irrumpían como halo de paz y oración.

Y yo, niña de cuentos, juegos, niña de sueños, desafiando encantamientos y maleficios, me acerqué al mísero y humenate campamento gitano. Y allí, una burra seca que se revolcaba en el tieeno verde de la hierba, y canalillos de agua que corrían por entre los pies descalzos de los gitanos, y canciones, palmas y bailoteos, y allí, fuego, mantas por los suelos, ramos de jazmines, garrafas de agua...

Y allí mi más insólito descubrimiento, un indescriptible olor, mezcla de paja, pringue, caminos, conjuros, historias... Y en el cielo, la luna  grande, grande que me arrebaba en deseos infantiles de acariciarla entre mis manos.

Daban las doce campanadas de la noche en el reloj del Ayuntamiento. Por mi balcón también luna llena que  me transportaba en sueños infinitos.
 Y aquella niña de diez años, escribió en la tela de su almohada, una singular frase: Quiero ser gitana y tener la luna por techo.





7 ene 2011

Nueva Obra


´ÉL ESTABA ALLÍ  /  MICRORRELATOS SUBLIMINALES


Cada día encuentro en mi camino huellas que no pertenecen a calzado humano. Sobre ellas coloco mis pies descalzos, miro al cielo y exclamo: ¡Dios pasó por aquí!

Y sigo profundizando en ellas para que no las borren los malos vientos que corren y que aventarán un día la palabra hombre de la faz de la tierra, porque tras ese sol maravilloso que acude fiel a su cita con los días, Dios sale a mi encuentro sin fallarme jamás, y no con varita mágica, sino para recordarme que en los bolsillos de mi equipaje colocó herramientas para que me recomponga una vez y otra.

Como el viento que pasa y no lo veo pero lo noto en mi rostro y me da ese hálito que preciso en cada instante, Él está en mi vida, en la vida de todos. Abro los ojos, miro y allí está siempre Él.

5 ene 2011

HOMBRE SEDIENTO



Tras muchos pasos, él, hombre de caminos. se notó desfallecido y sediento. Buscó, y encuentró, una fuente, perdida en laberinto de monte y piedras. Sació la sed y descansó.

Pasado un rato, y teniendo que reanudar el camino, se despidió de la fuente. Balbuceó: Gracias, muchas gracias, fuente. ¿Qué hubiera sido de mí, si no te encuentro...?

La fuente, nacida de los tumultuosos manantiales de la tierra, habló y dijo: Gracias a ti, amigo que me has necesitado. De no haber hombres, mujeres sedientos, mis aguas se transformarían en cieno y atascarían mi manantial. Dale gracias también a Dios que me manda la lluvia.

En el silencio de aquella hora de viento y soledad, el hombre se dijo: ¡Qué buen orden, el del Creador, si supiéramos respetarlo!