Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

29 jun 2022

HISTORIA INOLVIDABLE

Una carta para empezar

Hola, querido Toni: Te escribo desde muy lejos. Figúrate que casi rozo el filo del mapa por el norte. Me vine, a otras tareas pedagógicas, antes de darte las notas. Aquí estoy viendo muchas cosas y conociendo a mucha  gente pero me acuerdo de todos vosotros y, especialmente, de ti, pequeño mío. 

No tuve tiempo para darte una explicación, y ya lo has visto: he tenido que suspen­derte porque los mayores, los que, por autoridad, decidimos estas cosas, considera­mos que tú no has llegado al nivel, exigido.

Y aquí, sentada en la playa, distraída con las olas, que tú nunca has visto pero que sabes imaginar como  bocanadas de espuma que escupen las bocas gigantes de los monstruos marinos, pienso en ti, y te estoy viendo con los ojos llenos de lágrimas gordas que se te van escapando por debajo de las gafillas y van churreteando esa carita de melocotón, que se ilumina y se hace transparente, cuando una cosa te pone contento.

No llores, querido Toni. De verdad que se me parte el corazón. Lo tuyo, por ahora, no son las lecciones, los problemas y, mucho menos, ese montón de libros que pesa tanto sobre tus débiles espaldas. Tú eres un creador, un artista... Algún día, como tanto deseas, irás a una Escuela donde aprenderás lo que a ti te gusta.

En mi carpeta, revueltos entre muchos papeles, tengo algunos de tus bonitos cómics. Son una preciosidad, y tengo aquel cuento que titulaste "El hombre que siempre rea de noche", aquel hombrachón negro que sólo  tenía blancas las ventani­tas de sus ojos y el estuche de sus dientes.

¿Te has fijado en el sobresaliente que te he puesto en Dibujo? Enséñaselo a todo el mundo. No te importen las demás notas. ¡Ya las mejorarás! A los creativos como tú, hay que darles su tiempo. Además, mi querido pequeño, con esas notas, y con tus po­cos años, podrías enseñar muchas cosas a los mayores: pedir la palabra en un de­bate, dónde tirar un papel, cómo cuidar nuestra ciudad... 

Sabes, pequeño, si te gusta o no la OTAN, lo que es la paz y la guerra... Conoces la Quinta y la Novena sinfonía de Beethoven, la Primavera de Vivaldi, el Lago de los Cisnes... 

Sabes caminar respirando y descubriendo cosas que se escapan a los mayo­res: una flor, un anciano, un árbol, un olor, una música...

Eres valiente para en­cender la luz de tu dormitorio, cuando en silencio y soledad, padeces alucinacio­nes; sabes escribir una retahíla, hacer un dibujo, un avión de papel, un castillo o un caballo de cartón, juegas con la luna y le llamas tonta, porque no te pilla, cuando te echas carreras con ella, tienes ganas de reír, de jugar, de soñar.. 

Llevas en tus pupilas ese cristal mágico desde el cual las cosas son más bonitas, tienen más calor, más amor...

No llores, querido Toni. Esas notas son tontas y  malas. Algún día, no muy lejano, acabaremos con ellas, porque sólo sirven  para dar disgustos a niños y niñas tan va­liosos como tú.

No te sientas fracasado, pequeño. Sólo fracasa el que no logra el éxito en un pro­yecto, en un trabajo que él mismo se  ha programado, pero tú, al ir al colegio, lo único que llevabas era el proyecto virgen de tus ilusiones, de tu inocencia, de tu de­seo de ser feliz.

Por eso, los fracasados somos nosotros que nos hemos equivocado contigo y hemos cometido la enorme injusticia de pagarte con una moneda falsa tus muchas capaci­dades, tu voluntad, tu singular forma de ser.

Quiero que sepas, pequeño, que siento vergüenza, hasta de escribirte, porque siendo consciente de todo esto, he firmado, y con ello corroborado, tu fracaso, o al menos, tu aparente fracaso. Te doy mi palabra de luchar para que las cosas, en lo que esté de mi mano, sean de otra manera, por tu bien y el de tantos niños a los que amo.

Te mando un beso fuerte con olor a playa, con gotas de olas, con granos de arena para que hagas muchos castillos este verano que, aunque se te derrumben, mientras los construyes, vivirás con ilusión que, en definitiva, es  lo  importante para ti y para todos.

Y no te preocupes. Como tú bien dices, falta mucho para el noventa y dos - corrían los años ochenta - y cuando llegue toda esa gente, que a ti te parece que se van a comer toda la comida, ya tendrás trece años, y entenderás que hay muchas cosas que son  auténticos  problemas. 

Aunque todavía seas un medio mocoso  para entenderlo, te diré algo: hay que vivir el presente, lo que tenemos hoy como si fuera el pasado que quisieras recordar y el futuro que desearías construir. Escríbelo, querido pe­queño, en tu cuaderno de "cosas bonitas", y espera que llegue el día que puedas en­tenderlo. Entonces, nadie, absolutamente nadie, te comerá el "coco" con urgencias y mentiras.

Tú, pequeño, no eres cera  para moldear  en manos de malos "alfareros" ni eres  monigote, hechura en serie, sin oídos, sin boca, sin ojos, sólo  con pies  para mal an­dar y brazos caídos sin saber qué hacer con ellos. Tú, con tus gafillas, con tu cara de melocotón, con tus arrebatos de mal humor, con tus tontos chistes, con tus  lágri­mas... eres  tú, único, irrepetible y haces bien, pero ¡que muy bien! en rebelarte. Te quiero mucho. Isabel



"Los hombres, pequeño, como los árboles, crecen en forma diferentes: torcidos o erectos, según los vientos que les han soplado  pero, mientras la savia fluya, las hojas germinen, las ramas acunen pajarillos, den sombra... no deberían objetarse las formas del hombre o del árbol"


27 jun 2022

GRANDES LÁGRIMAS

DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN

ISABEL AGÜERA
28 junio 2022

MIRAR Y VER

GRANDES LÁGRIMAS  

ISABEL AGÜERA

Hace unos días me visitó un antiguo alumno. Como sucede siempre con los muchos que me visitan, nuestra conversación versó, sobre todo, en recordar aquellos años de niños en las aulas y especialmente, recordar anécdotas de los años que los tuve por alumnos

Como siempre me ha gustado la fotografía, tengo álbumes con fotos de mis alumnos de todos los tiempos, algo que les encanta ver y recordar y, más que nada, verse de niños. Este antiguo alumnos, hombre ya, casado y con dos hijos, se detenía en silencio en aquellas fotos en las que él con otros compañeros compartían clase y recreos. 

De pronto, grandes lágrimas caían de sus ojos. ¿Estás llorando? ¿Qué te pasa? -le pregunté-. Limpiándose los ojos y mirándome con tristeza infinita, me contestó: yo no he sido niño, esa etapa de mi vida pasó rápido y solo tengo buenos recuerdos de aquellos años con usted, porque mis padres y profesores me exigían mucho: tareas, clases particulares, deportes, música, cuidado de mi hermana más pequeña y, cuando con seis años llegué  a su clase, ya tenía responsabilidades de mayor, pero aquellos años pasaron rápidos… 

Bueno, estas palabras, “yo no he sido niño”, me llegaron al alma, y más que por nada, porque me parece estar oyendo a una multitud de hombres y mujeres, mañana, que con muchas más razones y lágrimas en los ojos, repitan estas mismas palabras. 

La estadunidense Stacia T. dice “Nos preocupamos de lo que el niño llegue a ser mañana, pero nos olvidamos de que ya es alguien hoy”. Yo creo que, efectivamente, nuestros niños son hijos de la competitividad que se traduce, desde que tienen tres años, en madrugar, asistir a guarderías o colegios, en los que van cumpliendo años con crecidas tareas, exámenes, clases de todo sin que, entre padres y maestros, le dejemos  el más mínimo tiempo de ocio y por si fuera poco, que no les falte el móvil, y en él encuentran lo que en sus pocos años, les hace felices: juegos hiperactivos que los embelesan y roban la necesaria socialización que precisa un niño en convivencia y juegos. 

¡Qué pena sentí y siento!

 

15 jun 2022

 DIARIO CÓRDOBA /EDUCAIÓN

EDUCAR, ARTE DE CREAR

ISABEL AGÜERA

 

Nuestros jóvenes y niños pertenecen a otra generación, son hijos de la posmodernidad cuyos atributos viven plenamente.

 

 

De entre las muchas definiciones que sobre educación he leído y escuchado, me quedé hace años con una de Ginés de los Ríos que dice: «La educación es la herramienta que ayuda a las personas a gobernar con sentido sus propias vidas». Me gusta especialmente este concepto de educación porque coincide plenamente con el mío. 

Desde mis primeros pasos en el magisterio comprendí algo trascendente que he tratado de seguir fielmente a lo largo de mi vida profesional: educar es algo más que instruir a los alumnos a base de contenidos conceptuales, a fin de que sepan y aprendan mucho sobre determinadas materias. Educar ha sido siempre para mí el arte de crear, de abrir, despertar mentes para que, desde la autonomía y libertad, puedan regir, administrar, gobernar sus propias vidas. 

Y desde esta concepción de educación, el maestro, el educador en general, deja de ser un mero instructor para convertirse en el guía que, marchando a la cabeza, despeje caminos, facilitando así nuevos y dilatados horizontes, creando, en definitiva, escenarios nuevos, significativos y válidos. 

Pero he aquí que esta ardua tarea, por un lado, y maravillosa por otro, lleva implícita una urgencia: ir, día a día, dando respuestas a las demandas de la sociedad para formar individuos críticos y autónomos como ya hemos dicho. Pero he aquí que, en esta vorágine de cambios que vivimos, nuestros métodos han quedado totalmente obsoletos y poco o nada aportan ya al aprendizaje. Y esto nos viene dado, ante todo, por una realidad incuestionable: los alumnos de hoy poco o nada tienen ya que ver con los alumnos de ayer.

Nuestros jóvenes y niños pertenecen a otra generación, son hijos de la posmodernidad cuyos atributos viven plenamente y que, en el terreno de la educación, significa la muerte del estudiante pasivo y únicamente receptor y del docente rutinario y aburrido.

13 jun 2022

DIARIO CÓRDOBA VIDA MINIMALISTA ISABEL AGÜERA Vida minimalista «Simplificar la vida conlleva el convencimiento de que son muy pocas las cosas verdaderamente necesarias» SOY CONSCIENTE DE QUE NO ES LA PRIMERA VEZ QUE ABORDO ESTE TEMA, pero es que hay días -lo confieso- que siento necesidad de sumergirme en la nada y sentirla hasta donde me sea posible, y al respecto, cuando en la noche amainan los ruidos, cuando puedo abrir los ojos en oscuridad, libre de toda imagen, noto que el verdadero sentido de la realidad emerge sin trabas a mi mente. Nos sobra mucho de todo. Vivimos inmersos en el tremendo agobio de no encontrar un espacio, por pequeño que sea, vacío. Nuestras vidas, nuestras casas, nuestro mundo han perdido todo tipo de belleza, humanidad, alegría... por el deseo consumista de tener mucho de todo, y de ahí el haber perdido también el gusto de gozar la armonía que puede ser la nada. «Menos es más», dijo el precursor del minimalismo, corriente artística contemporánea que utiliza la geometría elemental de las formas. El minimalismo, por definición, se refiere a la máxima expresión con la mínima construcción: equilibrio, silencio, simplificación al máximo de lo superfluo. Yo creo que se imponen unas buenas dosis de minimalismo a nuestras vidas porque, donde hay superabundancia, aparecen disonancias pretenciosas e irritantes. Simplificar la vida conlleva el convencimiento de que son muy pocas las cosas verdaderamente necesarias, y más aún: ver y entender que todo lo que sobra afea. La ley seca del arte -Ortega y Gasset- es ésta: «Ne quid nimis», nada de sobra. Todo lo que es adorno, todo lo que se puede suprimir sin que lo esencial se resienta, es contrario a la permanencia de la belleza, y en nuestra sociedad, tan barroca de necedades, mentiras, hipocresías, resulta casi imposible descubrir el encanto de un valor tan necesario como es éste de eliminar tanto sobrante en nuestras vidas para dar paso a la creación de espacios despejados, vacíos donde se restaure la humanización, el respeto, la comunicación, porque tanto exceso nos impide gozar la sublime belleza de la nada. «La vida es realmente simple, pero nos empeñados en hacerla complicada». Confusión.
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