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Es todo muysencillo y nada profesional, pero me gusta.
Mi álbum de fotos
Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera
25 feb 2015
22 feb 2015
A mis hijos: la vida
(De la obra que dedico a mis hijos, "Caminando hacia el mar")
La vida, hijos, es un
cúmulo de conveniencias: yo
te doy; tú me das.
En
la vida todo se puede vender, cambiar o comprar. Pero la mayor tranquilidad de
conciencia nos vendrá dada por el riesgo corrido en servir, en regalar,
en amar sin precio.
No
importa que nuestro nombre quede fuera de esas inútiles urnas que sirven al
poderoso para recontar y regodearse con la fidelidad de sus incondicionales
satélites y otorgarles la recompensa que ansían: ser considerados, tenidos en
cuenta…
Pero
esas urnas sólo son un cajón de
mentiras; mejor no estar en ellas.
Finalmente,
hijos, la vida es un camino por recorrer. En él encontraréis de todo, pero
jamás caigáis en la tentación de inmovilizaros
en punto alguno por blanco o negro que sea.
Continuad
siempre hacia adelante sin mirar para atrás porque una luz que se apaga no
volverá a lucir por mucho que nos duela.
Podemos, eso sí, guiados por su rastro, colgar una nueva en el horizonte de
nuestros pasos.
Y no os perdáis lo sucesivo que siempre será sorprendente, y
sobre todo no dejéis de marcar huellas que sirvan de guía a otros caminantes.
¡Adelante, hijos! Sois personajes
de excepción de este provisional
escenario que es la vida. Representad,
con la mayor perfección posible, vuestro papel, porque en ello encontraréis
la recompensa. Nacimos con un proyecto debajo del brazo: colaborar a que este
nuevo Día sea como un luminoso arco iris que, de extremo a extremo del
universo, luzca fecundo para todos los seres humanos.
No hay tiempo que perder.
15 feb 2015
Mis cosillas
De mi obra "Néctar de la vida"
UNA noche, con una caracola en el oído, me
quedé dormida. Soñé que era una ola chiquita y que jugaba con niños en la
playa. De pronto se levantó viento y me transformó en ola gigante. Los niños se
asustaron y huyeron.
Cuando desperté, me dije: Haré siempre lo
posible por ser ola pequeñita; los niños, sólo ellos son mi trabajo, mi
premio... Ellos, sólo ellos, son mi
mejor sueño.
CUANDO recuerdo mi infancia en aquel jardín de mi casa, sé que nada ni
nadie podrá borrar en mí la belleza, el amor, la ternura... que me nació y
creció entre árboles, flores, arrullos de palomos, juegos, cielo...
¿Nombres? ¡Ahí están!: Papá, mamá, hermanos, juegos… FAMILIA
GRACIAS te doy, mariposa, por venir a posarte
en las florecillas de mi terraza.
¿Dónde podría yo encontrar una mariposa que
libremente eligiera mi casa?
¡Qué feliz me haces, blanca mariposa!
UNA flor marchita me hace pensar en la vida.
Una flor disecada me hace pensar en la muerte.
¡No permitiré disecarme; mejor, morir.
¿Guardar rencor. ¿Acaso tengo tiempo para
ello..?
Me miro y no me lo encuentro.
Debe ser que mi corazón palpita en una sola dirección: aquella que me
lleva camino de las estrellas. Y en esta ruta sólo hay lugar para el amor.
14 feb 2015
Un recuerdo que siempre fue y será
Queridos amigos: hoy una enfermera me sorprendía con estas palabras: usted fue la maestra de mi hermano Sergió.
Creo –le dije- que no un solo día he dejado de recordarlo- ¡Qué pena! Ella,
con los ojos humedecidos, repetía: y con
22 años y tan de repente…
Bueno, hoy este día tonto que
llaman de los enamorados, quiero recordar la carta que le dirigí a mi alumno
Sergio, porque él era amor y ternura a todas horas y todos los días de su corta
existencia
Yo creo que todos al nacer encendemos una estrella y que a lo largo de nuestra existencia nos acompaña, aunque, a veces, la perdamos de vista. Hay que buscarla y seguir su rastro.
SERGIO ERA MI ALUMNO
Sí,
era, porque Sergio se fue en un instante. Su vida se desvaneció como blanca
espuma de mar, se desvaneció con el viento. La noticia me sobrecogió, y hoy,
desde esta humilde columna quiero rendirle homenaje, porque, en ese saco sin
fondo donde los maestros archivamos nombres, rostros, palabras, gestos… de
todos aquellos alumnos que pasaron por nuestras aulas, el nombre de Sergio, su
recuerdo es como una llama que se aviva y me acompaña en este atardecer invernal.
Él no está ya aquí para compartirla, para exhalar el perfume de esta tierra que
si bien nos embriaga con el inigualable
aroma de la vida, también nos llora en el alma, cuando nos toca el halo yermo
del dolor.
Sergio
llegó pequeñito a mi clase y durante cuatro cursos consecutivos permaneció en
ella. Era un niño silencioso, en cuyos labios se eternizaba una sonrisa, mezcla
de tristeza e ingenua felicidad, pero sobre todo Sergio era, y jamás podré olvidarlo, unos grandes y profundos
ojos negros que miraban con ternura
infinita. Todavía conservo algunos de sus trabajos, no muy brillantes, pero
expresión, una vez más, y hoy me alegro de haberlo reconocido siempre, de su
individualidad, de su mayor esfuerzo por
lograr una ansiada superación.
Y mis
lágrimas, al unísono con mis palabras, afloran
a mis ojos porque Sergio fue de esos pocos alumnos que agradecidos,
sensibles al amor recibido, cariñoso, delicado me estuvo visitando durante
mucho tiempo, cuando ya lejos de las
aulas iniciaba sus primeros pasos en el mundo laboral en el taller de su padre.
Parece que lo veo irrumpir, sin apear la sonrisa de sus labios, en el ámbito de
mis nuevos alumnos. Allí, apenas sin palabras, apenas sin ruido, permanecía
junto a mi mesa…
Tierno
tallo, mi alumno, herido a tan pocos años que cual estrella fugaz sobrevoló por
mi vida, dejándome un apacible rastro luminoso que quiero seguir ahora, aquí, en este rincón, frente a mi ordenador, donde las
palabras se me tornan cálida plegaria:
¡Échanos una mano a todos los que te
amamos, desde el azul infinito donde seguro nos esperas!, mi querido y
agradecido Sergio.
12 feb 2015
Ausencia que no olvido
Queridos amigos y amigas: un poco tiempo
ausente, que no olvidada, vuelvo hoy comenzando por deciros que mi ausencia,
sin que sea necesario dar explicaciones, ha estadoo más que justificada y que
estaré con vosotros siempre que pueda sin aseguraros que lo pueda hacer a
diario por ahora
Bueno, os cuento algo que por una llamada
de teléfono me conmovió ayer. Se trataba
de un antiguo alumno, hoy empresario, casado y con hijos. Me decía: nunca he olvidado algo que nos dijo usted
un día, cuando murió su marido. No recuerdo -le dije-. Pues usted nos dijo
que la vida es un camino que recorrer y que a lo largo encontraríamos terrenos
llanos, verdes, soleados, etc. pero también baches, oscuridades y hasta pozos
en los que podíamos caer, pero que mientras estamos vivos, tenemos que buscar y
agarrarnos para salir a una escala que no falta nunca.
Me quedé perpleja y me atreví a preguntarle: ¿y tú que eras un niño, qué pensabas? Pues
qué usted estaba saliendo del pozo. Muy listo -le dije-. Añadí: ¿y cómo te acuerdas ahora de eso? no lo he
olvidado nunca! pero creo que otra vez está tratando salir de un pozo.
Alucinante la anécdota y
real. Sí, hay que agarrarse fuerte a esa extraña ayuda que nos llega y salir,
aunque, una y otra vez volvamos a caer.
Y no lo digo yo: me lo
recordó un muy querido alumno.
Y mil gracias por
vuestros mensajes y constantes pruebas de cariño. Somos esa “escala” que, sin
saberlo, maneja un Dios para ayudarnos. Mil gracias y mil besos.
Son mis hermanos: son vuestros hermanos
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