Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

14 feb 2015

Un recuerdo que siempre fue y será

Queridos amigos: hoy una enfermera me sorprendía con estas palabras: usted fue la maestra de mi hermano Sergió. Creo –le dije- que no un solo día he dejado de recordarlo- ¡Qué pena! Ella, con los ojos humedecidos, repetía: y con 22 años y tan de repente…
Bueno, hoy  este día tonto que llaman de los enamorados, quiero recordar la carta que le dirigí a mi alumno Sergio, porque él era amor y ternura a todas horas y todos los días de su corta existencia

Yo creo que todos al nacer encendemos una estrella y que a lo largo de nuestra existencia  nos acompaña, aunque, a veces, la perdamos de vista. Hay que buscarla y seguir su rastro.


SERGIO ERA MI ALUMNO                                                     
Sí, era, porque Sergio se fue en un instante. Su vida se desvaneció como blanca espuma de mar, se desvaneció con el viento. La noticia me sobrecogió, y hoy, desde esta humilde columna quiero rendirle homenaje, porque, en ese saco sin fondo donde los maestros archivamos nombres, rostros, palabras, gestos… de todos aquellos alumnos que pasaron por nuestras aulas, el nombre de Sergio, su recuerdo es como una llama que se aviva y me acompaña en este atardecer invernal. Él no está ya aquí para compartirla, para exhalar el perfume de esta tierra que si bien nos embriaga  con el inigualable aroma de la vida, también nos llora en el alma, cuando nos toca el halo yermo del dolor.
Sergio llegó pequeñito a mi clase y durante cuatro cursos consecutivos permaneció en ella. Era un niño silencioso, en cuyos labios se eternizaba una sonrisa, mezcla de tristeza e ingenua felicidad, pero sobre todo Sergio era, y jamás  podré olvidarlo, unos grandes y profundos ojos negros que miraban  con ternura infinita. Todavía conservo algunos de sus trabajos, no muy brillantes, pero expresión, una vez más, y hoy me alegro de haberlo reconocido siempre, de su individualidad, de su  mayor esfuerzo por lograr una ansiada superación.
Y mis lágrimas, al unísono con mis palabras, afloran  a mis ojos porque Sergio fue de esos pocos alumnos que agradecidos, sensibles al amor recibido, cariñoso, delicado me estuvo visitando durante mucho tiempo, cuando ya  lejos de las aulas iniciaba sus primeros pasos en el mundo laboral en el taller de su padre. Parece que lo veo irrumpir, sin apear la sonrisa de sus labios, en el ámbito de mis nuevos alumnos. Allí, apenas sin palabras, apenas sin ruido, permanecía junto a mi mesa…
Tierno tallo, mi alumno, herido a tan pocos años que cual estrella fugaz sobrevoló por mi vida, dejándome un apacible rastro luminoso que quiero seguir ahora, aquí,  en este rincón, frente a mi ordenador, donde las palabras se me tornan  cálida plegaria: ¡Échanos una mano  a todos los que te amamos, desde el azul infinito donde seguro nos esperas!, mi querido y agradecido Sergio.




No hay comentarios: