Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

15 feb 2023

NUEVAS TECNOLOGÍAS Y EDUCACIÓN


DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN

ISABEL AGÜERA 

De entre las muchas definiciones que sobre educación he leído y escuchado,  me  quedé hace años con una de Ginés  de los Ríos que dice: “La educación es la herramienta que ayuda a las personas a gobernar con sentido sus propias vidas”. 

Me gusta especialmente este concepto de educación porque coincide plenamente con el mío. Desde mis primeros pasos en el magisterio comprendí algo trascendente que he tratado de seguir fielmente a lo largo de mi vida profesional: educar es algo más que impartir contenidos conceptuales, a fin de que el alumnado sepa y aprenda mucho sobre determinadas materias. 

Educar ha sido siempre para mí  el arte de crear, de abrir, despertar mentes para que, desde la autonomía y libertad, puedan regir, administrar, gobernar sus propias vidas. Y desde esta concepción de educación,  el maestro, el educador en general deja de ser un mero instructor para convertirse en el guía que, marchando  a la cabeza, despeja caminos, facilitando así nuevos y dilatados horizontes. 

Pero he aquí que  esta ardua tarea, por un lado,   y maravillosa, por otro, lleva implícita una urgencia: ir dando respuestas a las demandas de la sociedad  para  formar individuos críticos y autónomos ante todo. Hasta hace poco  estas urgencias y conveniencias  se cifraban, como mucho,  en proporcionar al alumnado  el lenguaje, audiovisual y en especial el televisivo. Como un instrumento potente de conformación de la realidad y de penetración cultural, la escuela debía intentar formar telespectadores responsables y críticos. 

Ahora les toca el turno a los medios informáticos. Impregnados de un toque intelectual y científico, este medio goza del apoyo de todos los sectores de la sociedad. Ahora no se trata de formar ciudadanos y ciudadanas críticos solamente sino, ante todo, competentes y competitivos, responsables, creativos... La sociedad exige expertos y expertas en  el manejo de la información a través de las nuevas tecnologías, sin que se deshumanice la comunicación, algo que, actualmente estamos viviendo y no deja de ser un pésimo uso del progreso, hasta extremos tales que se añore el pasado, lo cual no deja de ser un lamentable retroceso.

13 feb 2023

EL FANTASMA DE LOS ALGODONES

 EL FANTASMA DE LOS ALGODONES

Eran largos y aburridos los días de aquellos veranos de la posguerra.

Mi pueblo, Villa del Río, como todos los pueblos de España, se despereza cada día con las campanadas del Ángelus.

Lentamente, los días, las horas, los instantes van recobrando el ritmo  de la esperanza.

Silencio, no obstante, en el pueblo que respira abandono y soledad. 

Calles empolvadas que comienzan a llenarse, de nuevo, de pregones, de palabrotas de arrieros, de marrillas de viejos que buscan las sombras y soles de siempre, de parejas de enamorados que, en románticos presagios, sostienen con el calor de su sangre, el paso implacable de los días que se cuentan  y se sueñan en puntadas de primorosos y eternos ajuares.

Puertas y fachadas castigadas por la intemperie de años de abandono; tejados sin perfiles, punzantes de secos jaramagos; gente que habla en voz baja, gente que camina como si temiera estorbar en una tierra conquistada que perteneciera a otra historia.

Un hálito de terror, de miseria, de pobreza... fluye de las conciencias atormentadas por los recuerdos y se esparce endémico en el aire que se respira.

Cuando amainan las chicharras y el sol anaranjado roza la cresta del viejo molino y se cristaliza en las aguas del río, las calles, regadas a palmetazos de cubo, emanan una sofocante calina de olor a polvo asentado.

Las puertas se van ornando de mecedoras de lona, botijos,  ramos de jazmines, de vecinos que, con la vista perdida en un horizonte desolado, se encuentran con las estrellas que rutilan en un cielo tan negro como si la noche de los tiempos hubiera regresado a él, desmayando para siempre la prehistoria de los días.

Y entre humos de rastrojos que flamean por los campos, maullidos de gatos en los tejados, ladridos de perros en las eras, canciones macilentas de corro por las esquinas, bajo la luz de exhaustas bombillas callejeras, palabra a palabra, suspiro a suspiro, esperanza aquí, recuerdo allá, se va forjando un trabajoso futuro.

El reloj de la plaza da las doce campanadas, y  el pueblo se torna reino de silencios.

Un vaho pegajoso y húmedo invade la villa del Guadalquivir y los últimos bostezos de la noche se apagan en cantos de grillos y humos, que huelen a pan caliente, a tortas de aceite, a rosquillas del horno de Pérez.

El silencio de la noche está embrujado: se escuchan pasos fantasmagóricos que arrastran cadenas en un denso misterio que se adueña del viento y se adentra por las rendijas de los corazones que duermen en una alerta profunda.

De madrugada, al anochecer, a cualquier hora, un estallido de sobresaltos, de malas corazonadas, de suspiros unánimes agolpa a la gente en las calles: ¡El tío de los algodones!

Y el tío de los algodones, fantasma de todos los tiempos, torna expectantes los aburrimientos de los mayores, mientras los pequeños, con los ojos hundidos en el alma, lloran de miedo y se acurrucan en las faldas de sus madres.

Pasados los años, hijos del  tío de los algodones jugaban por las esquinas del pueblo ya crecido, ya  en olvidos de aquella tremenda guerra.


El fantasma de los algodones, obligada creatividad de un pueblo que se levanta, que se rehace entre aluviones y cenizas, para volver a ser corriente cristalina de un río joven que retorne la vida a la plaza, a la ermita,  al molino, a los álamos...  a las almas.

¡A lo mejor en los tiempos que corren, nos está haciendo falta un "tío de los algodones"  que nos obligue a crearnos  de nuevo!


3 feb 2023

BAILEMOS


¡Qué  noche! ¡Qué sueño!

¡Dos años, dos! en una incesante caída de días  

en este  almanaque de olvidos,

recipiente, no obstante, donde las flores de la ilusión

siguen frescas, lozanas.. eternas,

alimentadas por  mieles de amistad y esperanza.

Días, hojas que el viento, arranca, pisotea 

Y se  empeña en  arrojar sin piedad

A este río imparable en crecidas que es mi alma

 

Pero esta noche, ¡qué noche, qué  sueño!

La pantalla de mi PC, primero irisada en colores,

después, en  burbujeo zigzagueante,

se tornó líquida, transparente...

Y en ella tu voz con mi nombre...


Bailemos, bailemos – repetías - tú y yo...

            ¡Anda! ¡Bailemos!


Como en un suspiro, mi cuerpo, 

rayo de luz fugaz,  llegó a la pista, música etérea,

de tu cálida mirada.


Bailemos, bailemos; tú y yo

        ¡Anda! ¡Bailemos!


¡Cómo se estremecía mi débil tallo

al soplo sutil de tu viento

que  conteniendo su furia

tan sólo era caricia en mi árido paisaje!


¡Sí, baliemos! Ya tus alas me cobijan,

me seducen, me apasionan...


Ya mi cuerpo, y mi alma se pierden en tu regazo, 

poseídos,  como beso errante,  arrojado al inmenso mar,

en un tumulto de olas, gaviotas, nubes...

 

¡Bailemos, bailemos...!

Sí, en  un deliro de notas que surcan veloces

el azul del cielo, del mar.. ¡Bailemos...!


Y mi carroza de sueños, volvió a ser calabaza

frente a esta  inflexible y fría pantalla...

Ya no está mi nombre en tu voz,

ya no hay pista ni baile

ya siguen cayendo días

que irán  cumpliendo mis años...


Todo se desvaneció sobre mi almohada

Día lluvioso de febrero...

Aniversario de... ¿de qué..?

Aniversario de nada: la música de mi baile

se ha entronizado en mi corazón para siempre...


Puedo oírla... Cierro los ojos y... ¡BAILEMO