Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

9 abr 2016

Día Mundial del Pueblo Gitano



La primavera llegaba, ¡nuevo verde que brotaba!
Gitanillos zapatean en alegres bailoteos
bajo mi puente romano, bajo mis sueños soñados...

¿A qué huelen los gitanos, Lucrecia? Yo siempre los he visto de lejos. Los gitanos huelen a humo y a pringue y... ¡si quieres vamos a verlos!; están debajo del puente. ¿Y si se entera mi padre? Además, los gitanos son malos y nos pueden robar para el  circo, y nos pueden echar mal de ojo, y…  ¡No seas miedica! ¡Los gitanos son como todos: unos buenos y otros malos!
Los gitanos llegaban con la primavera, como llegaban las golondrinas, las cigüeñas, las hojas de los árboles… Acampaban  bajo el centenario  puente romano, cuajado de lagartijas y húmedo siempre, allá en las afueras del pueblo. Quedamos en la puerta de la iglesia. Eran las siete de la tarde. Las huertas olían a tierra mojada, y los campos eran ya tiernas y verdes hierbas. 
¡Es allí! ¡Dónde hay humo! Los gitanos siempre tienen humo alrededor –exclamó Lucrecia, señalando cerca-. El corazón me dio un vuelco: ¡Tengo miedo! ¿Y si nos cogen? Y…   ¡Mira, mira! –exclamó como si no me oyera-. Están haciendo gachas y, ¡qué burra tan vieja!,  ¡mira los gitanillos qué graciosos: tienen el culo al aire, están descalzos y bailan! ¿Hueles? Hasta aquí llega el olor de las gachas, de la pringue y del humo  ¡Vámonos! ¡Ya los he visto! ¡Ya sé a qué huelen! ¡No, no lo sabes; vamos a acercarnos un poco más! No; yo me voy…
 Detrás de mí corría Lucrecia sin poder alcanzarme. Al entrar al pueblo casi anochecía y las campanas anunciaban el primer toque del rosario.
 ¡Pobres gitanos en aquellos años de la posguerra, víctimas de robos y toda clase de malas artes!  Hoy, después de tantos años, sé que los gitanos olían a caminos, a    marginación…, a sueños  en noches de intemperies bajo un cielo de luceros.

Quisiera  volver al ayer  y seguir su rastro, y quisiera dormirme en suelo de hierbas y cielo  estrellado

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