Parafraseando al gran Nietzsche, digo:
Ser independiente, "vivir solo". es cosa de una pequeña minoría. es el privilegio de los fuertes.
Esta
madrugada, a duermevela y pegada a la radio, escuchaba a una mujer que se
lamentaba de su gran soledad. La paciente interlocutora le aconsejaba remedios:
compartir piso, hacer amigos, trato vecinal, etc. La mujer, a cada propuesta,
manifestaba insalvables inconvenientes: ¿compartir mi baño? ¿Amigos que solo
ven que pueden sacarte...? Recordé un cuentecito que escribí hace tiempo
al respecto y que dice así:
Un
hombre y una mujer, que caminaban en solitario por distintos senderos, y se
dirigían al mismo lugar, coincidieron en el remanso de una fuente. Se dijeron:
Puesto que los dos estamos solos, caminemos juntos y hagamos un
nuevo camino. Podremos sobrellevar así rigores y nuestros
pasos se harán más ligeros.
Y, con alegría
por haber dejado atrás la soledad, reanudaron el camino. Cuando llegó la noche
del primer día, la mujer se dijo: ¡Qué camino tan estrecho! Me he sentido mal:
No, no es esto lo que yo preciso Ni un día más podría soportarlo. El paso de
este hombre es lento, pequeño, mezquino... Mejor apartarme de él
cuanto antes...
El hombre, por
el contrario, al llegar la noche, se dijo: ¡Qué camino más ancho, más
complicado, más alborotado! No puedo seguir así: lo mío es otra cosa. Al
amanecer, retornaré solo a mi camino.
De esta manera,
al día siguiente, se dijeron adiós y continuaron solos cada cual por su
anterior camino que les resultó tan familiar y único que ambos, sintiéndose
felices se repetían respectivamente: No, esta no era la compañía que preciso.
¡Qué solo/a estoy!
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