1
HOY, en este poyete de la plaza, frente a la escuela, quiero recordar al viejo Miguel.
Aquí se pasaba el día esperando a que su nieto, aquel pequeño de babero blanco, saliera del colegio. ¡Sólo un día faltó!
Y el pequeño, palomita blanca, con la cartera a rastras, al verme, exclamó: ¡Se ha muerto el abuelo!
Ahora lo recuerdo y, en sus ojos ruinosos, una mirada opaca que no obstante, sonreía. Y unas palabras siniestras en sus labios secos: Niña, ¿yo qué hago ya aquí?
Sí, comido de arrugas, comido de achaques... ¡Sólo un día faltó!
El día que dejó el poyete, nos dejó a todos y se fue con DIOS.
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HOY, en este poyete de la plaza, frente a la escuela, quiero recordar al viejo Miguel.
Aquí se pasaba el día esperando a que su nieto, aquel pequeño de babero blanco, saliera del colegio. ¡Sólo un día faltó!
Y el pequeño, palomita blanca, con la cartera a rastras, al verme, exclamó: ¡Se ha muerto el abuelo!
Ahora lo recuerdo y, en sus ojos ruinosos, una mirada opaca que no obstante, sonreía. Y unas palabras siniestras en sus labios secos: Niña, ¿yo qué hago ya aquí?
Sí, comido de arrugas, comido de achaques... ¡Sólo un día faltó!
El día que dejó el poyete, nos dejó a todos y se fue con DIOS.
2
ESTA tarde he descubierto lo rica que soy: cuando tengo sueño, me espera una buena cama; cuando tengo hambre, siempre encuentro pan, cuando busco paisajes, mis ojos se alargan por el panorama de tierra y cielo que se otea desde mi terraza y, por si fuera poco, gorriones que me revolotean y una cometa que juega en la mano de un niño en este atardecer de suave viento, de cielo rosado, brillante, espectacular...
¡Qué rica de verdad soy! Tengo alimento, confort, paisajes, pájaros y... ¡Qué maravilla: la magia de una infantil cometa!
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ESTA tarde he descubierto lo rica que soy: cuando tengo sueño, me espera una buena cama; cuando tengo hambre, siempre encuentro pan, cuando busco paisajes, mis ojos se alargan por el panorama de tierra y cielo que se otea desde mi terraza y, por si fuera poco, gorriones que me revolotean y una cometa que juega en la mano de un niño en este atardecer de suave viento, de cielo rosado, brillante, espectacular...
¡Qué rica de verdad soy! Tengo alimento, confort, paisajes, pájaros y... ¡Qué maravilla: la magia de una infantil cometa!
3
UNA noche, con una caracola en el oído, me quedé dormida. Soñé que era una ola chiquita y que jugaba con niños en la playa. De pronto, se levantó viento y me transformó... ¡sí, sí...! en ola gigante que rugía y espantaba juegos, arrasaba sueños, tornaba la alegría de los niños en árido paisaje de rocas, pedruscos, miedo, noche, frío...
Cuando desperté, me dije: Haré siempre lo posible por ser ola pequeñita; los niños, mi trabajo, mi sueño, mi vida, mi premio... jamás tendrán que huirme.
Sí, seré para ellos caricia. Sí, seré para ellos cuento. Sí, seré para ellos paisaje de sueños... Seré siempre lenguaje de olas pequeñitas.
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UNA noche, con una caracola en el oído, me quedé dormida. Soñé que era una ola chiquita y que jugaba con niños en la playa. De pronto, se levantó viento y me transformó... ¡sí, sí...! en ola gigante que rugía y espantaba juegos, arrasaba sueños, tornaba la alegría de los niños en árido paisaje de rocas, pedruscos, miedo, noche, frío...
Cuando desperté, me dije: Haré siempre lo posible por ser ola pequeñita; los niños, mi trabajo, mi sueño, mi vida, mi premio... jamás tendrán que huirme.
Sí, seré para ellos caricia. Sí, seré para ellos cuento. Sí, seré para ellos paisaje de sueños... Seré siempre lenguaje de olas pequeñitas.
4
ME descubro, y guardo silencio, cuando un coche fúnebre se me cruza en el incesante tumulto de tráfico y gente que son las calles de la ciudad. ¡Un minuto de silencio, por favor! Descubríos, amigos, a ese último recorrido por nuestras calles, camino de sus largos pasos, y entre la gente que, durante muchos años, lo saludaron al paso.
¡Inclinad la cabeza, amigos...! ¡Un minuto de silencio, por favor!
¡Tan sólo un minuto...! ¡SILENCIO!
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ME descubro, y guardo silencio, cuando un coche fúnebre se me cruza en el incesante tumulto de tráfico y gente que son las calles de la ciudad. ¡Un minuto de silencio, por favor! Descubríos, amigos, a ese último recorrido por nuestras calles, camino de sus largos pasos, y entre la gente que, durante muchos años, lo saludaron al paso.
¡Inclinad la cabeza, amigos...! ¡Un minuto de silencio, por favor!
¡Tan sólo un minuto...! ¡SILENCIO!
5
Para mí, en este atardecer otoñal, en el poyo de este jardín, respirando el vaho mágico de esta hora, tierra mojada de un precoz chaparrón...
Para mí, en la hoja que cae, en el tren que pasa, en el papel que vuela, en el amanecer negro de nubes...Para mí, en el recuerdo de momentos vividos al rescoldo del amor...
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¡POBRES seres humanos a la caza de la felicidad! La esperan mañana, pasado, el otro... La esperan regalada, gratis... Pero la felicidad sólo son momentos, y viven, y están... ¡claro que están!, pequeñitos, raudos, vertiginosos... en el transcurrir de los días.Para mí, en este atardecer otoñal, en el poyo de este jardín, respirando el vaho mágico de esta hora, tierra mojada de un precoz chaparrón...
Para mí, en la hoja que cae, en el tren que pasa, en el papel que vuela, en el amanecer negro de nubes...Para mí, en el recuerdo de momentos vividos al rescoldo del amor...
6
Yo quiero ser siempre noche, con media tajada de luna por cielo, con tambores nazarenos por arrullos, con semáforos que se encienden y apagan en jugueteos de sombras en el asfalto, con horizontes de brazos abiertos al purpúreo goteo de la alborada. ¡Luna lunera cascabelera!
7
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NO, la noche no es sueño. No, la noche no es muerte... La noche es un volcán de vida que me ruge y me galopa en el alma.Yo quiero ser siempre noche, con media tajada de luna por cielo, con tambores nazarenos por arrullos, con semáforos que se encienden y apagan en jugueteos de sombras en el asfalto, con horizontes de brazos abiertos al purpúreo goteo de la alborada. ¡Luna lunera cascabelera!
7
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TE doy gracias, espírea, por tu espléndida floración. ¡Quién tuviera tu sencillez y aroma! ¡Quién fuera tan generosa y bella! ¡Quién exigiera tan poco y diera tanto!8
No, no había milagro; sólo que yo ignoraba que, para ver la luz había, ¡claro! que esperar al día
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CUANDO salí, era noche, y los campos paraísos negros fundidos con el yermo horizonte. Cuando llegué, era día, y los campos alfombras de amapolas, margaritas, mariposas, pájaros...
No, no había milagro; sólo que yo ignoraba que, para ver la luz había, ¡claro! que esperar al día
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