Dibujo de mi chiquitín. Jardín de la "abula" llama a mi terraza. Nunca, nadie me ha "fotografiado" mejor.Los nombres los puse yo tal y como él me los fue diciendo. ¡Qué cosa más tierna y maravillosa son los niños/as!
Queridos
amigos/as: Quiero dedicar este fin de semana a los niños/as. Se merecen algo
más que un día.
Por eso esta elocuente anécdota de mi obra Bolitas de Anís
-Desclée-
Un
alumno de seis años me decía: Seño, mi madre, por mucho que le hablo, no me
contesta. Será que no te oye -le dije -. Sí me oye -insistió rotundo el
pequeño-, porque mi padre le habla muy bajito y ella le contesta. ¡Mi madre no
es sorda!
Un día quise investigar qué podía pasarle a la madre para que el
pequeño tuviera aquella idea de no ser oído. La madre, una mujer joven y
receptiva, me facilitó el trabajo. Con una forzada sonrisa, exclamó: ¡Lleva
razón el niño..! Pero es que tengo seis hijos, señorita, y él es el mayor. Dos
son mellizos, y la verdad es que no tengo tiempo de pararme a escucharlos..
¡Todo el tiempo es poco para arreglar la casa, hacerles la comida y tenerles
las ropas a punto! ¡Si me tuviera que parar a escucharlos..!
Por supuesto
entiendo cuán necesario es para una madre atender, en primer lugar, las
necesidades llamadas básicas: comidas, ropas, etc. No obstante, desde mi punto
de vista es sumamente básica la necesidad de sacar tiempo y oír lo que dicen
los niños No debería haber oídos sordos para las palabras de un niño. Ellos
sólo tienen, eso, palabras, bien orales, bien escritas. Los mayores tenemos
además la obligación y responsabilidad de escucharlos y entenderlos y, entre
otras razones, porque la infancia se nos escapa mucho antes de lo que creemos y
la madre y maestra calle ¡sí que los escuchara, entenderá y marcará para
siempre!
Cuando un niño cuenta, pregunta... descubrámonos para oírlo, porque seguro que algo nos exige, algo nos reprocha, algo nos aplaude, mucho nos condena. ( I. Agüera )
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