(De mi obra, "Néctar de la Vida")
Durante unos minutos he
observado cómo un caracol, en incesante intento, subía una pared.
No obstante sus reiteradas
caídas, persistía en el ascenso.
Caigo en la cuenta de que mi
vida, tal vez la de todos, sea como la caída del caracol: un constante esfuerzo por seguir y seguir,
siempre...
¡Hacia arriba, hacia el
cielo...!
¡Hacia la búsqueda de una
trascendencia!
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LA mañana, el aire fresco,
los pájaros, el jardín, los árboles, el tren que pasa, la hoja que cae, el
papel que vuela, la fragancia húmeda del albero… Yo que paseo...
¡Gracias, muchas gracias,
Dios!
¿De dónde que merezca tantos
privilegios
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¡Pobres seres humanos a la caza siempre de la
felicidad!
La esperan mañana, pasado,
el otro...
La esperan merecida,
regalada, gratis...
Pero la felicidad sólo son
momentos, y están...
¡Claro que están!
¡Pequeñitos, raudos...!
Para mí, en este amanecer otoñal,
en la barandilla de mi terraza, respirando
el vaho mágico de esta hora, con olor a tierra mojada, con las zigzagueantes destellos, rojos,
verdes, anaranjados de los semáforos en el asfalto, espejo de lluvia que no
cesa. ...
Para mí en este, mi momento
presente... ¡Mi único momento…!
No busco la felicidad; la
encuentro.
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