(Final capítulo XVI: Desconocida, sola y tratando de respirar profundamente y relajarme, pude observar cómo
por una vereda muy oscura, un grupo de hombres, entre ellos al que llamaban
líder, se dirigían hacia la alejada zona de aquellos extraños paneles…)
Poco a poco, llegaban al
jardín grupos de asistentes con sus largas túnicas y aquel aspecto beatífico que me irritaba interiormente.
Una suculenta merienda fue
servida por voluntarios que se deshacían en amabilidad. Me llamó mucho la
atención, y lo convertí en disimulado punto de observación, cómo Iván, se
dirigió también a aquella especie de
nave cubierta de placas. Mi curiosidad era tal que me mordía la lengua para no
hacer preguntas que intuía indiscretas. No obstante, alguien debió darse cuenta
de cómo, en mi pertinaz intriga, me
ausentaba de los grupos que me rodeaban, porque, acercándose a mí exclamó: Querida. Aurora, ¿por qué no
nos cuentas cómo salvaste a una niña de morir ahogada por una alucinación? ¿Y
cómo es que sabes esa historia? Le
pregunté un poco molesta-. Querida, si has llegado hasta aquí, es porque no
eres una desconocida. Sabemos muchas cosas de ti. Lo siento –exclamé-. Lo que
hice lo hubiera hecho cualquiera.
Era ya tarde, cuando, al
fin el grupo empezaba a dispersarse en coches aparcados en la explanada. Me
estaba quedando sola con dos “entrajados” hombres que simulaban atenderme,
aunque yo percibía que era más bien distraerme, cuando vi cómo regresaba aquel grupo que, con
linternas encendidas, había permanecido
en lo que yo imaginaba como una misteriosa
nave. Pero el hombre guía, al que llamaban líder ya no estaba. Sin mediar
explicación alguna, Iván, el Hombre de
Humo, exclamó: ¡Nos vamos, Aurora! Recojo mi maletín y nos vamos; es tarde.
Mi primera intención, nada
más entrar en el coche, era pedirle mil explicaciones de todo aquello que había
visto, observado y pensado, pero, acertadamente, opté por guardar el más absoluto
de los silencios con el propósito firme de no volver jamás.
Fue él quién rompió aquel
tenso silencio Bueno, ¿qué te ha
parecido el acto? ¿Estás ya más tranquila? Habrás comprobado que eran
infundados tus temores. Tampoco eran tantos mis temores –dije queriendo
conservar una aparente normalidad- Tan sólo era algo de curiosidad. Comprendo,
pero deseo hayas pasado una buena y relajada tarde. No me esperaba –se me
escapó- la presencia de ese hombre que llamáis guía espiritual. Nada me habías
dicho de él. Es cierto pero prefería no darte demasiados detalles que pudieras
mal interpretar. ¡Bastante asustada estabas ya! Y a propósito de detalles –dije
como si al fin hubiera roto la mordaza de las preguntas-, ¿qué significa ese
tatuaje que lleváis algunos? Todo a su tiempo, querida Aurora. No obstante, te
adelanto algo. si puede servir para saciar tu curiosidad. Pensamos, creemos que
los humanos podemos, si nos lo proponemos, llegar a ser como ángeles de luz y
al igual que el gusano encerrado en su capullo se va transformando en mariposa,
nosotros podemos ir creciendo en sabiduría, espiritualidad… El objeto del hombre es alcanzar el estado
angelical: los ángeles son seres humanos con cualidades divinas. El tatuaje viene a ser como una
simple rúbrica de que nos hemos comprometido en ello.
Aquellas palabras, unidas a
todo lo vivido, me sonaron a sectarias y un escalofrío me corrió de pies a
cabeza desatándome un nerviosismo visible por llegar a mi casa y alejarme de
todo aquello que me estaba pasando como en un mal sueño. Estoy cansada –fue mi
respuesta-. No tengo costumbre de salir. En ese camino hacia la luz –continuó-
tú tienes ya mucho recorrido hecho –dijo como si no hubiese escuchado mis
palabras-. Eres una privilegiada, una elegida… Tienes mucho que dar y entre
nosotros encontrarás el camino. Nos
despedimos en la misma puerta de mi casa: Hasta el próximo sábado –dijo-. Yo
tan solo contesté; Buenas noches. Temblaba, cuando entre en mi casa. Eolo me
recibió con saltos de alegría pero, al entrar en el baño y mirarme al espejo, ¡qué horror!,
una especie de mariposa gigante aleteaba
sobre mi cabeza…
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