Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

30 jul 2016

Personajes de ayer

Buenos días y feliz sábado, amigos: perdonad si algún comentario queda sin agradecer por mi parte, pero la causa es que no a todas horas dispongo de Wfis. Hoy vuelvo, de nuevo al pueblo, y no para añorar, sino para recordar y mostrar a los más jóvenes un pasado doloroso aquel de la posguerra. Álbum de recuerdos que vistos al día de hoy pueden resultar grotescos, pero que, sin duda, fueron protagonistas  que no debemos dejar perdidos, muerto, en la memoria de los que los vivimos.  Son raíces que no arden.y son, como decía   un campesino, más duras que Dios.  

EL HOMBRE DE LOS ZANCOS:  MAGIA  Y  ASOMBRO
Aparecía, de  tarde en tarde, un pintoresco  personaje que no sé  si exactamente se correspondía con los días de feria, pero real y vivo lo sentía, hasta hacer palpitar mi  corazón, mezcla  de asombro, miedo, alegría.
Me voy a referir a un hombre que sobre gigantescos zancos aparecía en el pueblo y recorría las calles. Los chiquillos por las calles, a carrera limpia, lo pregonaban: ¡ha venido el hombre de los zancos!
Desde los balcones, a los que llegaba  con sus zancos, la gente mayor lo celebraba, mientras los niños, con recelo, lo observábamos entre las faldas de nuestras madres y a mí, personalmente, se me antojaba que era un hombre de palo.
En días sucesivos los niños y niñas tratábamos de imitar al gigante de los zancos, habilitando como  tales  sendas  latas a las  que, mediante  diestros agujeros, atábamos cuerdas que, manejábamos al andar, logrando imitar así  los originales zancos a nuestros pies. Caídas, golpes, intentos hasta lograr caminar y correr con aquellas  latas dirigidas. Juegos siempre fruto de creatividad y fantasía.

Un año, en un pueblecito cordobés,  organicé con mis alumnas, los originales zancos de lata, y fue un trance tan divertido que no hace mucho una de ellas, hoy casada y con hijos, me repetía: ¿Se acuerda de los zancos?  ¡Qué bien  lo pasábamos en la escuela! Ahora las cosas son diferentes.

Yo creo que la gran diferencia, la enorme  diferencia radica en que  hoy día  todo está tan superado que unos zancos de lata  no es cosa que se les ocurra a nadie pero estoy convencida de que seguiría siendo de gran  ilusión para los niños que, ante  todo y siempre, seguirán siendo niños, aunque, cada vez con más prisa, los queramos incorporar al frío mundo de las realidades, sacándolos así, del maravilloso mundo de los juegos y sueños.

27 jul 2016

Progresar en oden

 Miércoles  27 de julio de 2016
Pasamos la hoja del almanaque un día más, amigos. ¡Ojalá sea, al final del día, página de luz, página que podamos dejar atrás y sirva de huella a tantos y tantos caminantes perdidos...
Os propongo de lectura mi artículo de ayer. Besos para todos y cada uno.

Diario Córdoba/ Opinión
Progresar en orden

Desde niña aprendí algo importante: el futuro es dirección, camino hacia adelante, sin que por eso
tengamos que reducir el pasado a una total amnesia. También en el internado, y referente al tipo de santidad tan propugnado en aquellos años, la máxima era semejante: si no se progresa, se retrocede.
Lo que es idéntico a decir que no vale el quedarse estacionado ni en santidad, ni en cultura, ni en técnicas, ni tan siquiera en cualquier chuche que nos guste.
Resulta que en estos tiempos ni progresamos ni regresamos, porque, por ejemplo, criticamos el uso de nuevas tecnologías, redes sociales, móviles, etc. ¿pero quién vuelve a la pila, a fregar de rodillas, a guisar en hornillas de carbón, por citar algo? Bien conocido es el dicho, jamás se arrepiente uno de callar, y sí de hablar.
Pues, hoy todo es hablar y definir términos que nos sitúan en extremos tales que imposible aproximarnos algo para darnos la mano. Por mi parte lo tengo bien claro: entre el blanco y el negro hay una gran variedad de matices, y entre progresar o quedarse parado, también los hay. Sí, se puede progresar respetando todo aquello que siga siendo útil, valioso y erradicando todo lo que ha contribuido a crear desigualdades, injusticias, pobreza..., porque, claro, sería innecesario un cambio de cocina, pongo por caso, porque se atranque el fregadero.
Es decir, cambios, necesarios, progresos ordenados y estableciendo prioridades, que hay que hacerlas y que son muchas.
El camino del progreso no es ni rápido ni fácil --Marie Curie--. Así, que no nos quedemos atrás, llorando lo que fue y ya no es ni será, porque la felicidad radica en izar velas y remar, avanzar paso a paso hacia aquello que nos importa como bien de la humanidad. Termino con otra frase: No podemos esperar un mundo mejor si cada uno de nosotros no mejora como persona.


22 jul 2016

Relató de verano


Aquel año, vísperas  de  vacaciones,  mi  padre  exclamó  un  buen  día:  ¡Este año  nos  vamos  de  camping!  La  noticia  nos  alegró  a  todos.  Hacía  tiempo  que,  sobre  todo  mis  hermanos mayores,  lo pedían  y  deseaban,  cada  vez  que  se hablaba  de vacaciones. El  camping  era  como  un  pueblo  de  casas  de  telas  y  colorines  en  medio  de un  jardín,  y  el  mar  estaba  tan  cerca  de  nuestra  tienda  que  las  olas  grandes casi  la  rozaban.
Mientras  mis  padres  instalaban  nuestra  vistosa  y  flamante  tienda,  yo  corrí  a la  playa. Nada  más  llegar,  del  otro  lado  de  las  rocas  grandes  que delimitaban  la  playita  del  camping,  apareció  un  pequeño:  medio  desnudo, descalzo,  cabello  rubio,  rizado,  ojos  azules,  piel  negra  y  una  caracola  en  la mano. Si  quieres  te  la  presto;  dentro  se  oye  el  mar  -me  dijo,  al  tiempo  que  la colocaba  sobre  mi  oreja  derecha-.  Mi  padre  es  pescador  y  me  trae  muchas. Si  quieres,  te  regalo  ésta.  Yo  también  voy  con  él  a  pescar  algunas  noches  y encontramos  bancos  de  peces  que,  con  la  luz  de  los  focos,  parecen  de  plata. ¡Sí,  sí  que  la  quiero!  -exclamé-  ¡A  lo  mejor,  un  día  yo  también  voy  a  pescar en  un  barco!  ¿Por  qué  no  vienes  que  te  vea  mi  madre?  Yo  no  puedo  entrar; ¿no  ves  que  soy  pobre?  ¿No  ves  que  yo  no  puedo  ir  a  la  escuela?  Sí  me  ve el  portero,  lo  mismo  me echa  los  perros…
Pasaron  los  días.  No  volví  a  ver  al  amigo  de  la  caracola,    aunque  cada mañana  y  tarde    de  aquellas  vacaciones,  salía  con  ilusión  de  encontrarlo  al lado  indigente   de rocas  y  olas  cristalinas.   Pero  mi  amigo  no  volvió.
No  pude  conocer  su  nombre  ni  apenas  su  voz.   Sólo,  eso  sí,  aquellos  ojos  de  aguas  marinas  y  aquella  piel  de  soles  e intemperies. Han  pasado  muchos,  ¡muchos  años!  La  caracola  sigue,  como  el  primer  día, durmiendo debajo de  mi  almohada. Y,  cada  noche,  antes  de  entregarme  al  sueño,  me  la  pongo  en  la  oreja derecha,  y  sueño  con  mi  amigo,  el  pequeño  pescador,  y  lo  veo  embarcado en  medio  de  la  mar  negra,  ¡navega  que  te  navega!,  y  lo  veo  aupado  en  un caballito de mar,  galopando en  busca  de estrellas,  calamares,  sirenas...     Y  su  voz  también  la  oigo como si  me  llamara  desde  la  lejanía  azul. En  mi  caracola  sigue  vivo el  mar  de aquel  pequeño  rubio de ojos azules,  y  el sonido  de  las  olas  en  la  playa,  y  el  olor  del  pescado,  de  las  algas  y  de  las redes...


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13 jul 2016

La muerte de un torero

 Buenos días amigos: hoy me voy a referir a una actualidad que se comenta, en los medios y que es motivo de controversias de todos los colores. Hay temas como la política y otros  que deseo excluir en todos mis escritos, sobre todo,  por considerar que las ideologías  son opciones personales que cuando se someten a debates solo se logra enfrentamientos, agresiones y en muchos casos distanciamientos dolorosos. 
Temas que, por otra parte, son el diario que copa hasta la saciedad nuestras vidas. me voy a referir   a la muerte en la plaza de un torero. Como sabéis, creo, ha habido manifestaciones terribles, mofándose de esta muerte. Solo a ese hecho me quiero referir, sin entrar en la polémica, toros, sí, toros, no. Vaya, no obstante, por delante que detecto cualquier daño que se le pueda ocasionar  a un animal que siente, sufre .., al igual que nosotros, pero doctores tiene la Santa Madre Iglesia.
En la actualidad de este hecho nos debe llevar a reflexionar sobre la naturaleza humana. Alguien dijo: matar a una persona por defender un ideal no es defender un ideal: es matar a una persona. En el caso  que nos  ocupa pienso que alegrarse por la muerte de  un ser humano, no es defender una fiesta, es no tener corazón, ni sentimientos, ni humanidad algunas para entender que tras esa muerte hay una madre, hay una familia, una juventud, un drama que me duele al leer  insultos, expresiones de alegría y hasta brindis con champagne. Sinceramente, no lo puedo entender porque esas cosas no son reivindicaciones a favor del toro, son manifestaciones que merecen la mayor repulsa,   hasta en los que no estamos a favor del maltrato animal. Dijo Ghandi: Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego. Camino de eso, creo que vamos.



9 jul 2016

Dónde está Dios

Abuela, me suelen preguntar mis nietos. Pregunta difícil de  contestar. No obstante, les explico lo que yo creo y les advierto que ellos  tendrán un día su propias respuestas.  i

Dios -les digo- está en la sonrisa y ternura de los niños, y está en la soledad y dolor de los anciano, y está en el esfuerzo por sobrevivir de raros hombres, y en las flores, y en nosotros...
Lo entienden a su manera pero es mi mejor respuesta.












4 jul 2016

Lo que sobra, estorba

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
LO QUE SOBRA, ESTORBA


Coincido plenamente con la escritora estadounidense Anne Morrow por lo mucho que me identifico con su pensamiento, acerca de la simplificación de la vida para lograr la felicidad.
La simplificación de la vida supone prescindir de todo lo superfluo, de convencerse de que son muy pocas cosas las indispensables. Hay momentos en nuestra vida en que el gusto por la simplicidad se ha convertido en un sentimiento tan necesario que nos resulta un auténtico agobio el vernos rodeados de cosas, hasta el punto de que llegamos a sufrir crisis de ansiedad. Todo lo tenemos lleno: ropas, papeles, carpetas, recuerdos, fotografías, muebles recargados de adornos, paredes sin un hueco en blanco...
Una y otra vez nos decimos: vamos a hacer limpieza y vamos a tirar todo lo que no nos sirve, pero un día y otro también exclamamos: ¡si está nuevo! Y ahí se queda estorbando no solo a nuestros ojos sino a nuestro espíritu que, como si tuviera un nudo agarrotado, se estresa y busca causas que no quiere ver.
La vida familiar moderna gira con excesiva frecuencia en torno a «más» de todo: más consejos, más trabajo, más muebles, más ropa..., y todo en una maratón sin meta. De no tener nada hemos pasado a un barroquismo agobiante de cosas y de vida que nos roba armonía, proporción, belleza, asfixiando los sentidos y dejándonos ante un panorama de vida que se asemeja  a una laguna de aguas estancadas.
De ahí que seamos muchos los que reivindicamos una vida más minimalista. Es decir, sin tantos adornos sin tantos «más», simplificando todo lo que podamos porque, entre otras razones, es un signo de madurez, de elegancia, de buen gusto… 
La simplificación está manifiesta, hoy,  en la pintura, en la literatura, en el arte, en definitiva. Apliquémonos aquello de «Ne quid nimis», nada de sobra y nos sentiremos aliviados de mirar y ver espacios  de luz en los cuales poder respirar sin agobios.


2 jul 2016

Una muerte anunciada



Yo no lo sabía, pero, sí, estaba muerto. Y no me conformo con decir, ¡qué pena!, y olvidar mañana cuando me cruce con otro en una calle cualquiera o en la puerta de mi casa. Siempre hay un paso más que la lamentación.


Ocho de la tarde. Como cada día, mi obligado caminar por  el jardín.  Tarde ya otoñal. Los paseos, pasto húmedo, con olor a tierra de otras histo­rias casi perdidas en el tiempo. Los frondosos arces, las majestuosas palmeras, los aromáticos pinos, los sobrios cipreses, todo un entramado de tonalidades verdes por cuyos serenos relentes se desvanecen los últimos rayos de sol.
Hay música en el jardín, y chavales que entrenan deportes, y mujeres que caminan, y ancianos que conversan, y parejas entrelazadas en jugueteos amorosos, y pe­queños merodeando  las fuentes y un sutil olor a verde que se esparce como  espléndida bendición, y a mí se me torna tan deliciosa esta hora que quisiera eclipsarla en reflexiones infinitas, mitad nostalgias, mitad ecos de muchos  sueños olvidados. 
Trenes que en fogonazo de velocidad, surcan los verdes opacos ya aledaños del lugar, papeles que vuelan, hojas que caen, afluencia que se dispersa y yo que me resisto al sosegado vómito crepuscular como si me aferrara al resquicio de día que se me escapa y suma y suma sin cesar arrancando hojas del almanaque de mi existencia. ¡No son, horas, señora! ¡Pasan cosas! –exclama una anciana voz. Sí, tengo que regresar. Las farolas, no sé por qué extraña razón, no se han encendido, y el jardín se ha tornado silencios, sombras, bultos, miedos que escamoteo en una casi carrerilla que me regresa al tráfico, al asfalto... Pero al pasar por  el recoveco de una vereda, los fuertes ladridos de un perro me soliviantaron  Me volví hacia él. Allí, en un denso y negro follaje, acurrucado debajo, casi perdido, pude imaginar, más que ver, el cuerpo  inmóvil de un hombre de color.
 Mucho miedo, sí; también una ligera responsabilidad. No obstante las palabras de la voz me perseguían, repitiendo: ¡Que pasan cosas! Me alejé unos pasos. Los ladridos vociferantes de aquel perro se me antojaban un reproche, una llamada… ¡Qué sé yo! Y regresé con precaución, con el móvil en la mano, con el bolso escondido… Le sucede algo. ¿Por qué no se va? Empieza a refrescar… -medio susurré-. Pero aquel bulto de color ni tan siquiera levantó la cabeza, apoyada en las rodillas. ¡Ni una palabra, ni un leve movimiento! Sombras, todo sombras en el jardín y de nuevo la voz anciana en la lejanía: ¡No se meta en líos, señora! ¡Son delincuentes, chorizos, drogadictos…!
Temblando por no sé cuántas razones abandoné, al fin, con unas absurdas  palabras: ¡Vaya si te guarda bien tu  perro! Los efluvios de una ramita de romero me duermen, acabado el día.. Amanece lloviendo.  ¡Qué hermosa mañana!  -exclamó- Y trato de explicarme que la realidad de lo coti­diano, es el mejor regalo que se nos puede dar. En la cafetería del barrio, casi colindante con el jardín, una noticia. "Ha amane­cido muerto un chaval de veinticinco años por una sobre dosis. En el jardín, al lado de su perro”.

Un dolor lacerante me desgarra el alma. La angustia y el espanto se acentúan, cuando alguien comenta: “Todos los drogatas  deberían estar muertos”. Sólo han pasado unos meses. Posiblemente este suceso no sea noticia para nadie. No obstante yo no puedo pasarlo de largo, como pasé por él, sin acusarme y acusar a toda la sociedad de ésta y otras muchas muertes que no fueron tales el día que se produjeron, sino que lo fueron ya desde el mismo instante que a esos chavales, sin familia, sin trabajo, sin motivación, sin más casa que la calle, no se les tendió una mano para evitar, para prevenir el desastre final.