DIARIO
CÓRDOBA/OPINIÓN
LO QUE
SOBRA, ESTORBA
Coincido plenamente con la escritora estadounidense Anne
Morrow por lo mucho que me identifico con su pensamiento, acerca de la
simplificación de la vida para lograr la felicidad.
La simplificación de la vida supone prescindir de
todo lo superfluo, de convencerse de que son muy pocas cosas las
indispensables. Hay momentos en nuestra vida en que el gusto por la simplicidad
se ha convertido en un sentimiento tan necesario que nos resulta un auténtico
agobio el vernos rodeados de cosas, hasta el punto de que llegamos a sufrir
crisis de ansiedad. Todo lo tenemos lleno: ropas, papeles, carpetas, recuerdos,
fotografías, muebles recargados de adornos, paredes sin un hueco en blanco...
Una y otra vez nos decimos: vamos a hacer limpieza
y vamos a tirar todo lo que no nos sirve, pero un día y otro también
exclamamos: ¡si está nuevo! Y ahí se queda estorbando no solo a nuestros ojos
sino a nuestro espíritu que, como si tuviera un nudo agarrotado, se estresa y
busca causas que no quiere ver.
La vida familiar moderna gira con excesiva
frecuencia en torno a «más» de todo: más consejos, más trabajo, más muebles,
más ropa..., y todo en una maratón sin meta. De no tener nada hemos pasado a un
barroquismo agobiante de cosas y de vida que nos roba armonía, proporción,
belleza, asfixiando los sentidos y dejándonos ante un panorama de vida que se
asemeja a una laguna de aguas
estancadas.
De ahí que seamos muchos los que reivindicamos una
vida más minimalista. Es decir, sin tantos adornos sin tantos «más»,
simplificando todo lo que podamos porque, entre otras razones, es un signo de
madurez, de elegancia, de buen gusto…
La simplificación está manifiesta, hoy, en la pintura, en la literatura, en el arte,
en definitiva. Apliquémonos aquello de «Ne quid nimis», nada de sobra y nos
sentiremos aliviados de mirar y ver espacios
de luz en los cuales poder respirar sin agobios.
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