De una obra, titulada Cartas a mis Hijos
Carta Nº 1
A la memoria
de papá, del mejor padre y posible abuelo
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Llueve
mucho esta madrugada. Mis ojos, nubes
preñadas que de lágrimas regaron caminos, vuelven a ser borrasca hoy de
nostalgias y recuerdos. Aquel pueblo de nuestro encuentro, las tormentas, los
paraguas, los charcos, las goteras...
Tú
y yo, pobres de todo; tú y yo, ricos en
amor; tú y yo, dichosos con nuestra nada, vivíamos en plenitud la lluvia
en los otoños, y los trigueros en las primaveras, y las espigas y las eras en
los veranos...
Tú
y yo hicimos de nuestras vidas tal aleluya que, tras veintidós años ya de aquel
adiós sin retorno, puedo escucharte, puedo verte superpuesto en el cuadro vivo de los días.
Sí,
yo sé que eres tú, boca grande en sonrisas que me mira. Sí, eres tú, lluvia
limpia que cala mi alma esta mañana. Sí, eres tú, nostalgia en las flores marchitas de un ayer que es
hoy en el almanaque de mi alma.
Y
tú eres yo, poema de amor escrito en el cálido aliento de los instantes que me
nacen, que me palpitan, que me llevan... no sé a dónde, pero es tu amor lo que
respiro, y es tu amor lo que me inflama, y es amor... ¡si, si, amor! lo que me
ríe y me llora.
Amor
palabra izada de bandera en el cuadro vivo de cada día, donde superpuesto, yo
te descubro. Tu recuerdo, sigue siendo
flujo y reflujo en lugares, palabras, silencios... amores.
Tu
recuerdo no es un ayer muerto en la precoz hora de azahares y jazmines. Tu
recuerdo no es aquel beso postrero que dibujó en mis mejillas el blanco pañuelo de tus labios en el
terminal suspiro que exhaló tu alma.
Tu recuerdo es... sí, realidad de unos hijos buenos que te siguen
recordando y amando, y es mirada
rutilante que son los ojos ingenuos de nuestros nietos.
Y
tu recuerdo es la hoja que vuela, y es el arrullo eterno de
nuestra tórtola y es el viento
que agita mi cortina cuando sola te presiento en este aliento de vida que
palpita cálido junto a mí.
¿Verdad
que eres tú, Mariano? Arrúllame una vez más que te escucho, como escucho el silbo del viento o el temblor de las hojas en la terraza- Mi corazón es la senda, ¿no oyes cómo me galopa el resplandor de la aurora?
Vuelve
con la mañana; te estoy esperando, amor; no tardes tanto.
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