Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

30 jul 2019

Recuerdos en la madrugada



  1. Hoy, un sencillo paseo me ha despertado un viejo recuerdo de mi infancia en elpueblo.Estos relatos del pasado no significan que siga instalada en él, ni mucho menos, pero sí un no dejar sepultada aquella historia que nos tocó vivir en años de posguerra y que son como el amarillento índice de un libro que se escribió al hilo de los días y que, al menos, en mi memoria, al día de hoy, puede leer para entender y agradecer años de nadie, pero ilusión y trabajo de todos por echar a andar un pueblo, comido por miedos, miseria, hambre... tejados crecidos por jaramagos, fachadas deshechas por intemperies, calles empedradas, tapizadas de musgos embarrados de inviernos sin más tránsito que arrieros destrozados por largos caminos arreando viejos borriquillos.
  2. Hoy, mi recuerdo lo voy a remitir, a momentos felices que, de tiempo en tiempo, vivíamos la familia.

  3. EL BARQUERO.
  4. En aquellos años de la posguerra, los niños éramos juegos y cuentos. A cualquier hora se improvisaba un juego o se escuchaba un cuento. La imaginación se crecía y volaba, buscando y encontrando diversión en el más mínimo acontecimiento.
  5. Hoy, junto a una barca, he recordado al barquero de mi pueblo.Saltando a la comba catábamos las niñas una canción que me  hacía soñar: al pasar la barca me  dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero… Y yo me preguntaba, imaginando la escena: ¿me cobrará o  a lo mejor me llama bonita y me pasa gratis? 
  6. Si bien  la profesión de barquero no es que fuese de gran  notabilidad , pero cumplía una necesaria función. En mi  memoria el  recuerdo de las excursiones que organizaba papá al otro lado del río, allí en Villa del Río. La imagen del barquero, organizando  turnos entre  álamos y trinos de pájaros, y la imagen de aquella elemental barca,  grande que atravesaba el río, contra corriente. Se  deslizaba suave y lenta. El agua, inmersa en sombras de los álamos ribereños, parecía que se partía en dos. La fuerte maroma  se torcía y  destorcía en  crujiente  sonidos como si se rompiera.  
  7. Agachada, con mi brazo estirado entre dos listones,  y mi  mano que se abre  y cierra en un intento de llegar al agua. ¡Cuánta emoción! La barca a tope de animales y gente. En ambas orillas, turnos de espera.  
  8. Años malos aquellos de la posguerra. No obstante, mis recuerdos  son índice de días, de horas felices en los que me  refugio, cuando  preciso la  seguridad y  calidez que sobre todo mi  padre inspiraba en mi vida.  La razón de  ser del barquero era la siniestra sombra de la guerra que dejó mutilado nuestro Puente de los tres ojos: faltaba el último de la izquierda, por lo que se hacía imprescindible la figura del barquero en incesante trasiego de orilla a orilla. 
  9. En  horas que cesaba el trabajo de cada día era normal en los paseos al puente, verlo reparando tablas  de  la  vieja barca o esparciendo sebo por  la maroma, a fin de suavizarla. A mi  se me  antoja pensar que sería bonito y emocionante que superviviera algún barquero que nos paseara a todos a esa otra orilla, más allá dónde habrá un lugar de más justicia, más humanidad y más amor
  10. ¿Me vería bonita  el barquero y me pasaría gratis o me diría: ¿o pagas lo que te corresponde o para atrás? Antes de presentarme a su escudriño, me vestiré de gala; tengo tiempo y debo subir a la barca con mi traje de gala y mi impecable sombrero, regalo de un ángel bueno.
  11. Os espero, amigos, hay sitio.

19 jul 2019

Gaviota varada

Sábado 20 de julio de 2019



Buen día, amigos: ayer, mi nieto Javier, nos mandaba vídeos espectaculares de Nueva York. Yo, en breve comentario le decía: no olvides nunca que no hay mayor monumento que el ser humano por insignificante que te parezca. Él, “a vuelta de correo”, me contestó: es lo que pienso siempre, abuela.
Hoy, amigos, y como propósito de fin de semana, miremos, a todos, como lo que son, como lo que somos: pequeños-Grandes monumentos que merecemos admiración,  cariño y respeto.
Os transcribo, hoy, mi encuentro con una gaviota varada en las rocas, mi lugar favorito, rozando el mar.

 Ni poesía, ni prosa, ni nada. Tan solo compartir con vosotros el repente de la salida del sol, cuando una gaviota, con una pata herida, y yo nos encontramos frente a frente con la vista puesta en la misma dirección.

Gaviota de azul, de soles, de vuelos y orillas, gaviota herida, hoy, aparcada en las rocas, alas rotas en tú ya largo caminar. No puedes jugar con las olas, ni compartir con hermanos tus travesías por el mar, ni presumir de alturas, ni competir en desafíos mañaneros, ni crepúsculos rosados para mañana cantar. 
Me miras, hermana gaviota, te miro en complicidad que tú ignoras o, tal vez, intuyas, ¡quién sabe!
Pero yo sí sé lo que me quieres decir,  ¿no ves que miramos en la misma dirección? Sí, queremos saludar al sol, queremos seguir viviendo, entre rocas, sin vuelos, sin amigos, en soledad, con dolor... ¿qué más da? Siempre así es el principio, siempre es así el final. No tengas miedo, gaviota amiga, sigue esperando el amanecer y, entre tanto, no te rindas, vive, sueña con ese día de luces, en otro mar sin tempestades, en otra orilla de arenas blancas, en el que sin dolores, sin recuerdos, sin ausencias..., tan solo seamos cielo y mar, y volar sin alas, cantar, reír, jugar, y por los cielos izar la más bella palabra: libertad.






















7 jul 2019

La Rueda

María OlmoMaría Olmo
07/07/2019
Una de las cosas que me gustan de Isabel Agüera es que siempre, al pie de sus colaboraciones periodísticas, firma «maestra y escritora», sin apear nunca de su identidad el trabajo que ha sido la pasión de su vida. Podría poner «escritora» solo, pues tiene muchos libros publicados y ya está jubilada de la docencia, pero lo de «maestra» en primer término viene a ser una maravillosa declaración de intenciones que convierte la sencillez en grandeza. Parece una tontería, pero no: ella no da clases ahora a los críos, pero siembra su magisterio de mil maneras, y así pueden dar fe la legión de antiguas alumnas y alumnos que mantienen el contacto, participan con ella en las actividades y talleres que inventa en su muro de Facebook, le dan homenajes... Igual en su pueblo natal, Villa del Río, donde suscita un enorme cariño entre sus vecinos, amadrina un premio literario y participa en actividades radiofónicas. Isabel Agüera es, para nosotros, una más de esta agitada casa que es Diario CÓRDOBA, con sus artículos en la sección de Opinión y en el suplemento de Educación. Desde la distancia, pendiente siempre, sin una protesta ni mal comentario, dispuesta a ayudar cuando hace falta, a escribir si se le pide más, a quedarse atrás si la actualidad impone que se relegue uno de sus artículos. No es la única buena colaboradora de este periódico, pues tenemos la enorme suerte de contar con un elenco de personas cualificadas, generosas, que escriben muy bien y analizan mejor la actualidad, además de apoyar siempre a Diario CÓRDOBA. Pero en el corazón podemos escoger, y hoy quería hablarles de Is, la maestra, la escritora, la amiga generosa, la madre, la abuela, la que se sobrepone a problemas de salud que va teniendo y no deja la moderna pluma del teclado. La que no se queja, a la que siempre vemos guapa y sencilla, a la que los años no borran su sonrisa. La que no se olvida de nadie, la que siempre reflexiona en sus escritos sobre esos temas que, en realidad, configuran lo que más nos importa a los seres humanos. Ahora, Isabel ha recopilado con mucho esfuerzo gran parte de sus columnas -¡tres décadas!- y nos las ha hecho llegar a Carmen Aumente y a mí. Y, delante de esos gruesos tomos llenos de breves artículos en los que se encierra mucho de su vida, he sentido emoción, respeto, certeza del privilegio y agradecimiento por el honor compartido. Y ahora pena, porque se me acaba el espacio y me da la sensación de que todavía no les he contado casi nada de esta persona excepcional a la que ustedes conocen por sus escritos, que vive mirando -Mirar y ver se llama una de sus tribunas- y buscando siempre lo mejor de las personas.

1 jul 2019

Queridos hijos



DIARIO CÓRDOBA / OPINÓN
CARTAS AL VIENTO
Queridos hijos 
02/07/2019

                              Para que nunca olvidéis   que un día fuisteis niños


En la madrugada de cada día, vosotros, hijos, primero, hijos y nietos, después, mi mejor obra, estáis presentes, aquí, en esta vuestra casa, como los niños que fuisteis, con vuestros juegos, peleíllas, curiosidades, intereses, estudios, problemas... También como los adultos que sois, hoy. 
Os veo y un pensamiento  me nace en el alma: sí, tendréis que madurar y ser sabios, a fuerza de golpes que casi siempre son duros para el que los recibe, si bien, no solo duros, sino nocivos y germen de infelicidad para quiénes los propician. Y es que los seres humanos, en general, se olvidan de su provisionalidad y buscan, ansían, a cualquier precio, el poder, el protagonismo, ahogando, en su absurda escalada, cualquier valor superior que pueda ensombrecer su mediocre actuación en este gran teatro que es la existencia. 
De ahí que la mejor manera de alertaros, sobre tales usurpadores, por si en algo podéis sacarle ventaja, sea ésta obra que hoy, con todo mi amor, os quiero regalar, sí, esta sencilla obra de cartas, escritas al hilo de los acontecimientos que vamos compartiendo y al hilo de lo que voy aprendiendo de mi ya largo rodar, sacudida siempre por una corriente que, no obstante, jamás logró arrastrarme, porque, en mi debilidad, tuve coraje de ser roca que, golpeada duramente, solo fuera demolida por el inevitable oleaje del mar; jamás por el chantaje, la mentira, la adulación… 
No le tengáis miedo a nada, ni tan siquiera a la muerte, si habéis vivido como lo que sois: seres humanos. Tended vuestras manos a quienes las necesiten, sin mirar el color de su piel o el nombre que ondea en su frente. Miradlos, sí, a los ojos y encontraréis indescriptibles misterios: estáis en ellos y también aquel con el que todos fuimos timbrados al nacer: vida y muerte. 
Vuestra madre, un día ya muy lejano, se miró en el espejo de otro ser humano
 eligió, como arma para andar por la vida, solidaridad, amor para todos y manos extendidas par dar y recibir.