- Hoy, un sencillo paseo me ha despertado un viejo recuerdo de mi infancia en elpueblo.Estos relatos del pasado no significan que siga instalada en él, ni mucho menos, pero sí un no dejar sepultada aquella historia que nos tocó vivir en años de posguerra y que son como el amarillento índice de un libro que se escribió al hilo de los días y que, al menos, en mi memoria, al día de hoy, puede leer para entender y agradecer años de nadie, pero ilusión y trabajo de todos por echar a andar un pueblo, comido por miedos, miseria, hambre... tejados crecidos por jaramagos, fachadas deshechas por intemperies, calles empedradas, tapizadas de musgos embarrados de inviernos sin más tránsito que arrieros destrozados por largos caminos arreando viejos borriquillos.
- Hoy, mi recuerdo lo voy a remitir, a momentos felices que, de tiempo en tiempo, vivíamos la familia.
- EL BARQUERO.
- En aquellos años de la posguerra, los niños éramos juegos y cuentos. A cualquier hora se improvisaba un juego o se escuchaba un cuento. La imaginación se crecía y volaba, buscando y encontrando diversión en el más mínimo acontecimiento.
- Hoy, junto a una barca, he recordado al barquero de mi pueblo.Saltando a la comba catábamos las niñas una canción que me hacía soñar: al pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero… Y yo me preguntaba, imaginando la escena: ¿me cobrará o a lo mejor me llama bonita y me pasa gratis?
- Si bien la profesión de barquero no es que fuese de gran notabilidad , pero cumplía una necesaria función. En mi memoria el recuerdo de las excursiones que organizaba papá al otro lado del río, allí en Villa del Río. La imagen del barquero, organizando turnos entre álamos y trinos de pájaros, y la imagen de aquella elemental barca, grande que atravesaba el río, contra corriente. Se deslizaba suave y lenta. El agua, inmersa en sombras de los álamos ribereños, parecía que se partía en dos. La fuerte maroma se torcía y destorcía en crujiente sonidos como si se rompiera.
- Agachada, con mi brazo estirado entre dos listones, y mi mano que se abre y cierra en un intento de llegar al agua. ¡Cuánta emoción! La barca a tope de animales y gente. En ambas orillas, turnos de espera.
- Años malos aquellos de la posguerra. No obstante, mis recuerdos son índice de días, de horas felices en los que me refugio, cuando preciso la seguridad y calidez que sobre todo mi padre inspiraba en mi vida. La razón de ser del barquero era la siniestra sombra de la guerra que dejó mutilado nuestro Puente de los tres ojos: faltaba el último de la izquierda, por lo que se hacía imprescindible la figura del barquero en incesante trasiego de orilla a orilla.
- En horas que cesaba el trabajo de cada día era normal en los paseos al puente, verlo reparando tablas de la vieja barca o esparciendo sebo por la maroma, a fin de suavizarla. A mi se me antoja pensar que sería bonito y emocionante que superviviera algún barquero que nos paseara a todos a esa otra orilla, más allá dónde habrá un lugar de más justicia, más humanidad y más amor
- ¿Me vería bonita el barquero y me pasaría gratis o me diría: ¿o pagas lo que te corresponde o para atrás? Antes de presentarme a su escudriño, me vestiré de gala; tengo tiempo y debo subir a la barca con mi traje de gala y mi impecable sombrero, regalo de un ángel bueno.
- Os espero, amigos, hay sitio.
Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera
30 jul 2019
Recuerdos en la madrugada
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