Hoy, de nombre, martes; de apellido,
santo. Son las veintitrés horas de un caluroso día de abril, y esto quiere
decir que el día se ha terminado prácticamente. A punto ya de mis formalidades
rutinarias, anteriores a la cama: puerta, enchufes, un poco de orden... ¿Hoy?
Notable un poco bajo, pero, ¡ojala esta evaluación no me faltara nunca! Lo
primero, mi querido diario, lo siento, pero tengo que decir que todo normal,
excepto que, de vez en cuando, oigo tambores de alguna lejana procesión.
¿Normal o rutinario? ¡Vaya pregunta! Creo que nos apegamos a la rutina y que no
se nos tuerza un paso. ¿Qué triste, no? Pero es así: la vida, un electro
encéfalo plano, a no ser que tengamos el coraje de sublevarnos y coger por la
calle de en medio. ¿De dónde que tengamos que cumplir años y más años entre dos
paréntesis: vida y muerte? Y lo que llamamos vida, nacer, ser monadas, ser
rebeldes, estudiar, trabajar, emparejarse y de la noche a la mañana, ¡venga
darle cuerda a la rueda que no se nos pare! Y lo que llamamos muerte… ¡UF…! de
eso, nada de nada.
¿Qué la vida es maravillosa? Eso queda de perlas decirlo o escribirlo. Y se nos llena la boca expresando ilustres pensamientos. Otro gallo canta, cuando la vida nos da un zarpazo del color que sea. Puede que callemos, puede que sonriamos, puede que nos comamos las lágrimas... ¿No sería mejor chillar hasta perder la voz? ¿No sería mejor rebelarnos? ¡Qué tonterías pienso! Nada de eso iba a cambiar nuestra realidad de vida
Pero bueno, ¿qué hago yo “filosofando”, aburriéndome y aburriendo las páginas de mi Diario? ¡Vamos al día, martes! Por eso de la rutina, las caras de siempre, nos damos los buenos días en nuestra cafetería habitual. Me acompaña, a veces, compartiendo mesa, un hombre sencillo, sensible, educado… Gente que entra, buenos días, gente que contestamos, buenos días: el tiempo,la Semana Santa, los viajes..., y, hasta mañana. No, no quiero palabras cultas, ni quiero sermones formativos, ni quiero piropos…
¿Qué quiero, entonces? ¡Y yo qué sé! Tal vez quiera un algo que no existe, algo que no muera, que, como mínimo, respete mis silencios y me quiera. ¿Teorías? Nada; no las quiero, no me sirven, me estorban...Vivir de teorías es engañarse y justificarse y no entender las propias... Me miró en un espejito y tengo los ojos lacrimosos ¿y por qué? Las horas que pasan, los días que se mueren, la vida que de este, del otro, la mía, se acaba. Es verdad que en este caminar por entre los paréntesis vida y muerte, podemos encontrar, sin buscarlo, auténticos motivos para dar, para recibir, para ser felices… Y a mí, en particular, motivos para saber que sí, que debí nacer.
¡Hala! ¡Si es que caigo siempre en la reflexión! ¡Y me tocaba dentista! Y no le tengo miedo a las agujas, ni a la anestesia… Le tengo, sí, pánico, al bolsillo. En fin que termino que mi carillón, mi cuco y unos pocos relojes más, están a punto de cantarme; ¡Ayho, ayho a la cama a descansar! ¿Y si no despierto? ¡Venga ya! ¡Y qué tarea me he impuesto con escribir Diario por una semana! ¿Y para qué? A lo mejor para leerme mañana y demostrarme que sigo existiendo. ¡Ayho, ayho! ¡Ah, una gran ilusión! mis hijos nietos y personas que quiero están bien, y la luna que, como siempre, me solivianta con sus coqueteos, cuando pasa por mi terraza. ¡Algo puede ser mucho! Y decepciones, muchas; me olvidaba
¿Qué la vida es maravillosa? Eso queda de perlas decirlo o escribirlo. Y se nos llena la boca expresando ilustres pensamientos. Otro gallo canta, cuando la vida nos da un zarpazo del color que sea. Puede que callemos, puede que sonriamos, puede que nos comamos las lágrimas... ¿No sería mejor chillar hasta perder la voz? ¿No sería mejor rebelarnos? ¡Qué tonterías pienso! Nada de eso iba a cambiar nuestra realidad de vida
Pero bueno, ¿qué hago yo “filosofando”, aburriéndome y aburriendo las páginas de mi Diario? ¡Vamos al día, martes! Por eso de la rutina, las caras de siempre, nos damos los buenos días en nuestra cafetería habitual. Me acompaña, a veces, compartiendo mesa, un hombre sencillo, sensible, educado… Gente que entra, buenos días, gente que contestamos, buenos días: el tiempo,la Semana Santa, los viajes..., y, hasta mañana. No, no quiero palabras cultas, ni quiero sermones formativos, ni quiero piropos…
¿Qué quiero, entonces? ¡Y yo qué sé! Tal vez quiera un algo que no existe, algo que no muera, que, como mínimo, respete mis silencios y me quiera. ¿Teorías? Nada; no las quiero, no me sirven, me estorban...Vivir de teorías es engañarse y justificarse y no entender las propias... Me miró en un espejito y tengo los ojos lacrimosos ¿y por qué? Las horas que pasan, los días que se mueren, la vida que de este, del otro, la mía, se acaba. Es verdad que en este caminar por entre los paréntesis vida y muerte, podemos encontrar, sin buscarlo, auténticos motivos para dar, para recibir, para ser felices… Y a mí, en particular, motivos para saber que sí, que debí nacer.
¡Hala! ¡Si es que caigo siempre en la reflexión! ¡Y me tocaba dentista! Y no le tengo miedo a las agujas, ni a la anestesia… Le tengo, sí, pánico, al bolsillo. En fin que termino que mi carillón, mi cuco y unos pocos relojes más, están a punto de cantarme; ¡Ayho, ayho a la cama a descansar! ¿Y si no despierto? ¡Venga ya! ¡Y qué tarea me he impuesto con escribir Diario por una semana! ¿Y para qué? A lo mejor para leerme mañana y demostrarme que sigo existiendo. ¡Ayho, ayho! ¡Ah, una gran ilusión! mis hijos nietos y personas que quiero están bien, y la luna que, como siempre, me solivianta con sus coqueteos, cuando pasa por mi terraza. ¡Algo puede ser mucho! Y decepciones, muchas; me olvidaba
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