¡Gran día el de hoy para los católicos! ¡Día del
amor fraterno! Aunque en principio, os parezca que me alejo del día con mi
cuento de hoy, no es así. Se trata de que hagamos una sencilla reflexión acerca
del amor fraterno. Cuento escrito al hilo de una realidad conocida en primera
persona.
DEL
GIGANTE Y LOS ENANOS
Pero el hombre, tenido por gigante, que era sabio y justo,
se dijo: no está bien que seres humanos como yo. hermanos todos, se
llamen así mismos enanos, me teman, me sirvan y me tengan por gigante.
Buscaré un remedio para que dejen de
sentirse pequeños y me tengan por amigo.
Y el hombre tenido por gigante encontró una especie de coraza
que, cubriendo su cuerpo, e invisible para los demás, parecía disminuir su
estatura ante la presencia de los demás. Pero sucedió que los hombres enanos,
al verlo y compararlo con ellos, lo veían tan igual que empezaron a perderle el
miedo y sobre todo el respeto. Un día, uno de ellos gritó: ¡el gigante es enano
como nosotros!
A partir de entonces, cuando el hombre tenido por gigante
iba por la calle, los enanos, que pasaban junto a él, le
llamaban tonto, se burlaban de su pequeñez y hasta le escupían en el rostro Así, cuando el hombre gigante descubrió la
maldad e ignorancia de aquellos hombres, quitándose la coraza, la arrojó al mar
exclamando: ¡prosigamos cómo somos: gigantes y enanos.
Mi moraleja es la siguiente: A veces se abusa de la sencillez y humanidad de la
gente que siendo grande, se aúna con los
“pequeños” y trata de amarlos y dar la misma estatura.
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