Bueno ya casi miércoles porque la guasa de los ordenadores: por dos veces se me ha borrado la entrada. Pero como le decía el perro al hueso: tú duro, y yo despacio...
Decía que hoy, martes, el día estaba teñido de un gris más bien tirando para oscuro. ¿Razones? Por la mañana, trabajar, trabajar y dentista. Para la tarde me andaba rondando la operación de vegetaciones de mi chiquitín. Sí, ya lo sé; cosa de poca impostancia pero no sé qué tienen los nietos que nada más tocarle un pelo y los abuelos nos subimos a la parra.
Bueno, pues andaba yo preparando mis coquetos atuendos, que nunca se sabe, cuando sin esperarlo, cómo, una especie de empujón y aterrizo en la cama proxima a mis arreglos. ¡Vaya sustazo! ¿Mareo? ¿Infarto? ¡Uf, qué montón de cosas por mi cabecita! Como pude me enderecé y me llegué a este mi señor sillón donde llevo dos horas, móvil va, móvil viene para saber algo del chiquitín.
Mi hija preocupada: pero, ¿te has mareado o qué? La respuesta más acertada hubiera sido el "o qué", pero ya tenía ella de sobra con el de los tres añitos en el quirófano. ¡Que no, que no te preocupes; cosa de las cervicales!
Y el gracioso de mi iPad en guerra conmigo para cambiarme palabras, pero yo repitiendo lo del perro seguía y seguía y sin saber por qué haciendo un estricti de mis más recónditos secretos. A lo mejor es porque pienso que nadie los va a leer. A lo mejor por si alguien lo lee. A lo mejor, y es lo más seguro, por aquello de la cuna celeste no preprada para mí y por lo cual tengo que seguir justificando mi presencia en el mundo.
Y ahora, a las once y cuarto, o sea a las 23 y pico, aleluya, aleluya: mi chiquitín ha abierto los ojos y ha dicho: abuela, jamón.
A ver quién se atreve a repetir que el día ha sido gris. Atrás se ha quedado el mareo o "el qué", el cheque de la dentista y todito porque las palabras de mi chiquitín han revestido de oro, y no chapado, este día que termino ya porque mis relojes, unos impertinentes, no cesan de recordarme que me he pasado de rosca con la hora.
Tres veces he repetido esta entrada y ninguna igual, por eso de que es imposible recordar al pie de la letra un texto borrado. Solo las palabras lindísimas del chiquitín, al despertar de la anestesia, he conservado: abuela, jamón. ¿Hay quién de más?
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