Desde mi terraza o, desde mi selva,
como la llama un amigo.
Mi sueño en color.
Ciego desde los siete años, con los cuarenta cumplidos, con su perro y una casa llena de flores, vivía. Lo conocí por casualidad.
En palabras al teléfono, cada noche, me repetía: Mis sueños son en color. Cuando duermo vuelvo a ver el azul del mar y el verde claro de los árboles en la primavera y los ocres del otoño… Dime cómo ha sido el amanecer, el ocaso… Pero, sobre todo, dime cómo eres tú para que te sueñe: aunque te imagino multicolor.
Y cada noche, con las palabras del amigo ciego al teléfono, con el arrullo de sus cálaidas halagos, me dormía, y mis sueños, cargados de visiones de un arco iris de colores del día, cargado siempre de estrés, trabajos variopintos, ilusiones rotas... eran torturantes pesadillas en blanco y negro.
Sólo una imagen aparecía iluminada, irisada: la del amigo ciego al teléfono. ¿Por qué sería?
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