Siete en punto de la mañana. Amaneciendo. Una llamada de teléfono: mamá, ¿tienes algo que hacer? ? Contesto: ¿A qué hora? Mi hija se ríe. Ya, mamá, ya. María no viene hasta las nueve y hoy entro antes. El chico todavía no puede ir al colegio.
Pues que no se hable más: adiós ordenador, adiós mis taerillas. Hasta luego. Descubro de pronto un amanecer bellísimo y, ¡hala! Unos minutos de fotos.
Diez de la mañana. Regreso de casa de mi hija con el calorcito de mi nieto por el cuello. No te vas -decía-. Y se abrazabaa fuertemente. Voy a desayunar y luego por la tarde vengo. ¡Vale! -contesta resigando-. Por sorpresa, un amigo me esperaba. Nada de particular. Solo tomar un café y charlar un rato, pero ahí me llegó la espinita del día. No, no lo voy a contar, pero hacía referencia a otro amigo muy querido. ¿Un abandono más? Me digo, y le digo: él se lo pierde.Pero siento dolor, abandono, traición...
Mis nietos y nietas, cuando le cuento percances de mi infancia me suelen preguntar: ¿Qué eras buena, tonta o qué? ¿Y qué era yo? ¿Y que soy? Buena, sí, pero sin mérito alguno porque es de condición, lo que equivale a decir que nací buena como naci regordeta y feucha. Lo de tonta, según se mire porque Paula, una empleada en la casa de mi infancia, empezó a llamarme, sin yo saber por qué, "mosquita muerta". cuando ni siquiera sabía leer las palabras de un tirón. Así que, a la pregunta de mis nietos, me quedo, como en otras ocasiones, con el ¿o qué? Y eso lo traduzco en que a pesar de mis muchos añitos, sigo siendo un poco las tres cosas
¿Y a qué viene esto ahoea? ¡Ah, por lo del dolor, la traición! Y es que les cuento a mis nietos cómo quería yo a una amiga que de la noche a la mañana me dijo: ¡Ea, ya no quiero ser tu amiga y me voy a hacer novia de tu novio Manolo!
¡Y vaya si me encontre desnoviada a las diez años de los de entonces!, porque ella era guapa, alta, morena y una tirabuzonera que me traía de cabeza, ya que lo mío eran permanentes van y vienen. Pero no tardó el tal Manolo en volver a mí, porque, como he dicho, tonta del todo no era.
A las doce me llego a la carnicería con el dolor a punto de estallar en lágrimas. El carnicero me pregunta: ¿Qué desea la señora? Un conejito que no sea muy grande -contesto pensando en la ricura de arroz que le voy a hacer y llevar a mis hijos-. Conejito chiquito, ternito y jugosito -dice con toda la sorna del mundo el carnicero-. ¡Así, así me gustan a mí los conejitos! Bajo la cabeza avergonzada y sin saber cómo seguir. El carniucero se da cuenta de mi desconcierto y añade: ¡Qué malos bichos somos los hombres!
El conejito guisado y repartido, y yo en planta desde las cinco de la madrugada y con dos artículos pendientes, más esta obligación que me he echado por una semana y que ya falta poco para rematarla, aunque unos correos me han llegado piddiéndome que siga. Y yo me digo: ¿Puede ser que esto le interese a alguien?.
Cinco llamadas de teléfono, más Banco, más dos visitas y ahora tengo un sueño que me caigo y estoy tan cansada que no puedo ni mover una mano. Pongo música y noto cómo si me llegara una sutil caricia de tantos "amores rotos",
¡Que no, que no es verdad, que mi tema de los amores, aparte de aquel noviazgo con Manolo de mis nueve o diez años, es otra historia. Más bien podría hablar de desamores, de esos que duelen.
Pero lo mejor o lo peor es que soy feliz, o mejor dicho, me hago feliz con mis cosillas: fotos, música, caramelillos, libros, ¡Pim-pan, pim-pam! sin dejar de escribir que me moriré con un batallón de obras pendientes.
Seguro que mañana DM tendré que corregir cosillas. Ahora son ya casi las dies y las letras se me lían.
Lo último, miro a la lejanía desde mi terraza. Preciosas casitas que me evocan otro mundo, otra poesía, otras historias, otros amores... Y fin que me duermo.
¿No es verdad que evoca un precioso sueño
cargado de humanidad, vida sencilla, amor, etc?
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2 comentarios:
Me has alegrado la noche pues son las tres y media de la madrugada y tu escrito alivia mi falta de sueño.saludos
¿Y por qué no duermes? Lo mío no es dormir mucho pero a esas horas no puedo pensar en otra cosa que no sea la cama, aunqu eme la pase, y es muy normal, dando vueltas y más vueltas. Duerme y reposa, como decía la oración. Un beso.
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