Un
árbol gigantesco le dijo a
una sombrilla que, colocada bajo él, proyectaba una pequeña sombra en el
césped: ¡Hay que ver lo inútil, lo ridícula, la poca cosa que eres bajo mis
frondosas ramas de frescas sombra!
La sombrilla no respondió,
pero, cuando llegó el mediodía, un sol rabioso caía sobre el césped sin sombra
alguna del árbol.
Unos caminantes, al descubrir
la sombrilla, se colocaron bajo ella, manipulándola hasta lograr la sombra
deseada.
Y se quedaron allí a
descansar.
El árbol y la sombrilla se miraron. El árbol guardó silencio. La
sombrilla sólo dijo: Soy pequeña, ridícula, absurda..., pero, ya lo has
visto: soy adaptable; mi sombra no tiene horas.
POSTAL DE VERANO
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