Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

27 mar 2016

Resucitemos, día a día



Esta madrugada a mi cielo le  crecían alas para recordarme que era domingo de resurrección y que también yo podía remontar, volar por nuevos horizontes de luz y esperanza.  
  
 Es inenarrable el sentimiento de emoción que me embarga cada año, cuando amanece el domingo de Resurrección, entre olores de azahar,  alhelíes, lirios..., flores nuevas, en definitiva, tras la fría y larga noche de Viernes Santo. Es algo así como si,  izándome de la tierra,  me elevara  a la búsqueda de un  eterno abrazo con el universo infinito. ¡Qué paz! ¡Que amor! ¡Qué misterio! A veces casi reclamamos, exigimos pruebas a Dios para medio creer en Él, y las hay, sólo que  necesitamos, eso,  elevarnos por encima de lo material para descubrirlas, porque están ahí, rodeando nuestro cuello como abrazo de apasionado amante, y están ahí, tan pegadas a nuestras vidas que ni siquiera las reconocemos.
Sucede que nos cegamos en la inútil espera de  sucesos extraordinarios que podamos interpretar como llovidos del cielo y en respuestas a nuestros divinos desafíos. Todo en torno mío duerme. Es la madrugada del domingo de Resurrección, y una especie de plegaria me escucho en los adentros. Gracias, Dios   por haberme dado capacidad de renacer en los difíciles momentos de mi vida y así poder continuar contemplando  las estrellas, la Osa mayor, aquel “carro” que papá me señalaba en las negras noches del jardín de casa. Gracias por resucitar en mí  cada mañana la capacidad de vivir, amar las mil cosas sencillas que descubro en los días. La vida no es fácil. Las más de las veces, una punzante cuesta arriba que llega a pesar tanto que, en  apasionado desafío, hay que seguir sin abandonar, porque entre otras razones, somos parte de un universo de dolores por el cual nos pertenece pagar nuestra debida cuota.
  De ahí que cada día vayamos muriendo un poco, pero de ahí, sobre todo, que cada día tengamos que beber, sorbo a sorbo, el divino elixir del amor y  la esperanza, y resucitar, como resucita la primavera, como resucitan los pájaros cada año en sus nidos.
Y termino con versos de un querido amigo   R.M. Navarrete: Quiero que existas, Dios / porque si Tú existes en algún lado /  se detendrá el reloj en la hora de siempre /  y daremos de nuevo cuerda al corazón parado.


  

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