Hoy,
amigos, un fragmento de mi novela titulada “No queda más que soledad”. Está basada
en hechos
reales y en ella me he recreado en el vocabulario eminentemente andaluz y
popular tan rico en expresiones, creativo y colorista
Entre dos luces.
A “cojetadas” se acerca la abuela Anica que,
con un capote por la cabeza y un palo que le sirve de marrilla, acaricia un
envoltorio, todo sucio y viejo delantal:
que digo, ¡que parir el animal en un día como éste...! ¡Pa qué cuando se
entere el Miguel! Son de la
"Ministra", ¿sabe usted? ¿Dónde se habrá metío el viejo éste? No es
cuerpo na más que pa el chismorreo y el televisor, que está enjotao con las
tías marranas que salen en pelotas vivas. ¿Dónde se ha visto. Habemos perdío la vergüenza. Ahora dice que va a
comprar un vi... un vídeo de esos como se diga pa engrabar las películas de la noche, y es lo
que yo me digo: ¿pa qué tanto, si ve menos que Pepe Leches?
Ya se oye, ya se acerca el cascabeleo de la
manada de Miguel, y su voz, berrido de
macho, que arrea a las cabras y le alivia el paso duro por terrones y
matorrales: ¡Caca-caaabrooo...! ¡Me cago en la madre que os echó! ¡Mira si
reventarais! ¡Caca-caaabrooo...
Ya llega el aire húmedo cargado de olores, y
la tormenta negrea por el horizonte.
Truena, y los montes se tornan ecos
ininterrumpidos, y los rayos descargan
zigzagueantes sobre el viejo,
viejísimo yermo.
La burra de Miguel, la Perica, vieja e
hinchada, se revuelca en el camino, mar de garrapatas y polvo. Se oyen ladridos, se oyen cubos que se hunden en los pozos con
la premura y el desorden de manos engarrotadas, se oye el viento y el chirriar
de una cancela...
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