Más que para competir, corre siempre para llegar
Ayer me llamaste, mi querida nieta Amalia, para darme una noticia que de sobra conocías era para mi una gran noticia: abuela –me dijiste al teléfono-, ya me he
matriculado en la Escuela de Magisterio.
¡Vaya si era para mi una noticia importante! Ante todo y sobre
todo porque en tu decisión no ha influido nadie, ni tan siquiera yo tan amante
de esta profesión que considero de tal categoría y grandeza que, sinceramente,
siempre me he visto muy pequeña par ostentar el título de maestra y el secreto de
esta verdad que hoy te confieso lo entenderás algún día porque ser maestro es
como ser el ejemplo constante de todo
para alumnos cuyas vidas pasarán por tus aulas como pajarillos que van de
paso y a los que tendrás, ante todo, que
enseñar a volar en total libertad.
Aquel día de tu nacimiento, cuando tu padre, mi querido hijo
Ramón, allí en el hospital, donde yo te esperaba, salió a darme la noticia de
que ya habías entrado en el mundo, las emociones y pensamientos me bloquearon
de tal manera que un fuerte nudo atenazó mi garganta, y recuerdo, que pedí a a
Dios, en ese momento, que cuidara de ti, que te ayudara siempre, que no te
dejara jamás.
Te he visto crecer, superando problemas, y siempre con voluntad y esfuerzo. Delante de
mí aquella fotografía de la maratón, en la que, a pesar de un dolorcillo en la
rodilla, llegaste a la meta. No te importó ser la última, sino llegar. ¡Qué
ejemplo de superación y esfuerzo!
Alguien, estos días, ante tu excelente nota de selectividad,
te repetía: puedes escoger mejor carrera, pero con gran gozo por mi parte, te
oía repetir: yo quiero ser maestra.
Y serás, mi preciosa
Amalia, una excelente maestra porque,
entre otras razones, lo llevas en los genes: bisabuelo. tíos, abuela… Pero hoy,
con la emoción a flor de piel, quiero decirte algo que no debes olvidar jamás:
Que no pase ni un día sin mirar a los ojos a cada uno de tus
alumnos, ni un día sin oír su voz, ni un día sin dirigirle unas palabras, ni
un día sin hacerles sentir especiales,
ni un día, sin provocarle una sonrisa, ni un día dejar que se marchen tristes o
humillados. Ni un día sin que se sientas queridos por ti e ilusionados por la
escuela, ni un día sin entender lo mucho que puedes aprender de todos y cada
uno.
No olvides nunca que la mejor enseñanza que podrás
trasmitirle será aquella que tú vivas con autenticidad, con sencillez, con amor.
Y no olvides que la felicidad que tú puedas propiciarle, tal
vez sea la mejor, la única que los salve de las muchas contrariedades del
futuro, pero sobre todo, no intentes que sean
a tu imagen y semejanza, sino que crezca en ellos las personas que son libres, autónomas,
portadoras de grandes valores que descubrirás y potenciaras desde la
observación y creatividad.
Y en fin, mi querida nieta, en mis obras podrás
encontrar gran parte de lo que pienso
sobre esta maravillosa profesión a la que aspiras y sientes orgullosa por esa
matriculación que hoy me comunicabas.
Te quiere muchísimo esta abuela que ha sido maestra desde que
le salieron los dientes y que quiere
seguir siéndolo por el resto de su vida.
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