Vuestra caña de pescar no me sirve; enseñadme a manejar la mía
Mamá, ¿estás ahí? Sí, te oigo “cacharrear” en la cocina, y oigo tus pasos de acá para allá en incesante
trasiego y oigo también el motor del
coche de papá que llega, cansado como tú, siempre buscando y queriendo lo mejor
para mí y mis hermanos. No sé qué deciros.
¿Puede ser que me haya nacido una voz sin palabras todavía?
Ahora soy miedo, inseguridad, vergüenza, deseo... A veces, papá, quisiera
ser aquel niño que se enganchaba a tu cuello y te comía a besos, y quisiera, mamá,
seguir siendo el pequeña que se dormía en tus brazos entre mimos y caricias,
pero...
¿Puede ser que me hayan nacido
caminos sin pasos todavía?
Un extraño sentimiento de vergüenza, un incomprensible pudor parece
empeñado en distanciarme de vosotros. El papel de niño ya no me gusta. El papel
de hijo silencioso y sumiso se me queda pequeño. Los consejos que me dais me
parecen no estar hechos a mi medida. Quiero que alguien me escuche, cuando
hablo, quiero que mis cosas sirvan para algo, quiero que alguien confíe en mí y
deje de llamarme niño. Quiero asistir a
clase para discutirla, aceptarla, rechazarla, cambiarla… Ya no quiero ir por la calle para admirarme de
lo que pasa por ella, sino para gritar que nada me causa admiración.
¿Puede ser que me haya nacido una mente sin rumbo todavía para conocerme?
¿Puede ser que me haya nacido una persona reborde, protestona, gritona,
disconforme, incrédula sin norma, una persona desconocida que tenga que educar?
Quiero, no obstante, deciros que os necesito, que os quiero más que a
nada y a nadie del mundo, y quiero daros las gracias por soportar las
estridencias de mis músicas que necesito porque con ellas ahogo las mil
interrogantes que brotan en mi alma en los instantes: ¿Quién soy...? ¿De dónde
vengo...? ¿A dónde voy...?
Y quiero daros las gracias por autorizarme la puerta cerrada, conscientes
de mi presencia real. Calláis, me comprendéis,
me acompañáis... Y yo, sin poderlo
evitar, ausente, agresivo, mudo…
¿Estoy o lo parezco? ¡Ah...! una cosa quiero pediros y, por Dios, no la
olvidéis: Aunque os parezca mi paso
ligero y alegre mi canción, ¡no puedo con la mochila llena a rebosar de tantas
cosas…
¡Cuánto pesa! ¡Una mano, por favor, mamá, papá! Tan solo eso: una mano
para encauzar y soportar mis nacimientos.
Os quiero, os necesito; no me dejéis.
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