... Y las
fuerzas vitales que allá, en oscuros mundos habitaban, se encontraron con la
materia, y la vivificaron y nació la
luz, y las miradas de seres humano poblaron la faz de la tierra y como
maravilloso manto polícromo, montes,
bosques, selvas, mares, universo... crecieron en vida, flor, fruto,
paisaje, naturaleza, deleites del ser humano.
Aquí, en esta sierra maravillosa, que se resiste al verano en un
maremágnum de pardos y verdes, que, al remover la tierra me transmutan y me
retornan a mi ancestral origen, exclamo:
¡Dios qué grandeza de encuentro la de aquel primer día! Pero al encuentro primero siguieron los de
unos con los otros y concluyeron en tal pacto que multiplicaron la vida
sorprendidos por el amor que les nacía
en los adentros, surgiendo así la cadena
de reproducción que no sólo llega
hasta nosotros, sino que ahupados en ella, la elevamos a infinita como
infinitos son los encuentros que la
provocan.
Trinos de
jilgueros, arrullos de palomos, silencio en mi traginar que goza de la
felicidad de encuentros, ahora, siempre... Porque encuentros son, en una vasta
mirada por esta naturaleza salvaje, montes, abismos, jarales... Encuentros mis propios pasos que siguen sembrando
huellas por veredas de luces y sombras. Encuentros con el recuerdo de amigos
que son palabras, ecos en este lugar, que acarician al unísono de mi nostalgia, el crepúsculo estival que va invadiendo de un no sé qué
cósmico este rincón de la sierra.
También el
dolor es encuentro, y las tribulación
que puede originarte el amigo, y las constantes sinrazones de la vida, y
las injusticias, y los caminos cubiertos por los áridos paisajes del
abandono...
El silencio también es
encuentro, y en él, cuando sólo el silbo del viento es sonido en nuestros
oídos, surge el más sorprendente de los
encuentros: el encuentro con nosotros mismoses encuentro de vida. También de muerte
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