Me detengo y guardo silencio,
cuando un coche fúnebre se me cruza en el incesante tumulto de tráfico y gente
que son las calles de la ciudad.
¡Un minuto de silencio, por favor! –me susurra en el alma como grito
ahogado por impotencia y emoción- Descubríos, amigos y despedid a este ser
humano en su último recorrido por
nuestras calles, camino, hasta ayer,
pasos de su incesante trajinar diario con interrogantes, problemas,
afanes, ilusiones… idénticos a los nuestros y
entre la gentes que, durante muchos años, lo saludaron al paso.
Sol, nubes, lluvia, viento, cielo, gente, coches… Y campanas que me
doblan en los adentros, mientras en un réquiem eterno, repito: Adiós, quién
quiera que seas. No vas solo, Mi sentimiento te acompaña. Nunca oí tu voz,
ni conocí el color de tus palabras, pero saber que eras, que eres, un ser
humano, me sobra.
¡Descubríos, amigos, por favor y guardar un minuto de
silencio!
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