Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

22 may 2020

EL ARTE DE ENVEJECER

EL ARTE DE ENVEJECER
A mis hijos

Yo creo, queridos hijos, que hay distintas formas de rodar: como simple rueda o como bola de nieve. Las ruedas, ya se sabe, se desgastan con el camino, se enmohecen, oxidan, se tornan chillonas, se  astillan, se desbaratan y ni para leña sirven.
Las bolas de nieve, por el contrario, van creciendo con el rodaje, si bien arrastran y envuelven abrojos, guijarros, espinas …, vida, en definitiva que os acompañarán para que entendáis que solo somos eso: polvo del camino

UN BREVE RELATO COMO PRÓLOGO

DE LA MUJER QUE LE NACIERON GOTERAS
      
 UNA mujer octogenaria  vivía sola en una casa llena de recuerdos. Cada amanecer, ilusionada, se levantaba, salía a la calle, paseaba contemplando cómo crecía el día e invariablemente se repetía: ¡Qué feliz soy!  Tengo mucho; no preciso más.
Pero una mañana, tras larga noche de lluvia, nada más abrir los ojos observó sobre su cabecera una mancha de humedad que auguraba una gran gotera.
¿Cómo? –se dijo– No puedo consentirlo. Debí preocuparme de limpiar el tejado antes del invierno. Hoy mismo Me pondré manos a la obra.
Efectivamente, logró que le limpiaran el tejado, si bien le advirtieron que estaba mal por el paso de los años. La mujer se dijo: No, no son los años; son mis despistes. Cambiaré tejas y todo volverá a ser nuevo. Y así lo hizo, pero he aquí que tras una tormenta, el techo de toda la casa comenzó a resentirse, no sólo de manchas sino de consumadas goteras  que irritaban a la mujer y la obligaban a poner remedios, al tiempo que se repetía: ¡Qué mal hacen las cosas! Cambiaré las vigas, por si acaso.
Pero, al menor chaparrón, las goteras se multiplicaban y cada vez eran más visibles a familiares y amigos. No obstante, la obstinación de la mujer la llevaba a disimular y su empeño de repetirse: ¡No, no lo voy a consentir!  Mi casa está muy bien hecha, mi casa es fuerte, mi casa está hecha a la antigua y se conserva como el primer día… La culpa es de los operarios. La culpa es del fuerte viento. La culpa es de mi falta de previsión…
Y, sin cesar, parcheaba cuantos deterioros se producían.
Llegó un día que la mujer, consciente de que no podía atajar el progresivo deterioro de su casa, reflexionó y se dijo: Verdaderamente esta casa tiene ya muchos años. Pero no tengo otra, ni puedo vivir en constante pelea con estas cuatro paredes que han sido mi cobijo y el de mi familia. Pondré palanganas y cubos a las goteras, buscaré los mejores remedios para evitar otras nuevas; tendré que aprender a convivir con ellas y dormir bajo un paraguas.
Y a partir de aquel día, la mujer  notó que aquellas agresivas goteras, si bien caían, lo hacían  con más suavidad y producían un agradable sonido que la adormecían en sus peores horas como si de un relajante concierto se tratara.


MORALEJA: Está bien poner   remedio a nuestra inevitables goteras, pero mucho mejor prevenirlas, retrasarlas y  cuando ya no se pueda, aceptarlas de buen grado porque si es verdad que deterioran nuestro cuerpo, pueden engrandecer nuestra alma.



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