EL ARTE DE ENVEJECER
A mis hijos
Yo creo, queridos hijos, que hay distintas formas de rodar: como simple
rueda o como bola de nieve. Las ruedas, ya se sabe, se desgastan con el camino,
se enmohecen, oxidan, se tornan chillonas, se
astillan, se desbaratan y ni para leña sirven.
Las bolas de nieve, por el contrario, van creciendo con el rodaje, si
bien arrastran y envuelven abrojos, guijarros, espinas …, vida,
en definitiva que os acompañarán para que entendáis que solo somos eso: polvo
del camino
UN BREVE RELATO
COMO PRÓLOGO
DE LA MUJER QUE LE NACIERON GOTERAS
UNA mujer octogenaria vivía sola en una casa llena de recuerdos.
Cada amanecer, ilusionada, se levantaba, salía a la calle, paseaba contemplando
cómo crecía el día e invariablemente se repetía: ¡Qué feliz soy! Tengo mucho; no preciso más.
Pero una mañana, tras larga noche de
lluvia, nada más abrir los ojos observó sobre su cabecera una mancha de humedad
que auguraba una gran gotera.
¿Cómo? –se dijo– No puedo consentirlo. Debí preocuparme de
limpiar el tejado antes del invierno. Hoy mismo Me pondré manos a la obra.
Efectivamente,
logró que le limpiaran el tejado, si bien le advirtieron que estaba mal por el
paso de los años. La mujer se dijo: No,
no son los años; son mis despistes. Cambiaré tejas y todo volverá a ser nuevo. Y
así lo hizo, pero he aquí que tras una tormenta, el techo de toda la casa
comenzó a resentirse, no sólo de manchas sino de consumadas goteras que irritaban a la mujer y la obligaban a
poner remedios, al tiempo que se repetía: ¡Qué
mal hacen las cosas! Cambiaré las vigas, por si acaso.
Pero, al
menor chaparrón, las goteras se multiplicaban y cada vez eran más visibles a
familiares y amigos. No obstante, la obstinación de la mujer la llevaba a
disimular y su empeño de repetirse: ¡No,
no lo voy a consentir! Mi casa está muy
bien hecha, mi casa es fuerte, mi casa está hecha a la antigua y se conserva
como el primer día… La culpa es de los operarios. La culpa es del fuerte
viento. La culpa es de mi falta de previsión…
Y, sin
cesar, parcheaba cuantos deterioros se producían.
Llegó un
día que la mujer, consciente de que no podía atajar el progresivo deterioro de
su casa, reflexionó y se dijo: Verdaderamente
esta casa tiene ya muchos años. Pero no tengo otra, ni puedo vivir en constante
pelea con estas cuatro paredes que han sido mi cobijo y el de mi familia.
Pondré palanganas y cubos a las goteras, buscaré los mejores remedios para
evitar otras nuevas; tendré que aprender a convivir con ellas y dormir bajo un
paraguas.
Y a
partir de aquel día, la mujer notó que
aquellas agresivas goteras, si bien caían, lo hacían con más suavidad y producían un agradable
sonido que la adormecían en sus peores horas como si de un relajante concierto
se tratara.
MORALEJA: Está bien poner
remedio a nuestra inevitables goteras, pero mucho mejor prevenirlas,
retrasarlas y cuando ya no se pueda,
aceptarlas de buen grado porque si es verdad que deterioran nuestro cuerpo,
pueden engrandecer nuestra alma.
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