AVENIDA DE CARLOS III. CÓDOBA
En manantial de sueños desperté...
Remolino de tonos rosados, grises, anaranjados, violetas…, mas bien húmedos por el cielo.
¡Qué mágica luminosidad en tierra, cielo, horizontes...!
¡Qué suave el aire que noto palpitar en mis mejillas..!
¡Qué bella diosa blanca esta mañana de primavera!
¡Qué colmenar de azahares mi alma, éxtasis de madrugada!
Algunas nubes surcan mis cielos amanecidos tan de mañana... Día y hora de lejanos ecos, de rosas quemadas, de sueños rotos..., de palabras silenciadas.
¡Qué poca cosa yo, estrella fugaz en brazos de alas calmas! ¡Qué niñas mis lágrimas, sin destino, desbordadas..!
¡Qué ardor en mi sangre, pulmón de lúcidos pálpitos, soplos de amor errantes!
Me izan aires y me ensamblan a un inédito, extraño, fantasmagórico futuro.
¡Me crecen remos en el mar de tan larga travesía!
¡Me seduce y conjura, no obstante esta multiplicada resurrección de días!
Nubes que llegan, trenes que pasan, hojas que reverencian mi paseo... recuerdos que me arrullan en los adentros...
Y yo que sigo.
¡Qué mañana, qué ola, qué amor..!
¡Cuántos, cuántos besos perdidos sin destino!
¡No los dejéis pasar; son para vosotros, mi gente del mundo!
Son besos sinceros, bañados, tal vez, en lágrimas, unas veces; en sonrisas, otras.
Son besos de madre, hija, hermana, amiga, amante...
Son besos que saben a deseos de caricias y ternuras.
Son besos que no piden nada a cambio...
¡No los dejéis pasar; son para vosotros, mi gente del mundo!
Remolino de tonos rosados, grises, anaranjados, violetas…, mas bien húmedos por el cielo.
¡Qué mágica luminosidad en tierra, cielo, horizontes...!
¡Qué suave el aire que noto palpitar en mis mejillas..!
¡Qué bella diosa blanca esta mañana de primavera!
¡Qué colmenar de azahares mi alma, éxtasis de madrugada!
Algunas nubes surcan mis cielos amanecidos tan de mañana... Día y hora de lejanos ecos, de rosas quemadas, de sueños rotos..., de palabras silenciadas.
¡Qué poca cosa yo, estrella fugaz en brazos de alas calmas! ¡Qué niñas mis lágrimas, sin destino, desbordadas..!
¡Qué ardor en mi sangre, pulmón de lúcidos pálpitos, soplos de amor errantes!
Me izan aires y me ensamblan a un inédito, extraño, fantasmagórico futuro.
¡Me crecen remos en el mar de tan larga travesía!
¡Me seduce y conjura, no obstante esta multiplicada resurrección de días!
Nubes que llegan, trenes que pasan, hojas que reverencian mi paseo... recuerdos que me arrullan en los adentros...
Y yo que sigo.
¡Qué mañana, qué ola, qué amor..!
¡Cuántos, cuántos besos perdidos sin destino!
¡No los dejéis pasar; son para vosotros, mi gente del mundo!
Son besos sinceros, bañados, tal vez, en lágrimas, unas veces; en sonrisas, otras.
Son besos de madre, hija, hermana, amiga, amante...
Son besos que saben a deseos de caricias y ternuras.
Son besos que no piden nada a cambio...
¡No los dejéis pasar; son para vosotros, mi gente del mundo!
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