De
nuevo, prensa y esta vez en el Suplemento de Educación en el que llevo
colaborando más de treinta años, semana tras semana, siempre reivindicando
una enseñanza más humanizada, creativa y acorde con los tiempos. El tema
de hoy puede que os choque un poco, pero es sinceramente lo que pienso de cara
a los alumnos mayores, sobre todo.
DIARIO CÓRDOBA/EDUCACIÓN
Hace unos días me
comentaba un compañero: cuando yo era chaval, si me descuidaba en la escuela,
el maestro me pegaba, y ahora, si me descuido, son los alumnos los que me pegan
a mí. Estas palabras, acerca de lo que pasaba antes y de lo que pasa ahora son
clarísimo exponente de un cambio generacional en el que a padres y maestros se
nos han ido de las manos los papeles, al no haber sido capaces de mantener en
su justo término el equilibrio de una balanza, cuyo fiel se hizo añicos, cuando
mal entendimos palabras como libertad, comprensión, respeto...
Hoy los padres han
afinado tanto el oído que hasta han aprendido a protestar, denunciar cualquier
ñoñez. Dadas estas circunstancias, y salvando las excepciones, que también las
hay, la mayoría de los alumnos, rodeados por el hedonismo reinante, y amparados
en derechos y libertades, acuden a las aulas por pura obligación, y lo hacen
sin espíritu de superación, sin ánimo de trabajar, sin interés por aprender. Es
por eso que, desde mi punto de vista y dadas las actuales circunstancias,
imposibles de analizar en tan corto espacio, pero que vistas y vividas desde el
día a día en las aulas, resultan un mal insoportable para los alumnos y
auténtica tortura, a veces, para maestros, desprovistos, prácticamente de
posible apoyo y defensa, y es por eso, digo, que habría que pensar, ya, en un
profundo y revolucionario debate para cuestionarnos si, a partir de una
determinada edad, ¿no sería más conveniente la supresión diaria y obligatoria
de asistencia a las aulas?.
Hoy en día las nuevas
tecnologías nos ponen al servicio de la educación, nuevas herramientas para
constatar, preguntar, etc. Si bien haya días y horas presenciales, bibliotecas,
centros de recursos a los que libremente tengan acceso los alumnos, atendidos
siempre por el profesorado. Los cambios del sistema no son suficientes. Hay
que, con valentía, afrontar cambios muy profundos para todas las etapas, que
continuamos sin dar la vuelta completa a las urgencias de los tiempos.
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