Como los jaramagos, yo quisiera ser siempre
preludio de primavera
Paréntesis de lo que os vengo contando de mi biografía. Continuara.
¡Pues, sí, llegué a las diez, o
sea a las 22 horas de ayer, sábado! Y digo yo, ¿quién me manda a mí meterme en
estos compromisos de tener que escribir a una hora determinada? Me pongo por
bandera la libertad –bla, bla, bla- y a la mínima me encuentro atrapada por un
blog que como si mis mensajes los arrojara en una botella al inmenso mar de
Internet, me santiguo y me digo: ¡allá que va por si alguien lo encuentra!
Y a lo que iba: después de mis
esfuerzos mañaneros, después de llamar a mis hijos para que estuvieran
tranquilos y contentos con mis proyectos, la mencionada, ya otras veces, subida a mi casa de la
sierra. ¡Un catorce por ciento y mi coche renqueando! Pero mi música me
acompañaba. San Francisco de Scott Mk… Mi imaginación volaba por ahí lejos, a
lugares, más allá del mar habrá un lugar… En el último tramo, un sueño de bosque, las
ruedas se me quejaron, y con razón, porque, ¡vaya
socavones que ha dejado la lluvia! Un poco más y me tiene que rescatar una
grúa. Pero logré llegar sana y salva. ¡Ay, ay, qué olores! Cómo se oye ya la
sinfonía de la primavera: cuánto verde, cuánto silencio y cuánto cuidado en
cada paso porque la tierra era un
colchón de barro. Pero, bueno, saqué la cámara y fotografías van y
vienen y aspirar, expirar… ¡esas cosas
que se hacen, cuando nadie nos ve y pensamos que estamos tragando salud
–jjajajajaja!-. Llevaba un oloroso bocata para lo que se presentara, pero tras
respirar tan buenos y sustanciosos aires,
el apetito dijo: ¡que estoy aquí! Y el bocata cayó en un santiamén. Me
agarré a un carrito de la compra, por lo de mi agorafobia, y me planté en lo
más alto, tan alto que desde allí se
divisan un montón de pueblos y en días luminosos hasta Sierra Nevada. Hoy, no,
hoy un aliento de niebla difuminaba los
horizontes. Por unos momentos recordé lo que había escrito a las seis de la
madrugada y me dije: ¡Bueno, a lo mejor no fui deseada, pero aquí estoy,
comiendo aire sano, pisando cacas de conejos, de cabras, fotografiando
florecillas y pensando en mis amigos… ¿Amigos? Yo los quiero. No es virtud es
que como se supone que no debí nacer, tengo que estar agradecida al mundo que
me sostiene y ellos están ahí, un poco son los brazos que me acunan, aunque no
me canten la nanilla de los años.
Y, nada, después,
con el bocata, que no se me bajaba, me despedí de las montañas… Caminito amigo,
yo también me vo. regresé con más música, feliz por mi reencuentro con la
naturaleza que me habla, me mira, me quiere.
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