Sí, un cuadro, este, un cuadro herencia de abuelos y padres. Siempre presidió el mejor sitio en la casa de mi infancia. Y desde que falleció mi madre, y por expreso deseo suyo, aquí está, por encima de mi escritorio. Me mira, siempre me mira. Años y años mirándome. También mis ojos, a diario, buscan su mirada.
Y no es un sentimiento religioso lo que me guía, no. Podía ser una fotografía de mi padre, de mi madre, de un marginado, de un niño… Podía ser la mirada de cualquier ser humano… Pero en este cuadro que me mira, la imagen, la fotografía, el icono… hay un algo que me transmite serenidad. Es como si en mis peores momentos, su mirada fija en la mía, me repitiera: No pasa nada.
Y esta madrugada, cuando el mundo eclosionaba con estruendos festivos, su mirada me decía: No te preocupes por los años. El tiempo es un reloj parado. Tú si tienes cuerda; no dejes que se te detenga.
Y yo, como sumergida en un mar de miradas calmas azules, blancas, rosas…escribía:
Ante el orgulloso, mejor rendirse. Será la única forma de que pueda entender la grandeza del orgullo.
Dale siempre al otro oportunidad de quedar bien, aunque tengas que adelantarte improvisando una falsa pero mejor interpretación.
Si sabes, no lo digas porque te arrinconarán. Si no sabes, proclámalo y te lloverán amigos, maestros, propuestas.
Si acaso crees que te olvidan, piensa, porque tal vez ese olvido sea una excelente memoria.
Cuando hablamos de la gente, pensamos en los demás, y los demás, cuando se refieren a la gente, piensan en nosotros. Algo, mucho, casi todo tenemos en común.
Hay que coleccionar momentos. Cuando los sumemos comprobaremos que el total puede ser la única felicidad posible.
Dónde pongamos nuestros pasos, procuremos crear o mejorar caminos. Dónde pongamos nuestras manos, sembremos una cadena de manos. Dónde pongamos nuestras palabras, tratemos de que sean semilla de frondoso árbol. Dónde pongamos nuestros ojos, robemos lágrimas ajenas. Dónde pongamos nuestro corazón… ¡Ah! Dónde pongamos nuestro corazón estaremos nosotros marcando la hora definitiva, la mejor, siempre.
Y tú Gioconda, que también me miras, no me transmites nada. ¿Es indiferencia tu mirada? ¿Es desprecio? ¿Es superioridad? ¿Es ironía? No sé qué es, pero tu mirada está, para mí, vacía. No te quejes. Solo eres una pintura de pincel, un cuadro; nada de mirada.
Ahí te quedas, esta noche, mañana siempre fría, indiferente, ¿enigmática dicen? ¡Anda, anda! Descruza tus manos y pinta "mejor cuadro"
No me sirves. Adiós.
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