Sí, allí
tuve mi primer gran tropiezo con el
magisterio del pueblo y con la administración, que en aquellos años la integraban desde el alcalde hasta el
gobernador, pasando por la inspección.
Adosada a mi aula, como ya he
dicho, había otra justo igual, pero de
varones. El maestro, un hombre mayor, todo él gabardina y mascota, llegaba
puntual cada mañana con su maletín negro en la mano. Era hombre de pocas
palabras, pero las suficientes para resultar educado. Yo lo esperaba, cada
mañana -él vivía en Posadas-, a la puerta de mi escuela con el único fin de
darle los buenos días. Él se levantaba unos centímetros la mascota y me
correspondía con una medio reverencia.
Una tarde, a la
hora de la salida, se presentaron unas limpiadoras del Ayuntamiento: nos manda
el señor alcalde -dijeron-. Tenemos que limpiar porque mañana viene el Gobernador
a inaugurar las escuelas. Alfonso -era el nombre del maestro- por primera vez
se acercó a la puerta de mi aula: creo que deberíamos adornar las clases con
algunas macetas -sugirió-, y decirles a los niños y niñas que mañana no vengan,
a fin de que las clases estén a punto.
La idea me pareció buena. Los niños por un lado y las niñas por otro adornaron las aulas con toda la
generosidad que les permitió su pobreza
y con toda la imaginación y mejor
voluntad, que pudimos, puestas al servicio de aquella causa.
Al día siguiente, me levanto temprano
como todos los días. Oigo Misa. Después me doy una vuelta por la clase. Me
complace lo limpia y adornada que está. Algunas niñas, que me descubren, me
invitan a ir a sus respectivas casas. Accedo. Hablo con los padres. Me
invitan... Hacia las doce de la mañana regreso. En mi habitación, leo, cuando
un solivianto me saca a la puerta de la calle:
dos guardias que preguntan urgentemente por mí. ¿Es usted la maestra?
Sí; ¿qué sucede? ¡Corra! -exclama uno de los guardias- ¡Bueno está el señor
alcalde por lo del gobernador! ¿Qué pasa con el gobernador? Que él y la comitiva la están esperando en su
escuela.
Casi en volandas, me llevan a presencia
del gobernador. Un puñado de autoridades le acompaña y un pelotón de curiosos
merodea. ¿Cómo es que no esperaba usted aquí con todas las niñas? ¿Acaso no
sabía que hoy se inauguraban estas escuelas? ¿Y el maestro? ¿Y los alumnos? -me
interrogaba fulminante un hombre que nadie me presenta pero que intuyo es el
gobernador-. Tras unos segundos de desconcierto, contesto tímidamente: queríamos que todo estuviera
limpio para… Cortando secamente mis palabras, dice al alcalde: tome nota de los
datos de esta maestra: se le formará expediente…
Un compañero, que forma parte de la
comitiva, con cierto regocijo, me dice al oído: ¡para que despabiles, niña y
seas mejor compañera…
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