Pues, sí, a la hora que escribo, amanece un nuevo día de Reyes Magos., y la noria
imparable de los recuerdos, vierte sobre mi
memoria años ya lejanos en el tiempo que, no obstante, siguen vivos en
mí con ilusionada frescura. A estas
horas irreverentes siempre para los pequeños, hoy, protagonistas privilegiados
en todos los hogares, habrán asaltado ya
salones, escenario de sueños y alegría compartida. No obstante, aquel
recuerdo de un día tan especial en mi infancia, se me difumina al compararlo
con el de hoy.
Para nuestros niños la proliferación de días y ocasiones de regalos son
tantas que pasada la sorpresa del momento, la ilusión se desvanece y se aplaza para lo próximo que
no tardará en llegar: Primera Comunión, Cumpleaños, Ratón Pérez, notas, etc. Y
sucede que los padres se sienten agobiados ante tal avalancha de regalos que
llueven por todas partes, y los pisos se tornan rincones de juguetes empolvados
y abandonados que, tal vez, sólo un instante fueron ilusión en las manos de los
niños que ni entienden ni pueden, ni saben cómo manipular, casi siempre,
sofisticados regalos. Recuerdo ahora cómo, un año, tras examinar mis nietos sus copiosos reyes,
acabaron jugando, y riendo a carcajadas, paseando al más chiquitín de la
familia en una gran caja convertida en
carro.
Sería interesante que padres y maestros nos detuviéramos a pensar
seriamente qué cosas y cómo divierten a nuestros niños, porque una evidencia
salta a la vista: están saciados de juguetes, hasta el extremo de que, cuando
se les pregunta, ni tan siquiera saben qué quieren o mejor, sí lo sabes: móviles, ordenadores, etc.
Desde mi punto de vista sería absurdo pensar que un niño iba a pedir en estos
tiempos un caballito o muñeca de cartón. La historia nuestra es pasado que
ellos no pueden repetir y no hay duda de que todos deseamos la felicidad
de nuestros hijos, y deseamos verlos contentos e ilusionados. De ahí que la
lluvia de tecnologías caiga sobre los hogares esta mañana de Reyes, pero no es el progreso lo que hay que condenar
sino el uso que hacemos de él de forma que no proliferen niños ludópatas, sino
niños al día y entendiendo que cada cosa
tiene su momento. De todas formas, una sugerencia: siempre,
el mejor regalo, el mejor juguete, los padres o una simple caja de deshecho que
les dé la oportunidad de crear y reír.
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