DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
26/1/2016
A poco pan y muchos comensales, halagar con
la boca y morder con la cola --¿dónde he leído yo esto?--, porque, claro, si no
podemos multiplicar el pan, habrá que recurrir al procedimiento más elemental y
a su vez más eficiente: morder con la cola al otro de forma que vamos
eliminando de la escena del festín a aquel o aquella que más ración, en
justicia, pueda pertenecerle. Pero esto es así, y sucede porque somos tan
pobres de espíritu, tenemos tan poco sentido de nuestra provisionalidad que lo
único que nos mueve y encandila es el mundillo donde puedan crecer, engordar y
multiplicarse nuestros intereses para los cuales nos mostramos tan solícitos y
puntuales que da gusto, aunque con ello menoscabemos y hasta robemos los legítimos
bocados de pan que, por derecho, pertenecen al otro.
¡Cuántos mundillos a nuestro alrededor! Que
si mi equipo de futbol, que si mi partido político, que si mi esto, que si yo,
hoy, que si yo, mañana... ¡Cuánta mezquindad y qué pequeñitos somos!
Está bien eso del corporativismo. No
obstante esta actitud, patente en determinadas ocasiones de interés general,
nada tiene que ver con la polilla que promueven "grupúsculos" de
mucha hambre, prestos a cebarse de beneficios ajenos, y así se va generando un
escepticismo peligroso en gente de buena voluntad.
Pero claro, existe el gran mundo, el mundo
de todos y quiero creer en un mundo mejor en donde el ser humano triunfe sobre
la oscuridad, generando luz con la fuerza del amor. Y para frases, esta del
señor Lutero: Intenta no volverte un hombre de éxito sino un hombre de valor.
Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.
¿Y quién asegura que no sea así? Por si acaso, mejor que nos olvidemos del
éxito y vayamos comprando maceta, porque, árbol, más árbol, ¡qué poblado bosque
podría ser el gran mundo universal!
* Maestra y escritora
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