JUEVES SANTO
(Del Blog que dedico a mis hijos: Día del Amor Fraterno)
La flor del amor sólo se alimenta de amor.
Hoy, queridos hijos, quiero hablaros del amor tal y como yo lo siento y
quiero vivirlo. Y no lo hago para sermonearos sino para que saquéis
vuestras conclusiones, porque a lo largo
de mi vida quise sembrar y cultivar tan
hermosa palabra, amor, y algo he aprendido en el largo ya camino. Sois
muy niños todavía pero, día a día, iréis descubriendo que no hay nada en este
mundo más hermoso que amar y sentirse amado.
Hoy, cuando Jesús, sentado a la mesa con sus amigos, los apóstoles, les
habló del amor, yo me permito también proclamar su grandeza.
El amor es una delicada flor que hay que abonar, regar, cuidar de las
excesivas temperaturas, transplantar, si fuera preciso y, sobre todo, dejar crecer en libertad.
No hay flor que resista los caprichos que un mal día
se le puedan ocurrir a un mal jardinero.
Ni hay flor que resista la presión, el chantaje de otro amor.
La flor del amor sólo se alimenta de amor.
Cada cosa, una vez; sólo una vez. En esta casa la memoria de las cosas
tiene nombre: amor. Cada cosa fue amor; cada vez fue amor. Y lo seguirá siendo.
No lo olvidéis y haced de las vuestras hogares donde la ternura, el afecto, la
comprensión sean la atmósfera que respiréis cada día.
Debe ser algo
terrible vivir sin amor.
No puedo
imaginar un mapa genético sin que, en sus cuatro puntos cardinales, aparezca
como factor por excelencia, el amor, porque saber que amamos y sentirnos amados, saber que le importamos a alguien,
saber que somos objeto de atención y ternura
es como un constante renacer con increíbles deseos de superar
dificultades, y es una especie de trance
por el cual la ilusión toma tales vuelos que en nuestras vidas parece
como si se paralizara el implacable
almanaque del tiempo.
Reivindicad amor para todos los seres humanos sin distinción alguna.
Reivindicad ternura, delicadeza, humanidad... No, no se puede vivir sin amor,
pero solo se vive y se recibe lo que se da.
No devolváis jamás mal por mal. Si así lo hacéis seréis dos listos para pelear; por el contrario, si devolvéis bien por mal, estaréis dando
oportunidad al otro para que se disculpe. Si no
lo hace no merece vuestra amistad.
Las páginas escritas en amor, no hay años que puedan
borrar. Doy fe de ello. Siempre quedan ecos grabados en el alma.
No tiréis a la cara del otro un error que ya no puede corregir. Disimulad
porque seguro que ya lo ha corregido.
No salgáis a
buscar amor, a mendigarlo, a comprarlo… Salid, sí, con las manos llenas, a
repartirlo. Seguro que volvéis con la luz de la paz y la felicidad luciendo en
vuestra frente.
El amor no es una palabra, no, no
es historia que se cuenta.
El amor se intuye, se adivina, se transmite…
Las palabras, la historia pueden estropear el amor.
No confundáis amor con sexo. Puede que se den
ambas cosas, y nada habrá comparable con esa entrega mutua donde dos cuerpos, por amor, se funden un uno.
Y digo que no confundáis lo que es amor sin
más paliativos porque fácilmente, sobre todo para los jóvenes, amor es sinónimo
de sexo.
No, no lo es, y es fácil de comprender.
El sexo, un día se apaga; el amor, si es tal,
jamás.
Hay un índice para todo y para todos. Cuando
en él alguien nos busque, pueda leer esta especie de epígrafe: “En sus ojos parpadearon muchas
auroras porque amó”.
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