Hoy, treinta de abril, por muchos años que se
repita esta fecha, nunca será para mí un día cualquiera. Por eso, nuevo
paréntesis y comparto con vosotros un bello recuerdo, un aniversario.
Han pasado veinticinco
años y me parece que fue ayer.. Mis
ojos, nubes preñadas que de lágrimas
regaron caminos, vuelven a ser borrasca hoy de nostalgias y recuerdos. Aquel
pueblo de nuestro encuentro, las tormentas, los paraguas, los charcos, las
goteras... Tú y yo, pobres de todo; tú y yo, ricos en amor; tú y yo, dichosos con nuestra nada,
vivíamos en plenitud la lluvia en los otoños, y los trigueros en las
primaveras, y las espigas y las eras en los veranos...
Tú y yo hicimos de
nuestras vidas tal aleluya que, tras
veinticinco años ya de aquel adiós sin retorno, puedo escucharte, puedo verte
superpuesto en el cuadro vivo de los
días.
Sí, yo sé que eres tú,
sonrisa que me mira y eres tú, lluvia limpia aire fresco que cala mi alma esta
madrugada, y eres tú, nostalgia en las flores marchitas de un ayer que es hoy
en el almanaque de mi alma.
Y tú eres yo, poema de
amor escrito en el cálido aliento de los instantes que me nacen, que me
palpitan, que me llevan... no sé a dónde, pero es tu amor lo que respiro, y es
tu amor el que me llama, y es amor...
¡si, si, amor! lo que me ríe y me llora.
Amor palabra izada de
bandera en el cuadro vivo de cada día donde
superpuesto yo te descubro. Tu recuerdo, sigue siendo flujo y reflujo en lugares, palabras,
silencios... Tu recuerdo no es un ayer muerto en la precoz
hora de azahares y jazmines. ni es aquel
beso postrero que dibujó en mis mejillas
el blanco pañuelo de tus labios en el terminal suspiro que exhaló tu
alma.
Tu recuerdo es... sí, realidad de
unos hijos buenos, y es mirada rutilante que son los ojos ingenuos
de nuestros nietos.
Y tu recuerdo es la hoja que cae, y el tren que pasa, y es el arrullo
eterno de alboradas y
crepúsculos, y es el viento que agita mi
cortina cuando sola te presiento en este aliento de vida que palpita cálido junto a mí.
Ven, amor, a este
silencio
de monte y viento.
Ven, aquí, junto al
pozo,
bajo el árbol grande
que fue semilla en
tus manos.
Ven, que yo, niña
obediente,
te vengo a buscar,
porque tú, ¿lo
recuerdas?,
mil veces, me lo
ordenaste:
Cuando me vaya, justo
allí, volveré.
En el pozo, bajo el
árbol,
Espérame
1 comentario:
Preciosos recuerdos y dulces. Un abrazo
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