Nube que como ola gigante se precipita en luz
a esta tierra de tinieblas
Sí, hoy domingo, diecinueve de enero de
dos mil catorce. Mi fiel despertador, con todo el respeto del mundo, me
llama a las cinco treinta de la madrugada: mi hora de cada día. Lo esperaba
despierta, tras el solivianto de una tremenda pesadilla. Oigo la lluvia que no ha cesado en toda la noche, siento
frío, siento un fuerte calambre en la pierna derecha, me duelen los ojos, me
pesa tanto el día… ¿Levantarme, no levantarme? La dudas se me agolpan: ¿Vestirme, salir a la
calle con mi maldita agorafobia, mi cafetería, hoy domingo cerrada, tendré que coger el coche y
buscar otra cercana? Sola, ¡qué sola! Voces de ¡tantas y tantas decepciones!
Creo que nadie sabe de mis grandes problemas, siento miedo a un ictus, a un
infarto… ¿Cuándo me encontrarían? Salgo al fin de la cama. ¡Ay, ay! ¿Me estoy
mareando? Delante del mago espejo, trato de sonreír. Cosas tuyas me –dice- Deberías saberlo; no
estás mal. Tu piel es tersa, tu mirada serena… ¡Anda, anda y sigue; no te
detengas.
Y carrito chico de la compra a ristre como compañía en la que apoyarme, abrigo, paraguas, bolso, bufanda,
guantes… Son las seis y cuarto. Llueve a cántaros. El coche frente a mi puerta.
Dos pasos y estoy dentro. Mi avenida un espejo donde los semáforos a gusto se
encienden y apagan en misteriosos reflejos que se pierden en el asfalto. ¡Ni un coche! Solo el mío con
el runrún del limpiaparabrisas que no cesa. Pulso el botón de la radio y una
preciosa música me emociona y me caen lágrimas como gotitas de lluvia a dúo que empapan mis mejillas. Llego a mi
destino, me recompongo, el bar está solo, el camarero me sirve el café y
exclama: ¡Mala “orilla” para madrugar,
señora! Asiento y trato de
sonreír. La conozco del periódico –dice, y yo creo que por decir algo-, y siempre la leo. Gracias -contesto y me
sale la voz ronca, dificultosa- Cuídese que
hay muchas criaturas con gripe. Se
aleja, mientras pienso: ¿cuál será la segunda voz que escuche? Regreso al
coche. Ha cesado de llover y la temperatura es agradable. Me siento algo mejor,
pero frente al ordenador, no sé por dónde empezar o por dónde seguir. Se me
ocurre escribir mis dos horas de vida,
hoy, pero me digo: ¡si mis seguidores saben ya de otras veces! ¡Y si a
lo mejor piensan que me repito! ¡Y si…,
nada, que piensen lo que quieran! Son unas horas más de mi vida que comenzó con esta mala radiografía.
Y ya ha amanecido. Hay nubes negras por los cielos de
Córdoba. A mi derecha, un poco más tarde, una gigantesca nube anaranjada como preludio de buen día. Mi fotografía de cada día a esta hora en punto y mi oración de hoy a
este mi cuadro del Corazón de Jesús que incesantemente me mira: ¿En Vos confío
o confío en mí? ¿Ayúdame o tengo que ayudarme? ¿Oración o mantra? No lo sé,
pero mi reloj sigue marcando horas, y yo
quiero imitarlo y seguir dando pasos, aunque sean muy cortitos. Ahora me voy al blog y, ¡hala, publicar y que sea lo que tenga que ser!
No hay comentarios:
Publicar un comentario