(En el día de la paz)
¡Mira, mira cómo llega ya, sin ruido,
la radiante, la bella, la nueva luz del alba!
Seis de la mañana. Bastante
noche todavía.
Bastante frío.
Mi cálido
rincón
junto al ventanal del fondo en mi
cafetería de cada amanecer. En
los cristales, bailoteo de colores de las maquinas de juego que se confunden
con las sombras de los álamos en la Avenida, con los aromáticos vapores
de mi café....
En la esquina, la mujer
del perro: sola, extática, oscura... De vez en cuando, gente que entra, gente que sale... Coches que
pasan, semáforos,
farolas, ecos, siempre ecos que, como estrellas fugaces, surcan y decoran este mi escenario de ayer, de hoy, de mañana... Flores
nuevas, recuerdos, suspiros, esperanzas, siempre.
Sí, aquí seguiré
enlazando los placeres de esta hora, notando cómo el vientecillo tan frío de la mañana es soplo
que acelera el río que es mi alma, viajera de estaciones que vibran por
horizontes de auroras errantes,
hadas compañeras
de mis días...
¿Una mosca? ¡Tan
chiquitina! ¡Tan madrugadora! ¡Tan cariñosa! Sí, una mosca
que sobrevive, que se desliza por el cordón de la persiana y de vez en cuando
huye, desconfiada, inquieta...
¡No me temas,
chiquitina! No podría hacerte daño, porque también para ti la
vida es una oportunidad, porque, seguro, te sientes tan frágil, tan sola como yo...
No, no me temas; no
puedo perderte: ¡Vive, vive...!Tú ya eres paisaje en el jardín de mis
silencios.
Tú ya eres compañera en esta hora indescriptible,
maravillosa... de mis amaneceres. ¡Vive, vive...!
¡Mira, mira cómo llega ya, sin ruido, la
radiante, la bella, la nueva luz del alba!
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