Escalerilla del tiempo, escalerilla de Dios
Mitad
payo, mitad gitano, sonrisa perenne, mitad picardía, mitad ternura.
A golpe de pico y
a fuerza de sueños allanó el cerrillo, hizo su casa y, con empeño infinito
buscó, acarreó piedras hasta completar esta escalerilla de “castillo” como él
la llamaba y en la que con la lluvia –decía- se lavaba y salía la huella del tiempo, la huella de
Dios
Por eso, cada vez que vengo a este lugar de silencios
y viento, me detengo en la escalerilla del tiempo, en la escalerilla de Dios,
hoy abandonada, en la que siguen vivos
los misterios que vaticinaba, aquel muchacho, mitad payo, mitad gitano,
que, víctima de la incomprensión e intolerancia, tuvo que emigrar lejos, muy
lejos de aquí, bajo las estrellas y a la búsqueda de nuevas piedras a las que, la
lluvia, con su frescura, destapara la huella de Dios.
No se preocupe, señorita, ya encontraremos
otro sitio! ¡Los gitanos estamos hechos a estas cosas...! Se ha salvado el
árbol y la escalerilla, algo, que no es poco...
Y aquí, clavada, bajo tu árbol, al pie de tu escalerilla, me quedaría
hasta el final de los tiempos, con tal de que regresaras y por primera vez,
como aquel día tan lejano de todo, volviera a encontrarme contigo.
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