Amanecer cálido el de esta madrugada en preludio de lluvia
que nada más salir –seis menos cuarto de esta mañana- noto chisporrotear, ya, sobre mi cabeza. Me
detengo a respirar profundo como si quisiera
tragarme, eternizar la mágica hora de semáforos, silencios, luces
serenas de mi Avenida. Alguien se me cruza y exclama: ¿Hace “fresquete”, Isabel
y hay que cuidarse!. ¿Dónde vas a estas horas? A vivir –le contesto-, y sí, hay
que cuidarse para vivir, pero no vivir para cuidarse.
Y un soplo de extraña felicidad,
ausente de la dura realidad que también me acompaña, alienta en mi alma un
profundo deseo de vivir. No –me digo-, no quiero morir, quiero vivir, vivir…
Y en esos repentes que nacen en el halo
de cualquier sentimiento que te conmueven, sin esperarlos, en cualquier
instante, sentada junto a un gran
ventanal de mi cafetería, al negro cielo que tengo por horizonte,
un ruego que dirijo a un dios y a mí misma, verbalizo interiormente un ruego
que después, y para vosotros, escribo en mi libreta de notas:
RUEGO
No quiero ir a ese lugar maravilloso,
donde dicen que moras, Dios,
si allí no puedo sentir este aire
fresco del amanecer, el chisporroteo de
la lluvia, el dolor y la esperanza, si allí no puedo sentir solidaridad con la
pobreza, la injusticia, el desamor.., si
allí no puedo escuchar los casi divinos coros de ópera, el murmullo del jardín,
el rumor de las olas, el rugir del viento, el trinar de los pájaros, la
carcajada de un niño, el doblar o repique de campanas, los rezos de un claustro…
si no puedo ser testigo de amaneceres y
crepúsculos,
si no puedo ver lunas y estrellas,
si mis ojos se ciegan a paisajes, horizontes,
huellas, primaveras, otoños, montes, valles...
No, yo no quiero ir allí, Dios,
contigo,
si mis labios no pueden ser besos, sonrisas, palabras...
si mis manos no pueden ser caricias, apoyo, pincel...
si
mis manos no me sirven para escribir un verso...
Pero escucha, Dios, si como dicen,
Tú eres el Creador de este universo
infinito
seguro que Tú, ¡sí, sólo Tú! eres mi
música, mi flor,
mi noche y mi día, mi cielo, mi mar...
mi amor.
Y si es así, ¿sabes?, estoy lista para irme ya contigo,
sí, allí donde para siempre pueda gozar
de tantas pequeñas maravillas....
Pero déjame un poco más, uno largo, siquiera
para que siembre mi maceta de albahaca
aquella que tengo pendiente,
aquella que sueño en los ojos de cada
niño, de cada anciano,
sí, aquella que sueño
en los ojos del mundo cada madrugada.
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