CUENTO
Un
puzle de gran cantidad de piezas esperaba en un escaparate la mano paciente y
laboriosa que lo convirtiera en un artístico
tapiz. Una pieza de las más grandes correspondiente al centro del tapiz,
con gran indiferencia, dijo a una de las
más pequeñas: Tú poco tienes que hacer en esta obra. Yo, por
el contrario, soy indispensable. Sin mí, nadie podrá hacer esta bella obra.
Un
hombre, aficionado y buscando el puzle más grande que pudiera encontrar, lo compró y se dispuso a colocar pieza tras pieza. Una
de las primeras fue, efectivamente, la pieza grande que sonriendo, dijo a la
otra: ¿qué te dije? Ya ves que soy la primera. Tú eres tan pequeña que puede
que ni tan siquiera note tu espacio vacío.
Y en
esto, un soplo de viento arrojó a la pieza chica lejos de la mesa donde el
hombre trabajaba. Cuando aquel hombre terminó
de colocar las piezas en orden de mayor a menor y, cuando creía que ya
estaba terminado el tapiz, cayó en la cuenta de que no estaba completo: faltaba
una pieza.
Preocupado
se decía: no puede ser. Esta obra así no tiene ningún valor; falta una pieza.
Si no aparece, no podré exponer mi trabajo; será tiempo y dinero perdido.
De
pronto vio cómo la pequeña pieza estaba debajo de una silla. Con gran alegría,
la cogió y exclamó: ¡Qué grande eres!
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